Mostrando entradas con la etiqueta tolerancia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta tolerancia. Mostrar todas las entradas

miércoles, 29 de enero de 2020

Buenos días. Estaciones



La tolerancia es la estación de salida. 
La de llegada es la igualdad. 
Buenos días.

miércoles, 28 de agosto de 2019

Buenas noches. Tolerancia




La revista WMagazín ha invitado a quince escritores, artistas, editores, intelectuales y promotores de cultura a elegir o rescatar una palabra o concepto que se debería practicar en estos tiempos del ruido y explicar por qué.

Tolerancia

Reivindico la palabra Tolerancia. Tolerancia es el valor que nos ha hecho libres desde que ha nacido el sistema constitucional. Lo que cambió de la Edad Media a la Edad Moderna, la utilización de grandes filósofos de una teorización de la tolerancia que recuperaba valores y ha servido de apoyo para lo mejor de los seres humanos y la democracia”: Santiago Muñoz Machado, escritor y director de la Rea Academia Española en un artículo que publiqué en El País Semanal, de El País.

Buenas noches.



sábado, 2 de marzo de 2019

Buenas noches. Derechos humanos




Todo lo que quepa dentro de los Derechos Humanos debemos tolerarlo. Con lo que quede fuera, tolerancia cero. 

Buenas noches.

domingo, 3 de julio de 2016

Buenas noches. La libertad y la igualdad




La libertad encuentra todo su sentido dentro del marco de los Derechos Humanos. 

Mientras se respeten los Derechos Humanos, nadie puede moralmente intentar prohibir, suprimir o retirar nada que hagamos en nombre de la libertad. 

Estas acciones contrarias a la libertad no pueden ser toleradas en el marco de los Derechos Humanos. 

Hay que ser sumamente intolerantes con quienes van en contra de los Derechos Humanos o actúan al margen de ellos. 

La libertad tiene toda su razón de ser dentro del ámbito que se genera cuando se reconoce la igualdad de derechos para todas las personas. 

Buenas noches.

sábado, 23 de enero de 2016

Hay. ¡Ay!



Hay 
Hay caspa, pero no todo es caspa.
Hay cosas nuevas, pero no todo es nuevo.
Hay democracia, pero no todo es democracia.
Hay buena voluntad, pero no toda voluntad parece buena.
Hay que ser tolerantes, pero no todo es tolerable.
Hay sensibilidad, pero poca.
Hay ética, pero muy poca.
¡Ay!

sábado, 5 de julio de 2014

Buenas noches. Como cada uno quiera




Hay que tener una mente muy mal organizada y una moral muy poco humana para no dejar ser y vivir a los demás como cada uno quiera. Buenas noches.

jueves, 26 de junio de 2014

Buenos días. Este jodido mundo




Si en el mundo no hay cariño, nobleza, comprensión, tolerancia y buena voluntad, el mundo no merece la pena. Es posible que yo sea el primero que estropee el mundo. Pero estoy seguro de que no soy el único. Buenos días.

domingo, 26 de enero de 2014

miércoles, 22 de mayo de 2013

Ser tolerantes ¿siempre?




Me gustaría, por si sirve para deshacer algún posible malentendido, intentar aclarar aquí qué es lo que se entiende por tolerancia.

Ser tolerante consiste en permitir y respetar las ideas, las creencias y los hechos de los demás, aunque sean diferentes a los que uno mismo tiene. Es lo más alejado a querer imponer a los demás la propia manera de entender la vida. Quien pretende esto último se dice que es un intolerante.

La tolerancia es una virtud democrática de mucho valor humano, pero tiene unos límites claros: no todo debe ser tolerado. Si una persona defiende la conveniencia de matar a los que piensan de otra manera o de tratar a las mujeres como seres inferiores, no se le deben tolerar esas actuaciones. ¿Dónde está el límite de lo que se debe tolerar? En la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Dentro del marco en donde se respeten los Derechos Humanos, todo debe ser tolerado, pero ante todo aquello que viole tales derechos, hay que mostrar la más firme intolerancia o, con denominación más actual, una tolerancia cero.

Los Derechos Humanos marcan, pues, los límites dentro de los cuales es posible una vida humana y éticamente admisible. Hay, sin embargo, en nuestra sociedad una tendencia, cada vez más fuerte, que reclama tolerancia para todo lo que favorezca los intereses de los defensores de esa tendencia. Esa forma de pensar es la que se denomina neoliberalismo, para el que no hay límites en la actuación humana, ni en lo económico ni en lo social. Su lema es el ya sabido 'Todo vale', en nombre del cual prácticamente cualquier actuación está permitida. Se puede explotar salvajemente al obrero, se pueden suprimir derechos, se puede molestar a los ciudadanos, se pueden hacer leyes que vayan en contra de las personas o se pueden hacer guerras al margen de los organismos internacionales.

Este 'Todo vale', este todo debe ser tolerado cala también en los comportamientos habituales de las personas, quienes, a fuerza de no recibir una educación que las convierta en ciudadanos libres y responsables, van perdiendo la noción de respeto, de la vida como el lugar en el que debemos caber todos, de la conveniencia de no molestar. Frente al carácter social de la vida, que se manifiesta desde los primeros hasta los últimos momentos de la existencia, estas personas imponen un individualismo egoísta, sin que importe nada que no sea el hacer en cada momento lo que les apetece.

Si se observa la vida en cualquier lugar de la ciudad, comprobaremos enseguida cómo hay seres humanos que van haciendo ruidos innecesarios y molestos, que tratan a los demás como si fueran basura, que ni se les ocurre pensar que en los lugares públicos todos -no sólo ellos- tienen derecho a hacer lo que quieran, pero sin interferir en la vida de los demás. Es un estilo de vida salvaje, en donde vence el que grita más, el que más tiene o el primero que llega, pero en donde lo humano brilla por su ausencia. El uso de los espacios públicos -o sea, de todos- como si fueran privados es un ejemplo cada vez más abundante de esta mentalidad.

No hace mucho viajaba yo en tren y tuve -tuvimos- que soportar durante todo el viaje a tres individuos que no pararon de hablar a voces, como si el coche fuera el salón de su propia casa. Nadie pudo dormir, ni leer ni estar a gusto porque estos tres seres imponían su capricho a costa de los derechos de los demás. Sólo pudimos estar tranquilos mientras estas tres personas, incumpliendo lo que les decían por el altavoz y yendo en contra de la propia lógica, se bajaban del tren en las cortísimas paradas para fumar. El día anterior tuvimos que irnos de un bar, en donde se había instalado un grupo de personas que gritaban como energúmenos y que se reían haciendo tal ruido que era francamente molesto permanecer allí.

Me llamaron intolerante por decir lo anterior, pero creo que estos comportamientos maleducados, impropios de un mundo humano, no deben ser tolerados. Nada de lo que sirva para que en el mundo sólo quepan unos pocos debe ser tolerado. Todo lo que escape del marco en donde se respeten a todas las personas debe ser objeto de nuestra intolerancia.


jueves, 28 de marzo de 2013

Buenas noches. El contexto


Dependemos del contexto una barbaridad. Por lo menos, yo. Nos cambian el contexto, la ciudad, las herramientas habituales, la alimentación y la forma de vivir, y la vida salta a pedazos. Muchos aspectos de estos se podrían suavizar con un poco más de tolerancia, pero hay otros que son inevitables y superarlos exige un esfuerzo que lamentablemente hay que realizar. Tan importante como vivir es dejar vivir. En esto se nota mucho la elegancia, pero hay veces en que la elegancia se convierte en un bien escaso. Te invito a que seas elegante contigo hoy, te trates bien, te fijes en lo bueno del día y rememores en tu mente el cariño con el que tratas a quienes quieres. Buenas noches.

lunes, 25 de febrero de 2013

No hay que tolerar el fascismo







Creo que hay que pararse un poco y dejar bien claro un asunto. La tolerancia es un valor muy humano y muy importante, siempre que se mueva dentro de unos límites marcados por los Derechos Humanos y por la democracia. Fuera de estos límites, un ser humano debe ser inequívocamente intolerante con todo lo que encuentre. Deberíamos tener adquirida ya la costumbre de denunciar y de protestar contra todo individuo que ensalce posturas antidemocráticas, irrespetuosas o que no respeten los derechos de todos los ciudadanos.

Dicho esto, parece cada día más claro que el PP está lleno de individuos fascistas y antidemócratas que se creen con el derecho de expresar sus opiniones en público sin que nadie les exija que se callen. Últimamente ha sido un individuo llamado Salvador Victoria, que, inexplicablemente, ocupa un puesto en el poder y cuyo ejercicio se paga con el dinero de los ciudadanos, el que nos ha insultado sin que su actitud haya sido convenientemente censurada. Posiblemente este individuo se crea que el poder es suyo y que tiene bula para decir disparates y para faltarle al respeto a los ciudadanos. Ha tenido la osadía, la falta de sensibilidad humana, la desfachatez ciudadana y el desparpajo en mostrar su escasa formación y su nula preparación para desenvolverse en la ciudad, al equiparar la protesta ciudadana del 23 de febrero con el golpe de Estado ocurrido hace años un día similar.

Este tipo de manifestaciones, hechas por personajes con poder político, deberían herirnos profundamente porque son un atentado contra nuestra dignidad y contra la convivencia pacífica de los ciudadanos. No deberíamos tolerar que un insensato asilvestrado como este señor dijese esas barbaridades insultantes en público y no le cesaran o no dimitiera. Deberíamos acostumbrarnos a gritar contra este tipo de comportamientos y contra todos aquellos que los encubren y que no reaccionan defendiendo a los ciudadanos. O despertamos o va a llegar un momento en que va a ser tarde.

No queremos a gente como Salvador Victoria en el poder ni a encubridores como Mariano Rajoy y su banda. Deberíamos tener claro que no debemos pagarle el sueldo ni darle el voto a estos enemigos de los ciudadanos, so pena que seamos como ellos.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Esfuerzo por no odiar




Muchas veces me ha ocurrido lo mismo. Voy con alguien de derechas y procuro no hacer ciertos comentarios para evitar que se pueda sentir mal y que surja una situación desagradable. Pero, en cambio, los de derechas no se privan de soltar, con una actitud altiva y como fruto del resentimiento, todo lo que les da la gana, con sentido o sin él, con buena información o sin ella, con los frutos de la racionalidad o con los malos olores de las vísceras podridas. Parece que van siempre como si su verdad fuera la única posible y como si los que no piensan como ellos no tuvieran derecho a pensar como lo hacen. Es como si te quitaran el derecho a ser. Hay que hacer un verdadero esfuerzo para no odiarlos.  

martes, 5 de julio de 2011

Cristianos




Conozco a personas cristianas que son muy generosas y que dan su vida a quien la necesita e, incluso, a quien no la necesita, pero de manera gratuita. Son personas abiertas, tolerantes, cercanas y profundamente admirables por su humanidad.

Y conozco también a otras personas, que igualmente se dicen cristianas, pero que no dan gratis ni los buenos días. No sé si se habrán acostumbrado a dar para recibir a cambio la vida eterna y proyectan eso en cualquier circunstancia o es que les gusta la liturgia y andan de misas y de encuentros y así se sienten curados de su debilidad humana. No he encontrado entre estos ninguno de quien pueda decirse que es abierto o tolerante ni que pueda ser considerado admirable por ninguna virtud. No tienen ningún mensaje positivo que transmitir y más bien son un obstáculo para desarrollar una vida sana y en libertad.

jueves, 4 de noviembre de 2010

No entiendo






No entiendo cómo los de la derecha abuchean y critican las medidas que ha tomado Zapatero, tan parecidas a las que habrían tomado ellos. ¿No parece que lo que quieren, más bien, es el poder y no tanto resolver los problemas del país? ¿Y para qué querrán el poder, si no hacen nada por mejorar la situación?

No entiendo la crítica que le está haciendo la izquierda a Zapatero. ¿Qué es lo que van a conseguir de rebote?

No entiendo la ingenuidad de pensar que el PP lo va a hacer de forma más favorable para los ciudadanos y, especialmente, para los más necesitados.

No entiendo tanta permisividad con los que no respetan los valores de la Constitución.

No entiendo que a un ciudadano extranjero se le pidan papeles, y a uno nacional, que, con ropita de marca y ondeando bichos negros, berrea en cualquier sitio, no se le exija nada.

No entiendo tanta tolerancia con los que fomentan el odio y la tensión.

No entiendo tanta calma cuando se están despertando enfurecidos y se están colando por todas las rendijas.

No entiendo este país.

viernes, 30 de abril de 2010

Pañuelo / 4

La tolerancia, como dijo el poeta Walt Whitman, es la capacidad de ver no a un blanco o a un negro o a un judío o a un musulmán, sino a un ser humano. Las escuelas que, de una manera innecesaria y absurda, prohíben acudir a los alumnos vestidos con las ropas que ellos han elegido y que no atentan contra nadie creo que hacen gala de una mentalidad intolerante.

Platón, en su sistema racionalista, defendía que el gobernante debería ser el sabio y que su característica más importante sería la prudencia. La condesa gobernanta de la Comunidad de Madrid ha sido muy imprudente afirmando que en su opinión se debería prohibir que las alumnas musulmanas acudieran a clase sin cubrirse la cabeza con el hiyab. Y, como ya he manifestado en este blog, es también muy hipócrita defendiendo medidas institucionales acordes con una religión y prohibiendo, a la vez, actitudes individuales propias de otra. Un alarde de arbitrariedad muy peligrosa en manos de una política intelectualmente inmadura.

La intolerancia de un Consejo Escolar de una escuela que dicta a su capricho medidas absurdas y sin justificar racionalmente, junto con la ignorancia, la hipocresía y la imprudencia de una gobernanta acostumbrada a hacer y decir lo que le viene en gana han provocado la reacción de las asociaciones de musulmanes residentes en España que temen que se recorte la libertad religiosa en el país, si es que el hiyab se convierte en un arma electoral y se dificulta a las alumnas musulmanas el ejercicio de su derecho a la educación. Una gratuita espiral que esperemos que no acabe en sufrimientos y en dificultades.

Mierda de país. Aquí todavía hay mucha gente que quiere mandar sobre los demás. Aquí abundan lamentablemente los que no tienen un concepto sano de lo que es la libertad, ni de lo que son las libertades ni los derechos individuales ni la democracia. Aquí todavía hay muchos que intentan tapar su propia incapacidad dando lecciones sobre cómo deben actuar los otros. Aquí mucha gente se empeña en crear un mundo en el que cada vez sea más difícil vivir para más gente. No sé en qué acabarán estas actitudes y esta situación.



miércoles, 28 de abril de 2010

Pañuelo / 3



¿Se debe regular el uso del velo por parte de las mujeres musulmanas? Esta es una de las preguntas que late en las discusiones que de manera tan poco clara se plantean en muchos sectores de la sociedad actual.

No creo que nadie defienda la necesidad de regular el uso de los zapatos deportivos, a pesar de que los pies de los jóvenes sufren en gran medida sus efectos. Tampoco, aunque hay gente para todo, creo que admitirá nadie que en los Centros educativos se impida a los alumnos o alumnas ir sin mangas o con pantalón corto. Ni me parece que nadie se empeñará en crear una norma para que curas y monjas dejen en su casa sus uniformes y vayan por la vida como si fueran ciudadanos comunes. Si esto es así, ¿con qué argumentos se crean normas en los organismos públicos que impiden que una mujer vaya vestida como le venga en gana? Los derechos individuales son derechos de cada persona y nadie debe inmiscuirse, salvo que genere un problema de orden público, en regular su ejercicio. Y seamos sinceros: ¿quién genera el posible problema de orden público, la mujer que usa un hiyab o la norma que lo prohíbe? Una mentalidad más abierta, como es, por ejemplo, la británica en estos temas, ayudaría a normalizar una situación que está siendo manejada mediáticamente por las personas de actitud más intolerante.

Creo que una cosa es que, en una sociedad libre y democrática, las familias y los profesores traten y debatan con los alumnos las condiciones higiénicas y de respeto que deben tener los atuendos de cualquier ciudadano, aportando argumentos científicos, estéticos o culturales para que puedan decidir por sí mismos y con conocimiento de causa cómo ir vestidos, y otra muy distinta es que alguien se dedique a regular a su capricho y sin argumentos racionales la vestimenta que deben usar los demás, prohibiendo o tolerando pañuelos, gorras, tirantes o lo que les dé la gana.

Y otra cosa totalmente distinta, que no tiene nada que ver con estos asuntos pero que muchos los mezclan sin saber lo que hacen, es que desde las instituciones públicas se promueva la exhibición en lugares públicos de símbolos religiosos. Esto sí que no se puede tolerar, ni ética ni estéticamente, porque supone la imposición a todos de lo que sólo es válido para unos pocos.

.

jueves, 22 de abril de 2010

Pañuelo / 1


Hay actualmente una polémica sobre el derecho al uso del velo por alumnas de cultura o de religión musulmanas. Al parecer, el problema está en si se les permite asistir a clase con el hiyad, el pañuelo que les cubre el pelo, o si, por el contrario, se debe prohibir su uso.

Reconozco que, como siempre que hay valores y derechos en conflicto, la solución es difícil. Por eso, te invito a que pongas aquí tus argumentos o tus reflexiones, con el ánimo de que podamos aclararnos todos un poco más.

Lo que a mí se me ocurre sobe este asunto es lo siguiente:

  1. El problema del velo es muy complejo porque no puede ser interpretado únicamente en clave religiosa. Ya desde este punto de vista es controvertido aun dentro del propio Islam. Pero es que, a la vez, el velo tiene un componente machista, de dominación de la mujer por parte del hombre, otro componente de identificación cultural, otro de moda, otro de imposición familiar y, no sé si por fin, otro de libre elección personal. Simplificar el problema considerando únicamente el componente religioso es no entender la situación y ponerse en riesgo de cometer un disparate.

  2. Creo que hay que tener presente que el uso del velo es un derecho individual. Y los símbolos religiosos pueden enfocarse o bien desde una perspectiva individual o bien desde una colectiva, institucional. Quiero decir que es distinto plantearse si se ponen crucifijos en las clases que si una alumna se pone el velo. En el primer caso, la institución obliga a todos a participar de un símbolo religioso. En el segundo, cada cual se pone o se quita lo que quiere, sin que se obligue a los demás a hacer lo mismo ni a participar de ninguna simbología.

  3. Una vez conocí a una profesora que no permitía que, en la época del calor, las alumnas fueran a clase con una camiseta de tirantes, es decir, sin mangas. A mí me parecía ridícula tal pretensión por lo que tenía de imposición a los demás de una elección propia. ¿Con qué derecho obligaba la profesora a las alumnas a ir a clase como a ella le daba la gana? Una cosa es debatir sobre la idoneidad de un determinado atuendo para asistir a un sitio o a otro y otra es imponer criterios propios a los demás. Creo que se debe debatir con argumentos racionales sobre por qué no conviene ir a un concierto en el Auditorio Nacional en chándal ni a una discoteca en calzoncillos. Pero otra cosa bien distinta es obligar a los demás a que vayan como uno cree que deben ir.

  4. Yo tengo en clase alumnas que van con velo. Por una idea básica de respeto, no me he atrevido nunca a preguntarles por qué lo hacen ni mucho menos a decirles que se lo quiten o que se lo pongan. Lo que sí he hecho es debatir asuntos que creo que pueden ayudarles a que ellas mismas confirmen que deben ponérselos o a que decidan que deben quitárselo. Por ejemplo, he contado las razones higiénicas por las que no es conveniente permanecer en lugares cerrados con la cabeza cubierta, ya que el pelo sufre un calor excesivo y puede caerse. He hablado también de las costumbres machistas de obligar a la mujer a vestirse de una determinada manera y del machismo asumido por algunas mujeres que ven como normales estas reglas impuestas por los hombres. Pero esto lo hemos debatido todos y todas, tanto los que pretenden ir a clase con una gorra puesta como las que van con el velo o los que no llevan ninguna de las dos coass. Y, en lo individual, allá cada cual con su atuendo y con su pelo y con su imagen y con su vida. ¿Van a salir mejor formados como personas si se les obliga a ponerse el velo o a quitárselo? Lo que nos forma es saber el por qué de cada norma.

  5. El por qué de cada norma. Me parece que esta es la clave. El 70% del calor corporal tiende a salir por la cabeza. Si estás en un lugar en el que no hace frío y te cubres la cabeza, el pelo sufre un sobrecalentamiento dañino para él. Esto es lo que hace, por ejemplo, que en los pueblos en donde los hombres tienen la costumbre de ir siempre con la boina puesta muchos de ellos estén calvos. Lo que te hace cumplir una norma es su racionalidad. Y la razón, no el interés o el capricho, debe suministrar argumentos universales, válidos para todos.

Recuerdo que una vez presenté esto ante un grupo de profesores como el argumento que justificaba el que los alumnos no fueran con gorra a clase y como lo que había que decirles para convencerlos. Algunos profesores ponían cara de extrañeza y otros claramente se reían. Participaban de la idea de que las llamadas normas de educación son como caprichos establecidos que hay que cumplir de manera más o menos ciega y automática. Esto es muy pernicioso. Cada norma debe tener detrás una razón que haga ver la necesidad de cumplirla. Si no es así, hay que buscarla y, si no se encuentra, no hay por qué cumplirla. No somos marionetas cumplidoras de normas, sino seres humanos que debemos actuar racional y libremente.

  1. No acabo de entender que quienes se empeñan en defender que en la escuela pública se den clases de religión se permitan el lujo de opinar que las alumnas no deben usar el velo. Creo que quien piense así muestra un extraño perfil intelectual y una dosis de hipocresía que lo hacen peligroso para la convivencia en la sociedad.

  2. Pero esta es mi opinión, que sigue en proceso de búsqueda de elementos que la perfilen un poco más. No sé si tú querrías decir algo.

.

domingo, 7 de febrero de 2010

Los profesores y la noche

Tuvo lugar días pasados una especie de congreso sobre “Los profesores y la noche” que perseguía tanto el descanso en la lucha como la cohesión entre el grupo. El resultado fue excelente y los participantes manifestaron sus deseos de que pronto tenga lugar una segunda edición, sin importarles que fuera sobre el mismo tema.

El congreso tuvo lugar en un espacio denominado “Casa Parrondo”, célebre en la capital tanto por sus aportaciones como por sus deportaciones. Para la ocasión ofreció una amplia gama de pixines, preparados de diversas formas, que fueron muy bien recibidos por los congresistas.

Pero la excelencia del condumio no es suficiente para olvidar el cariz ideológico que posee el propietario del lugar, a pesar del cual parece que no le va mal con el negocio. Yo nunca hubiese elegido ir a un lugar caracterizado por la homofobia y por las faltas de respeto. Si fui, lo hice por no desairar a mis compañeros, muchos de los cuales no sabían nada de estas circunstancias.

Quiero poner aquí, para que lo vean todos lo quieran, el relato de lo que ocurrió hace un par de veranos en este lugar.

Toma 1

Toma 2

Toma 3

.

jueves, 7 de mayo de 2009

¿Cómo educar a un hijo?


Estoy leyendo un libro interesantísimo escrito por Héctor Abad Faciolinde y titulado El olvido que seremos. No lo he terminado, pero de momento es el relato que hace un hijo de cómo fue educado por su padre, al que adoraba.

Quiero trascribir aquí un párrafo porque pone de manifiesto con claridad un estilo de educación, una forma de construir al hijo como ser humano.

Te confieso que yo no sé en qué sentido pronunciarme, si a favor o en contra de ese estilo. Pero me gustaría que, si tienes alguna opinión sobre este texto, que la pongas aquí porque así aprenderemos todos un poco. Gracias.

El texto dice así:

"Mi papá siempre pensó, y yo le creo y lo imito, que mimar a los hijos es el mejor sistema educativo. En un cuaderno de apuntes (que yo recogí después de su muerte bajo el título de Manual de tolerancia) escribió lo siguiente: “Si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad”. Es posible que nadie, ni los padres, puedan hacer completamente felices a sus hijos. Lo que sí es cierto y seguro es que los pueden hacer muy infelices. Él nunca nos golpeó, ni siquiera levemente, a ninguno de nosotros, y era lo que en Medellín se dice un alcahueta, es decir, un permisivo. Si por algo lo puedo criticar es por haberme manifestado y demostrado un amor excesivo, aunque no sé si existe el exceso en el amor. Tal vez sí, pues incluso hay amores enfermizos, y en mi casa siempre se ha repetido en son de chiste una de las primeras frases que yo dije en mi vida, todavía con media lengua:

-Papi: ¡no me adores tanto!"
.

lunes, 26 de enero de 2009

¿Por qué se ofende este hombre?


El ciudadano Antonio María Rouco Varela, cuya única profesión conocida es la de sus creencias, que ya es para echarse a temblar, me está empezando a calentar las castañas.

Cuando el ciudadano Rouco dice creer en dios, yo, que no profeso tal creencia, no me siento ofendido por ello ni por él. Tampoco creo que ninguna persona razonable, sensata, adulta, con un sentido maduro de la democracia, tolerante, ocupada en vivir su vida y que no tenga las creencias que pregona el citado ciudadano se sienta ofendida por que este señor crea en lo que cree.

Cuando el ciudadano Rouco prohíbe a sus seguidores el uso de condones y, en general, de métodos anticonceptivos, yo no me siento ofendido. Me parece una monstruosidad más propia de alguien por quien aún no ha pasado la Ilustración y que, ante el fenómeno del SIDA y el de los embarazos no deseados, se empeña en mirar hacia otro lado, que de personas que ocupan puestos destacados en una organización, aunque ésta sea religiosa. Sé que muchísima gente está en contra de ese disparate, pero no por eso se sienten ofendidos. Allá cada cual con lo que dice y con lo que obedece.

Si toleramos que el ciudadano Rouco crea en lo que cree y que diga lo que dice, ¿por qué entonces el ciudadano Rouco, ante la presencia de autobuses en los que se dice que “probablemente dios no exista”, dice lindezas tales como que “los medios públicos no deberían ser utilizados para socavar derechos fundamentales” o que los creyentes tienen derecho “a no ser heridos y ofendidos en sus convicciones”? ¿Todavía no se puede decir en público que, según alguien, dios no existe, porque quien cree que sí existe se ofende? ¿Tan débiles son esas creencias que la postura contraria se vive como una ofensa? ¿En qué siglo habita este ciudadano? ¿Y en qué siglo quiere que habitemos los demás?

El ciudadano Rouco se atreve, además, con una osadía que linda con el mal gusto, a pedir a las autoridades –que, por lo que se ve, cree que están a su servicio- que “tutelen como es debido el derecho de los ciudadanos a no ser menospreciados y atacados en sus convicciones de fe”.

Quiero que sepa el ciudadano Rouco que yo no me callo ni me voy a callar porque su hipersensible (para lo que le interesa) personalidad se sienta ofendida. Que él no es nadie para decirme a mí lo que puedo decir y lo que no puedo decir. Que me siento con todo el derecho del mundo a expresar lo que pienso y a avisar a mis conciudadanos de lo que me parece una actitud antidemocrática, trasnochada e inhumana. Que si se ofende, que revise con seriedad sus mecanismos psicológicos, porque puede que algo no funcione de manera saludable, racional, cívica o humana en ellos. Que sería bueno que tomara de donde pudiera un poco de sentido del ridículo y, sobre todo, que dejara vivir tranquilos a los demás. Pero ¿quién se cree este ciudadano que es? ¿quién le paga a este ciudadano para que diga estas cosas?

Y a las autoridades civiles les pediría que abordaran de una vez por todas las antidemocráticas normas que regulan las relaciones del Estado con la Iglesia católica. Ya está bien de tolerar lo intolerable.
.