Mostrando entradas con la etiqueta profesionales. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta profesionales. Mostrar todas las entradas

lunes, 19 de junio de 2023

Gracias



 


Una profesión es una manera de ganarse la vida, pero también y con la misma importancia, es una forma activa de ser y de estar en el mundo, de crear el pequeño gran mundo de cada uno, de tratar a los demás y de construirse la propia vida.

Todas las profesiones son necesarias. En cuanto nos falta un profesional de alguna de ellas, vivimos peor. Por eso, creo que lo razonable y lo ético es que cada uno desempeñemos nuestra profesión de la mejor manera posible, dando lo mejor de nosotros mismos y siendo conscientes de que estamos influyendo en que la vida de las demás personas sea mejor. Cuando el panadero, el médico, el entrenador, el camarero, el vendedor, el conductor, el fontanero, el político, el empleado de la ventanilla, el jefe o el compañero hacen bien su función y se dan cuenta con orgullo de que te están ayudando a que vivas mejor, nos reconfortamos todos: el profesional, porque se da cuenta de que lo está haciendo bien, y el ciudadano, porque su vida es mejor cuando le atienden buenos profesionales.

Hay que darles siempre las gracias a los buenos profesionales que nos encontremos en el camino.

jueves, 16 de octubre de 2014

Buenas noches. Un síntoma




Creo que un síntoma de que nuestra sociedad está enferma -y, con ella, nosotros- es que hay ocasiones en las que nos cuesta trabajo creer en ciertos profesionales. 

Buenas noches.

jueves, 25 de abril de 2013

¡Personas cariñosas!




Ayer acudí a un servicio público en donde me atendieron dos profesionales. El trato fue exquisito desde un principio. Me reconocieron, hablando posteriormente, que, además de ejercer bien su profesión, querían ser personas simpáticas y cariñosas. Me quedé gratísimamente sorprendido y con una enorme alegría interior al comprobar que aún es posible... Buenos días.

martes, 9 de octubre de 2012

Mirando por la ventana. Profesionales




Indisolublemente unida al profesional está la persona. No se pueden separar ambos aspectos, pero sí se pueden distinguir. Al profesional se le exige eficacia y competencia en el ejercicio de su función. A la persona se le debe exigir una actitud ética que le permita vivir en la sociedad como un ser humano. Cuando uno de los dos aspectos falla, nos encontramos con una disfunción social que nos lleva a pedir responsabilidades o a remover al causante de esa situación anómala.

Pongamos algunos ejemplos. A un profesor se le exige que sepa la materia que tiene a su cargo y que la explique bien, pero, además, que su actitud personal sea de respeto y de buen trato con sus alumnos. A un médico, por su parte, le pedimos que sepa curar, pero también que trate correctamente al enfermo, con calidad humana y con una actitud positiva.

Pero ¿qué cabe pedirle, sea el caso, a un policía? La eficacia y la competencia se le suponen, pero ¿y su actitud ética? ¿Se justifica éticamente el propio policía sus intenciones cuando reprende brutal e indiscriminadamente a unos manifestantes o ni siquiera se lo plantea? Es cierto que suele recibir órdenes, pero ¿debe cumplir unas órdenes con visos de ser injustas? ¿Considera, quizás, que estas son exquisiteces delicadas propias de señoritos y señoritas que no saben nada de la vida? Mi escasa experiencia con la policía me hace, sin embargo, no tener que llegar a extremos demasiado violentos para ver que aquí hay problemas. Recuerdo una vez que le pregunté a uno si sabía qué pasaba con los autobuses, porque tardaban demasiado en llegar a la parada, y me respondió en un tono intimidatorio, prácticamente gritando, que él no sabía nada de eso. Me quedé sin ganas de recurrir en el futuro a la policía para preguntarle nada. La conclusión que saco actualmente de la actitud de estos señores es que parece que no necesitan que se les respete ni que se les considere bien por parte de los ciudadanos. Valoran más, al parecer, la mera obediencia y la brutalidad que su condición humana. Ellos verán.

Y, por poner un último ejemplo, qué decir, de las personas que forman el Gobierno de nuestro país. La eficacia y la competencia que, como profesionales, habría que exigirles se cae cada día un poco más. Y su actitud ética parece muchas veces ausente, como les suele ocurrir a los que, en medio de su profunda ignorancia, confunden la ética con la religión, y recurren absurdamente a Vírgenes y Santos para que les apoyen en sus desvaríos. El pueblo quizás no distinga estas cosas, pero sí ve cada vez más que ni como personas ni como políticos valen para algo. Y así vamos cuesta abajo sin remedio.