jueves, 31 de marzo de 2011

Miedo


Desde que nací el miedo me impidió ser yo. Me bautizaron pronto por miedo a que, si me moría, no fuese al Cielo. Me hablaron pronto de Dios y, más que de la necesidad o de la conveniencia de ser bueno, me insistieron en que debería cumplir los mandamientos, por miedo a que, si no lo hacía, me condenase. Me dijeron que tenían que respetar al maestro y a los profesores, no por ningún motivo razonable y comprensible, sino por miedo a que me castigasen. Poco a poco y con una naturalidad indolora, el miedo se fue coinvirtiendo en el núcleo central alrededor del cual se iba organizando mi vida y en el criterio para decidir cualquier actuación. Siempre había alguien que no fuera yo preparado para vivir mi vida a través del miedo, sin contar realmente conmigo. Ni siquiera yo me planteaba la posibilidad de ser realmente yo mismo.

Cuando la vida me fue invitando a que yo fuera yo, el trabajo que me costó resucitar fue tremendo. Aún hoy no sé si he resucitado del todo porque no sé si, a pesar del esfuerzo realizado, he vencido completamente al miedo. Durante mucho tiempo el miedo al más allá me fue llevando al miedo al más acá y ambos, para que yo me pudiera sentir convencido de lo que hacía, se materializaban en el miedo a la vida, en el miedo a vivir.

En la medida en que he podido ir matando el miedo, he podido ir naciendo yo y he podido ir viviendo mi propia vida. He tenido que ir quitándome disfraces, costumbres, manías, prejuicios absurdos, prácticas estúpidas y extraños cuentos macabros instalados en mi mente. Al final, casi desnudo, he aparecido yo. En realidad, he aparecido yo, pero felizmente acompañado, porque al aparecer me he encontrado conmigo mismo.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Agobio




Hay que vivir porque merece la pena hacerlo, pero no se puede vivir de cualquier manera. La vida tiene sus propias constantes vitales. Hay, por ejemplo, unos límites de velocidad que no se pueden sobrepasar sin que se resienta la vida. Hay un determinado número de temas que se pueden tener en la cabeza sin que pases por la vida con pocas ganas de vivir. Es necesario tener un tiempo propio para que uno pueda hacer lo que realmente le dé la gana, incluso para no hacer nada. Comer y dormir no pueden hacerse de cualquier forma ni, mucho menos, con rapidez. No se puede uno olvidar de que existe la Naturaleza, de que conviene mirarla y admirarla y de que se puede gozar con ella porque es bella. El teléfono o Internet no pueden sustituir al beso, al abrazo. Hay que poder escuchar a los amigos, tocarlos, besarlos, ponerles la mano en el hombro y apretarlos. Hay que poder tener tiempo para que el amigo te escuche, te toque, te apriete, te abrace o te diga lo que te tenga que decir. Hay que cuidar el cuerpo andando o haciendo deporte, pero sin que sea una obligación, sino un gusto. No tienes que ser el dueño de tu vida, sino no impedir que la vida se adueñe de ti. Cuando esto no ocurre, aparece el agobio. En el agobio falta el tiempo, falta el espacio, falta el aire fresco, falta la salud, faltan las personas y faltas verdaderamente tú.

Sé que hay vida, pero vivir no es simplemente estar o moverse o hacer cosas. La vida, para que sea vida, debe ser una vida humana, en donde crezca el ser humano, en donde las relaciones del ser humano con el mundo sean creativas, constructivas, positivas, enriquecedoras, repetibles, si a uno le satisfacen, hasta la eternidad. El agobio mata la vida. Fíjate bien: el agobio mata los sentidos. Cuando desaparece el agobio, hueles el aire, ves lo que estaba ahí y antes no veías, saboreas lo cotidiano, sientes y descubres, con los pulmones llenos y con una sonrisa, lo que significa tener ganas de vivir.



martes, 29 de marzo de 2011

Túneles


Uno pasa en la vida por muchos túneles. He aprendido a mirar atrás cuando salgo de cada uno de ellos. A veces he descubierto que los podía haber atravesado de otra manera, y seguramente lo habría hecho si hubiese sido avisado por alguien. Pero aunque este descubrimiento siempre me ha fastidiado, he procurado aprender del suceso. Entre lo que fue y lo que pudo ser siempre hay algo que puede servir para que la salida del túnel siguiente pueda ser mejor.

lunes, 28 de marzo de 2011

Lo viejo y lo nuevo



Lo nuevo sale de lo viejo. Lo viejo tiene que haber sido de tal manera que haya podido permitir la aparición de lo nuevo. Sólo así podrán coexistir lo viejo y lo nuevo. Si lo viejo es cerrado, absoluto, totalitario y se considera como lo único posible, entonces lo nuevo tendrá que ir contra lo viejo e impedir su existencia. Lo nuevo, por su parte, no debe ser viejo y debe ser consciente de que debe evolucionar, de que va a evolucionar, lo quiera o no.

Lo viejo se puede crear como si fuera nuevo, sabiendo que con ello se engaña o sin saberlo. Es la consecuencia peligrosa de la ignorancia o del interés oculto.

El arte de vivir está, por una parte, en no dejarse engañar por quienes están confundidos con lo nuevo viejo y con lo viejo nuevo o por quienes confundirte y paralizarte. Y por otra, y sobre todo, en estar atento y no dejar de oír la melodía de la evolución, del cambio, del progreso, en no ser nunca viejo, en  estar siempre haciéndose nuevo.

viernes, 25 de marzo de 2011

Números




Los miras desde el principio y los números de la vida te resultan siempre excesivamente grandes. Los miras desde el final y te parecen excesivamente escasos. Los números parecen siempre excesivos. No sé si es mejor no mirarlos.

jueves, 24 de marzo de 2011

Carne antropomorfa




Era sordo. Pasaba por una persona normal, tenía títulos y los papeles decían otra cosa, pero no entendía nada. Era un pedazo de carne antropomorfa, insensible, inútil, absurda. Decía que prefería quedarse ciego a impotente. Nadie le quería. Si te dijera a qué se dedicaba, te quedarías de piedra.


miércoles, 23 de marzo de 2011

La línea




El mundo de lo humano y el de lo que no lo es están separados por una línea invisible para algunos.

martes, 22 de marzo de 2011

lunes, 21 de marzo de 2011

Échate a volar



Ponte delante del espejo y verás que tienes alas en el alma. Son para volar, pero no sabes volar. No importa. Puedes volar. Si quieres, puedes volar. Si de verdad quieres volar, puedes volar. No importa que te caigas, porque te levantarás. No crecerás si no echas a volar. No llegarás arriba si no te atreves a volar. Atrévete. Una vez arriba, los primeros aleteos te costarán un poco, pero te acostumbrarás enseguida y la recompensa será enorme. Es más difícil querer volar que volar. Decídete. Échate a volar. Necesitamos que te eches a volar.

viernes, 18 de marzo de 2011

Besos y besos





Besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos, besos .... pero besos reales. Un mundo de besos. Seguramente, una estupidez.

jueves, 17 de marzo de 2011

Problemas y soluciones



Cada vez estoy más convencido de que la clave para resolver un problema es saber plantearlo bien. Hay problemas que basta con plantearlos para que se resuelvan solos.

miércoles, 16 de marzo de 2011

lunes, 14 de marzo de 2011

Las mujeres no tienen ano


Estaba en clase de Educación para la ciudadanía, en 2º de ESO, intentando explicarles que, a pesar de nuestras diferencias biológicas evidentes entre los hombres y las mujeres, todos éramos iguales y todos teníamos los mismos derechos. Les dije que algunas de esas diferencias eran observables a simple vista, como, por ejemplo, la nuez, el sexo o los pechos, pero que había otras que no se veían de esa manera. Pensaba yo en los cromosomas o en algunas pequeñas diferencias cerebrales. Se me ocurrió tantear el terreno, a ver si se les ocurría alguna de estas diferencias ‘ocultas’, así que les pregunté cuáles podrían ser éstas. Una alumna levantó la mano y me dijo que le daba corte decir en voz alta cuál era una de esas diferencias. Le propuse, entonces, que viniera y me la dijera al oído y ya veríamos luego si la considerábamos o no. Así que se levantó y con mucho cuidado me susurró:
-          El ano.
Yo la miré con cara interrogante y ella asintió convencida. No tuve más remedio que preguntarle en voz alta:
-          Pero ¿qué ocurre, que el ano de las mujeres es distinto del ano de los hombres?
-          No, profe, es que las mujeres no tienen ano.
Mi cara alternaba entre el “¡Aaahhh!” y el “Ja, ja” y, con una enorme expectación intelectual, se me ocurrió preguntarle dónde teníamos el ano los hombres. Ella, por toda respuesta, se llevó la mano verticalmente entre las piernas y extendió el dedo índice hacia adelante, intentando mostrar con evidencia dónde estaba situado el ano.
-          Hombre, pero te refieres al pene ¿no?
-          Bueno, eso, ¿qué más da?
Les dije que había que acostumbrarse a hablar con naturalidad del sexo y que lo elegante era referirse a los distintos órganos por su nombre correcto. Así, en el sexo del hombre teníamos el pene y los testículos y que nadie se iba a molestar si usábamos esas palabras. Pregunté cómo se llamaba el órgano sexual de la mujer y la mayoría dijo que la vagina. De la vulva no había oído hablar prácticamente nadie.

Yo pensaba en el “qué más da” ano que pene, en la ignorancia de la vulva y en la irresponsabilidad patológica de los curas y del gobierno valencianos, que llevan ya mucho tiempo jugando con la juventud privándoles de una educación sexual que los humanice. Si los de Madrid están así, ¿cómo estarán los de Valencia?