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viernes, 22 de mayo de 2015

Los viernes, etimologías. Mejor, muy, multa



MEJOR, MUY, MULTA

El Diccionario de la RAE contiene 88.000 palabras. Y se estima que el léxico de una lengua es un 30% más de lo que viene en los diccionarios. Luego el castellano tiene unas 115.000 palabras. Pero el de americanismos tiene otras 70.000. Y el Diccionario Histórico, palabras que alguna vez se usaron, tiene 150.000, y se sigue trabajando en él. Hay un diccionario danés con más de 300.000 y uno italiano con más de 500.000 palabras. Depende del criterio sobre qué incluir en un diccionario. El Diccionaire de l´Academie Française tiene 60.000 palabras. El Diccionari general de la llengua catalana tiene 85.000. En euskera hay un léxico de 20.000 entradas, como punto de partida, y se sigue elaborando. Igualmente el gallego, que ya recoge 50.000. (Los bosquimanos tienen tan reducido léxico que se tienen que ayudar con los gestos y las manos, y no pueden hablar de noche en la oscuridad o por teléfono. Es falso, solo es un chiste. Como los que se cuentan de argentinos o de gallegos).

El vocabulario de un individuo concreto ciertamente es limitado. Se dice que una persona de instrucción media, entre su vocabulario activo, y el pasivo, las que no usa, pero comprende, posee veinte o treinta mil palabras. Cervantes en el Quijote usa 22.939 palabras distintas, 11.184 una sola vez.

Pues así y todo, los objetos, las acciones, los sentimientos, las ideas que el ser humano puede denominar son posiblemente más de un millón, o infinitos. Y aquí entra la economía de la lengua, que utiliza la polisemia, una palabra para varios significados. Canto o cabo significan un montón de cosas cada una. Y la homonimia: palabras iguales por casualidad. Casa real quiere decir la del rey, pero en otro sentido es real la de cualquiera, mientras no le desahucien el Banco y el juez. O como aquel chascarrillo: "¿No nada nada? No traje traje".

Valga todo este preámbulo para decir que el indoeuropeo tiene en ocasiones raíces iguales para significados diferentes. Es el caso de mel. Hay cuatro raíces iguales en forma, pero de significado diferente. Pokorny, máxima autoridad en estos temas (alemán, judío, huyó de los nazis...), las clasificó así: mel1 (la de muelle y mullir), mel2 (la de melanina y melena), mel3 (la de melior y multus) y mel4 (la de moler y muela).

Vamos a observar mel3, que, en general, significa fuerte, grande. Ha dado el griego mallon, más, y málista, mucho, o el letón milns, mucho. En latín da melior, de donde viene mejor. De aquí deriva mejorar, que por síncopa pasa por mejdrar hasta llegar a medrar.
La misma raíz en grado cero, ml, y sufijo to, da el latín multus, mucho. Lo de grado cero quiere decir sin vocal ninguna. ¿Es eso posible? Sí, hombre, sí. Pronuncia Plsn, es una ciudad checa, cuna de una famosa cerveza. Si te sale bien, te has ganado una bien fresquita. Bueno, pues mel3 en grado cero da multus, que evoluciona en castellano a muito, y se apocopa en muy. También da mucho (med. S. X), muchedumbre y su cultismo multitud, múltiple y multiplicar.

Multa tiene un origen controvertido. Pokorny, Coromines y el DRAE dan por sentado que es el neutro plural de multus. Pero ya Varrón, el gramático amigo de Cicerón, observaba que en latín arcaico había sido molta y atribuía un origen samnita a la palabra. Meillet dice que no hay paralelos a esta palabra fuera de las lenguas itálicas. Los romanos, por etimología popular, asociaban esta palabra con el verbo mulcere, golpear, maltratar. Y no tenían las multas múltiples que ha fijado la reciente Ley Mordaza dictada por nuestro Gobierno.