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jueves, 8 de noviembre de 2012

Mirando por la ventana. Decorados




Veo este país como un inmenso teatro, en el que se está representando una desagradable tragedia y en el que una multitud de decorados, de cortinajes, van situando a los espectadores en el ambiente que los desconocidos autores de la obra quieren. Hay veces en las que, sobre un fondo de alusiones educativas, aparece Wert diciendo barbaridades, que el personal mira y traga sin pasmo alguno. Luego, sobre una cortina cuatribarrada, aparece Mas aportando sus sueños de independencia y de soberanismo, y medio país lo mira absorto, olvidándose de que el otro medio tiene hambre. De vez en cuando, sobre unas caras de Mouriño y de Messi, el fútbol hace acto de presencia y se encarama en el foco de atención fundamental de la ciudadanía que huye. Todos estos cortinajes, y otros más, van alternándose con el de los recortes, que de vez en cuando aparece ante los espectadores, que parece que están un tanto cansados de la obra y hechos ya a la idea de que las cosas son así. El último telón, el que muy pocos asistentes intuyen, pero que es el que le da sentido a la obra y el que más ayuda a entender su mensaje, aún no ha aparecido. Se dibuja en él una sociedad nueva, en la que los espectadores son muy mal tratados y en la que la desigualdad, las injusticias y la desesperanza aparecen con crudeza. Este último decorado ha sido realizado mientras los ciudadanos se entretenían con los anteriores, pensando que cada uno de ellos era lo más importante que se podía ver en el momento. Cuando acabe la función, las empresas fabricantes de los decorados se frotarán las manos y los espectadores no sabrán si salir de la sala hacia la nada o quedarse en ella a esperar que le preparen otra obra distinta.