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viernes, 9 de abril de 2010

Venga



El periódico lo compro todas las mañanas en una papelería que está en el camino desde mi casa al autobús. Me suele atender un señor que a veces se pone a desayunar en la propia papelería a las horas punta, pero que es muy amable. Suele despedirme con la expresión “Que tenga un buen día”, que a mí me sabe más a expresión atenta que a rutina.

Pero de vez en cuando, en su lugar está un tipo estéticamente desagradable, que grita más que habla y que se expresa como si quisiera dar a entender al mundo que allí manda él, más incluso que el pobre cliente que entra allí con toda la prisa metida en el cuerpo. Un día, no hace mucho, cuando le pagué el periódico y le dije “Adiós, buenos días”, por toda contestación me soltó “Venga”.

No trago esta dichosa expresión. Ni la entiendo ni me parece que tenga la menor dosis de elegancia. Parece una orden, o la sugerencia de que te quites pronto de en medio porque hay otras muchas cosas que hacer. En todo caso, la considero como una muestra más de la cada vez mayor ausencia de significado en el uso del lenguaje en la vida cotidiana.

Me explico. Creo que crece esa manera de vivir que consiste en decir y hacer cosas sin ser conscientes de lo que se dice o lo que se hace. Por ejemplo, saludar significa desear salud a quien te encuentras o querer que tenga un buen día o, al menos, tener un detalle cariñoso con esa persona. No sé cuál será el significado de “Venga”. No es el único caso. Todos los elementos positivos y agradables que tiene la realidad quedan subsumidos hoy en la expresión “Qué guay”, que sabe Dios (o no) qué significará de manera concreta. Al igual que “mola”, o “es lo más”, o la manía de calificar cualquier pequeña subida de tono en alguna cualidad como “super, mega, hiper”. Cuando tal subida sea verdaderamente significativa, no sé qué expresión se usará para designarla. Por no hablar de la funesta manía de soltar expresiones en las que falta el sujeto o el verbo o cualquier otro elemento que contribuya a expresar el significado.

Ojalá me equivoque, pero me parece que vamos volviendo de prisa a la era del gruñido, a la forma sin contenido, a la apariencia vacía, a la nada rellena de ruido.

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