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miércoles, 20 de noviembre de 2013

Buenas noches. No al miedo





Desde mi más tierna infancia fui educado con el miedo como el principal criterio. Miedo a mis padres, a los profesores, a los curas, a los compañeros mayores que yo, al frío, al qué dirán, a dios, al fuego eterno y a que me fuera a hacer daño lo que comía. El miedo habitaba en mí y yo, con una docilidad que asustaba, le daba cobijo sin oponerle la menor resistencia.

Por fortuna pude cambiar el decorado de mi vida, ver otros mundos y, sobre todo, descubrir otros criterios, comprobar las consecuencias de los miedos y aprender a usar otros elementos más valiosos. Me di cuenta de que el miedo encierra una dosis muy peligrosa de negatividad que termina afectándote no sólo a la mente, sino también al cuerpo. También el cuerpo acusa los impactos del miedo. La mente puede hacer cosas con nuestro cuerpo que a veces no sospechamos, y el miedo sabe aprovecharse de ello.

Aún no me he quitado de encima del todo este maldito recurso al miedo ni creo que lo logre en toda la vida. Maldigo a quienes le meten el miedo en el cuerpo a los niños y lo usan para amenazar a cualquiera y conseguir lo que quieren. He aprendido a valorar más lo positivo, lo constructivo, a practicar la libertad creativa, a creer que casi nunca ocurre lo peor y que, aunque ocurra, quedan todavía muchas soluciones. Le he perdido el miedo al miedo y, aunque sus raíces son muy profundas, los frutos que salen hoy de mi serán mejores o peores, pero están en muchas ocasiones libres de ese peligroso olor a miedo. Buenas noches.

sábado, 20 de julio de 2013

martes, 23 de abril de 2013

Buenas noches. Vive en positivo




Nunca hay que bajar la guardia. Nunca hay que abandonar la lucha. Siempre hay que mantener la esperanza. La mente tiene que estar positiva siempre. Siempre puede ocurrir lo inesperado. No somos los únicos dueños de nuestras vidas, ni para bien ni para mal. Siempre cabe la posibilidad. La alegría hace milagros. Vivamos en positivo. Envía siempre toda la positividad de la que seas capaz. Y todo el cariño. La nube de tus deseos tiene que ser de color positivo. Buenas noches.

viernes, 29 de julio de 2011

Letras que hago mías: Optimistas a la fuerza, pase lo que pase



El pensamiento positivo impone que la crisis es una oportunidad y no una desgracia - Esta seudoideología arrasa en EE UU y defiende que no falla el sistema, sino la actitud de cada uno

RAMÓN MUÑOZ
EL PAÍS  -  Sociedad - 17-07-2011

"Ya, ya, sabemos que está en paro, pero con esa actitud negativa no se llega a ninguna parte. Sonría, sonría". "Sí, sí, puede que tenga cáncer pero no interiorice lo que le está pasando como una desgracia sino como un desafío". No, no es un diálogo inventado. Estas frases se han convertido en un lugar común y resumen la corriente de pensamiento de que la desgracia en sus variadas formas no es, en realidad, un infortunio sino un reto, y que acabar en las filas del desempleo o contraer una enfermedad grave, por ejemplo, es una oportunidad de cambiar de vida, de superación personal.

La llegada de la crisis más dura desde la Gran Depresión de 1929 ha acentuado esta teoría conocida en Estados Unidos como pensamiento positivo. Esta pseudoideología casi infantil es suscrita al alimón por economistas, políticos, psicólogos, médicos y estrellas de la televisión. Según la misma, las víctimas de la crisis no solo tienen que sufrir en silencio su desgracia sino que casi se ven obligadas a estar contentas, como ha denunciado la escritora estadounidense Barbara Ehrenreich en su libro Sonríe o muere (Editorial Turner, 2011), que ha resultado todo un alarido contra "la trampa del pensamiento positivo".

La autora ejemplifica este pensamiento en el acoso psicológico que sufren los parados en los seminarios de motivación y cursos de recolocación, tan de moda ahora, sobre todo tras los ajustes en las grandes empresas. "Había gente a la que habían echado del trabajo y que se dirigía cuesta abajo y sin frenos hacia la pobreza, a la que se decía que debía ver su situación como una oportunidad digna de ser bienvenida. También en este caso el resultado que nos prometían era una especie de cura; la persona que pensaba en positivo no solo se sentiría mejor mientras buscaba trabajo, sino que para ella ese trámite acabaría antes y más felizmente". (...)

El positivismo como ideología también prende en España. En el ámbito político, el presidente del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, ha hecho del optimismo la misma razón de su Gobierno. Desde su famosa negación de la crisis ("No estamos en crisis. Solo tenemos alguna dificultad que nos viene de fuera" (7 de febrero de 2008), a sus reiteradas acusaciones de "antipatriotas" a los que alertaban sobre ella o aquella categórica advertencia cuando el paro comenzó a desbocarse: "El pesimismo no crea ningún puesto de trabajo" (1 de junio de 2008). Su optimismo tampoco parece que haya servido de mucho. Desde que pronunciara esa frase, el número de parados se ha incrementado en dos millones y medio.

Curiosamente, el PP también bebe de la misma ideología. Su receta para remontar la crisis es conjurar la palabra mágica, "confianza", sin más concreciones. (…)

Uno de los argumentos falaces que emplean los positivistas es dividir el mundo entre los que piensan en positivo como ellos y los pesimistas depresivos. Y está claro que, puestos a elegir, es preferible vivir en una nube que sumergido en una ciénaga melancólica. En esta división interesada se olvida que hay otra categoría de seres humanos que han contribuido mucho más que cualquier otra al progreso: los realistas.

Afrontar los problemas desde el realismo, aunque eso implique un pesimismo inicial, hubiera, por ejemplo, suavizado las consecuencias de la crisis financiera internacional. Como relata de forma magistral el documental Inside job, cualquiera que se atrevía a alertar sobre la enorme burbuja que se estaba cociendo en torno a los productos financieros tóxicos, basados en hipotecas impagables, era automáticamente ridiculizado o condenado al ostracismo. Los signos de que toda esa riqueza se estaba construyendo sobre una enorme montaña de deuda sin ningún sostén eran cada vez más evidentes y las voces que lo denunciaban también. (…)