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viernes, 6 de abril de 2018

Buenas noches. Calle




La calle del mundo está cuesta abajo. Están depositando en el suelo toneladas de excrementos. Si paseamos, corremos el riego de resbalarnos y llenarnos de mierda. Cuando volvemos a casa, y aunque uno no lo vea, siempre llevamos algo de porquería pegada a la suela de los zapatos. Y, lo que es peor, el olor a mierda se nos queda instalado en la mente. Pero hay que rebelarse, baldear la calle, denunciar a los asquerosos y echarse toda la colonia que sea necesaria. 

Buenas noches.






sábado, 27 de febrero de 2016

Buenos días. Hay que buscar




Si abres los ojos, es seguro que verás mucha mierda, pero no te quedes en esa visión. 

Hay también otras cosas, otras personas que merecen la pena. 

Quizá tengas que buscarlas, pero las hay. 

Buenos días.

viernes, 26 de marzo de 2010

Trato


No me gustó nada la forma que tuvo el tipo este de tratar a la camarera. Eres como actúas y se nota en lo que haces. Siempre, pero especialmente cuando tratas a las personas que están a tu servicio: a tus empleados, a los camareros, a los vendedores, a los médicos, a la gente que, en principio, te tiene que tratar bien a ti. Es ahí en donde se nota enseguida si eres un machista, un racista, un xenófobo, un discriminador, en definitiva. No me gustó nada esa manera de tratarla desde arriba, como si fuera no una servidora, sino una sierva, y con ese aire despectivo, despreciativo, tan poco cordial, tan pobremente humano. Con gente actuando como este tipo es como se está formando este mundo de mierda.

viernes, 26 de febrero de 2010

El culpable siempre es el otro


En los medios de comunicación he aprendido a luchar por la causa y a destrozar al adversario. Nunca he ganado nada y no tengo fervorosos defensores que apoyen mi candidatura ni mi estancia en donde estoy. Más bien, me da la impresión de que estoy rodeado de zorros y de zorras que saltarán sobre mis restos en cuanto que vean que doy un resbalón de cierta importancia.

He cometido muchos fallos, pero lo que hago con ellos es endosárselos al adversario, al jefe de los adversarios. Cada día. Todos los días. A veces he mentido, pero he aprendido a decir que el mentiroso es él. Sé que la crisis que nos azota ha sido generada por los neoliberales sin freno ni medida, pero le digo con toda naturalidad que el causante de la crisis ha sido él. No tengo la menor idea de cómo salir de esta difícil situación en la que estamos, que no sólo afecta a nuestro país, sino que es global, pero cada vez que se tercia le suelto que quien no tiene ni idea ni plan ni nada es él.

Sé que es una maniobra burda. Ni me planteo si es moral o no. Qué más da. En política ya se sabe que lo que cuenta es la eficacia, aunque ellos digan que esto no es así. Pero cuando veo que la gente no se entera de nada y que se cree lo que digo, me entran ganas de seguir. Hace falta más televisión, más fútbol y más Facebook para que la gente siga sin pensar, que es como a mí me gusta que esté. Y cuando pasan del más al menos, la toman con el primero que le dicen que tiene la culpa de su situación. Así que allá vamos, a seguir dándole patadas en los tobillos al tipo ese que nos echó de nuestro lugar natural. Seguiremos cada día, todos los días, echándole encima nuestras mierdas como si fueran suyas, hasta que un día se caiga o no aguante el hedor. Vaya trabajos que le pone a uno la vida por delante. Con lo que disfruto yo fumándome un puro y sin tener nada que hacer.

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jueves, 8 de octubre de 2009

La peste


¿Para qué quiere el poder el Partido Popular? ¿Para que Rajoy tome alguna vez en su vida una decisión? ¿Para hacer negocios? ¿Para mantener a los amigos? ¿Para hacer, quizás, políticas sociales? ¿Para qué tienen tantísimo interés en estar en el poder?
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martes, 23 de junio de 2009

Ya se acerca el triunfo final / y 4




La mierda interior es llena y compacta. Es homogénea en su composición, pero infinitamente heterogénea en sus manifestaciones. Es finita, pero con una irresistible tendencia hacia el infinito. Es divisible, pero también multiplicable, sumable y restable. Incluso es derivable e integrable. Es, por fin, ingrávida y tiende a ocupar los lugares altos, por lo que suele subirse a la cabeza. Sus vicios esenciales son el exhibicionismo y la extroversión. Su origen tiene mucho que ver con el resentimiento, con la frustración, con la debilidad, con la ingesta frecuente de alimentos de difícil digestión y con los afanes económicos neoliberales.

No hace mucho tiempo que Su Santidad el Papa declaró al pueblo fiel que el infierno no existía. Sobre lo que quiso decir con ello no hay opiniones unánimes, pero cabe pensar en la posibilidad de que se refiriera a algo parecido a una situación futura en la que se sumergirían gentes de distinta condición, con la característica común de no haber pasado por el aro, y que se dirigieran a un fracaso brutal, definitivo, transcendente y fatal. De todas formas, si fuera así, sería un planteamiento demasiado antiguo. Los indicios que encontramos hoy muestran la grandísima posibilidad de que el infierno realmente exista, pero no de la manera clásica, en un más allá tórrido, sino en este mundo. En este sentido, el anuncio de Su Santidad podría ser verosímil, si lo matizamos un poco: el infierno no existe todavía, al menos de forma generalizada, pero todo hace pensar que su llegada está pronta. Salvo que tenga lugar algún tipo de giro copernicano de magnitud impensable, ya se intuye que dentro de poco la mierda interior comenzará a rebosar por el borde de las almas en las que se aloja y saldrá al exterior por todos los agujeros de los cuerpos, especialmente por las bocas. Los seres humanos empezarán a huir de sí mismos y lucharán por instalarse en cualquier colina que encuentren, a ser posible, con una buena cobertura. Se convertirán así en monumentales gárgolas, que proliferarán por todas partes y por las que caerán gruesos y sonoros chorros de mierda. Se consumirán grandes dosis de anestesiantes para no ver ni oír ni oler la mierda, pero la mierda interior se irá convirtiendo en mierda social, y todo irá siendo ya una misma mierda universal. El mundo se transformará en un infierno pompeyano de mierda y en él no estarán sólo los malos, sino que estaremos todos.

Es muy importante darse cuenta de que la gran amenaza en la que vivimos hoy no consiste en que alguien, voluntariamente o porque lo manden, se pueda ir a la mierda, sino en que, queramos o no, la mierda está viniendo a nosotros, nos está envolviendo con la suavidad del que está convencido de su triunfo final y no tiene ninguna prisa, y terminaremos cumpliendo el objetivo cósmico de que todo y todos nos convirtamos en una misma cosa: mierda.

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lunes, 22 de junio de 2009

Ya se acerca el triunfo final / 3


La mierda exterior, por otra parte, huele y su hedor es captado por el olfato a través de su función sensible. En cambio, la mierda interior no huele, pero se capta también mediante otra función del mismo órgano: el olfato intelectual. Esta es una de las capacidades más importantes con que la Naturaleza ha dotado al organismo humano, pero lamentablemente es también la menos desarrollada y la más anestesiada en la actualidad. La industria de los anestesiantes, junto con la de los aislantes, es hoy una de las más florecientes, dado el incremento observado del consumo de estos productos. Es una pena. La pena es asimismo un recurso que utiliza la mierda interior para aceptarse como tal y no hacer nada por asearse. Algunos la designan con el rimbombante nombre de resignación.

Todos tenemos ambos tipos de mierda y quien diga lo contrario posiblemente es que esté inundado de mierda hasta las trancas. Las diferencias entre unos seres humanos y otros dependen de la cantidad de mierda que posean, de su calidad, de la capacidad que posean para autoanalizarse y del control que cada cual establezca sobre su propia mierda.

El que posee niveles significativos de mierda interior, o la tiene de óptima calidad, o el control que ejerce sobre ella es prácticamente despreciable, en general, no es consciente de ello. El problema de la inconsciencia es un fenómeno actual que debería ser estudiado con seriedad. No deja de ser curioso que mientras que la tecnología permite que descienda cada vez más el número de sordos, aumente, sin embargo, hasta cotas alarmantes el de los que no se enteran de nada, especialmente de lo que les ocurre a sí mismos. En el caso que nos ocupa de la mierda interior, este fenómeno es muy evidente.

No obstante, puede darse el caso de alguien que sea consciente o que, al menos, vislumbre su podrido interior. Lo usual, entonces, es que no desee, bajo ningún concepto, que los demás se den cuenta de lo que esconde en sus entrañas. Por eso hablará mucho de purezas y de limpiezas, de otros mundos cristalinos tan transparentes que resultarán imposibles de ver, a menos que se utilice para ello la imaginación, en lugar de los ojos. Crean de esta manera estos individuos a su alrededor una burbuja despistante fabricada con palabras. La palabra puede usarse para intentar conocer limpiamente la realidad, pero también para encubrir interesadamente la mierda con colorines adecuados, para intentar extender la mancha de mierda hasta el horizonte, de forma que no se advierta contraste alguno con algo que no sea mierda, o para repetir machaconamente que lo que se ve no es mierda, a pesar de su aspecto y de su hedor, hasta lograr que el oyente baje las defensas y admita sin reparos que la mierda ya no es mierda. De la misma manera que la imagen puede servir para crear una realidad interesada distinta de la real, la palabra puede tener los mismos efectos creativos. De hecho, salvo muy raras excepciones, no se usa hoy para otra cosa más que para ésta.


(Continuará...)

viernes, 19 de junio de 2009

Ya se acerca el triunfo final / 2


La segunda parte del catálogo la ocupa la mierda ociosa, formada por todo un conjunto de artefactos tecnológicos destinados a matar el tiempo, es decir, a matar la vida. Nos encontramos aquí con la mierda de las consolas, la mierda de los reproductores de discos con auriculares, la mierda de los juegos electrónicos, la mierda de los teléfonos móviles y, en fin, toda la serie de cacharros que, a través de pantallas y de teclas, sirven para fomentar el aislamiento estéril, el ensimismamiento empobrecedor y el individualismo deshumanizante. El sentido de los productos de la mierda ociosa no es otro que el de que los consumas y los uses, cuantas más horas mejor, hasta que adquieras el hábito de olvidarte de que existen los demás y, sobre todo, de que existes tú mismo. La mierda ociosa es capaz de entronizar cualquiera de sus aparatos y de convertirte a ti en su súbdito inconsciente. Esto explica situaciones tan estúpidas como la del que se pone a hablar por el teléfono móvil en mitad de la calzada, o conduciendo, o la del que se va a un concierto, o al teatro o a clase con el mismo artefacto conectado, o la del que se pasa horas y horas de chateo, contándole sinsustancias a un desconocido, o la de esos aprendices de cretinos que emplean desconsoladamente su tiempo en luchar contra una consola.

La contraportada la ocupa la mierda alimentaria. Se incluye aquí la mierda que los panaderos, carniceros y demás expendedores de alimentos tienen en sus atuendos y en sus manos, con las que tocan la mierda del dinero y con las que luego te dan el pan o te cortan el filete. También pertenecen a este apartado las altas concentraciones de colesterol disimuladas bajo las variadas formas de la mierda de la pastelería industrial. Y no se pueden omitir la mierda de las bebidas de garrafón, misericordioso procedimiento por el que se intenta que los pobres y los jóvenes lleguen cuanto antes a su meta final. Por último, para no confundir el catálogo con un inventario, se reseña la mierda de la comida rápida, peste en la que la hamburguesa se ha convertido en el producto cuya sola mención se ha asociado estadísticamente más veces con la mierda.

En cuanto a la mierda humana, es conveniente analizarla en sus dos presentaciones: la mierda interior y la mierda exterior. Aunque ambas están también interrelacionadas, la mierda interior es distinta de la exterior. La exterior se ve y se puede eliminar por frotamiento con el estropajo. (El lector desocupado que tenga interés por este asunto puede consultar el luminoso libro de Dominique Laporte, Historia de la mierda, publicado en la editorial Pretextos) La mierda interior, en cambio, es metafísica, pero posee una enorme facilidad para transformarse en física, y, a pesar de que no se ve, se sufre, no tanto por quien la posee, sino por los demás. No hay en el mercado productos que la eliminen, y, lo que es peor, no se investiga demasiado en ello. Algunos parecen intuir que un posible remedio podría venir por la vía de algún tipo de intervención quirúrgica del estilo de las conversiones paulinas. Pero éstas son hoy raras y difíciles porque ni hay buenos cirujanos ni los pacientes están dispuestos a cambiar voluntariamente otra cosa que no sea su funda corporal aparente. El lugar que en la antigüedad tenía la Gracia, esa intervención divina que ayudaba al ser humano a cambiar para mejor, lo ocupan hoy la silicona y el lifting, éste usado en lugar del arrepentimiento en el caso de alteraciones veniales.


(Continuará...)

jueves, 18 de junio de 2009

Ya se acerca el triunfo final / 1



El avance evidente de la mierda me ha hecho recordar algo que escribí hace unos años y que me parece que no ha aparecido aquí. Como no tengo tiempo para casi nada, aprovecho para traerlo. Habría que actualizarlo, pero las urgencias hacen imposibles las necesidades. Como es largo, va en trozos. Ya me dirás.

Un componente del universo, presente en él desde sus orígenes y cuyo nombre está maldito para algunos, muy finos, que no aceptan ni pronunciarlo ni oírlo, viene incrementando su influencia y su poderío en nuestros días. Es la mierda.

Antiguamente a la mierda se la denominaba el mal, pero esto no era más que una estrategia propia de gente leída para huir hacia la estratosfera metafísica, tratar allí muy inteligentemente el problema y dejar mientras tanto aquí abajo la verdadera mierda pudriéndolo todo. No vamos a hablar, por tanto, del problema del mal, sino de la existencia real de la mierda.

Los desastres que produce la mierda no parece que tengan, ni mucho menos, solución. No obstante, de la misma manera que se hace con cualquier otra realidad, se debe tomar conciencia de la existencia de la mierda, analizarla y tratar de prever sus calamitosos efectos.

Una primera aproximación al análisis de la mierda nos llevaría a distinguir entre la mierda social y la mierda humana. Ambas están profundamente relacionadas entre sí, no en vano la primera es hija predilecta de la segunda, de la cual emana.

Si desplegamos el catálogo de presentaciones de la mierda social, nos encontramos en primer lugar con la mierda comunicativa, en donde la televisión ocupa el lugar del producto estrella. Desde este punto de vista, la televisión puede ser considerada como un fractal, ya que tanto en su totalidad como en sus partes tiene la misma estructura: es mierda de altísima calidad.

Luego, nos topamos enseguida con la mierda medioambiental, con una amplia gama de precios y modelos. Algunos de estos tienen la sorprendente cualidad de ser invisibles a distancias cortas, detectándose muy bien, en cambio, desde lejos. Hay modelos que incluso, aunque no los veas, te afectan a los ojos y te hacen llorar. La mayoría de ellos te producen enfermedades y, aunque no siempre lleguen a matarte, te convierten en mierda humana.

En las páginas centrales del catálogo hallamos la mierda política, con una enorme panoplia de variantes, enmascaradas todas ellas con llamativos e ingeniosos eufemismos: así, a los contratos de mierda para trabajar de mala manera y cobrar poco se los llama contratos basura; a los dormideros de mierda se los califica de infraviviendas; a la mierda de vida hipotecada hasta la muerte que producen los precios de mierda de las viviendas, en donde un ladrillo de mierda cuesta igual que un lingote de oro, se la denomina especulación o, más dulcemente, liberalización del suelo; a la mierda de trato que se le da a los enfermos se le designa como listas de espera o también saturación; a la mierda de educación, cuya responsabilidad se quiere endosar en exclusividad a los profesores, pero en la que colaboran con igual intensidad, por acción u omisión, los padres, la televisión, los dirigentes, los votantes, la legislación y los propios alumnos, se la califica de fracaso escolar; a la mierda de condiciones de inseguridad en las que trabajan los obreros se le endosa el tétrico apelativo de siniestralidad laboral; a la manera de resolver los problemas tarde y mal, dejando todo el tiempo posible para que la mierda haga un poco más de efecto, se le atribuye el término técnico de burocracia; a la creación de mierda bajo la forma de una estructura económica mundial que permita que se incremente el negocio de unos pocos a costa del empobrecimiento cada vez mayor de todos los demás se le llama globalización; a algunos de los seres que se dedican a la cosa pública y que se caracterizan por su incapacidad, su inmoralidad, su afición por la mentira, su torpeza, su afán por sobrevalorar el interés propio por encima de cualquier otro, sin importarles que se note demasiado, y por la concentración que muestran de múltiples variantes de la mierda, se les llama neoliberales.


(Continuará...)

miércoles, 17 de junio de 2009

Lo que está por venir


-¿Te quieres callar?
No me hizo ni caso.
-¿Te quieres callar?, le dije un poco más alto.
Siguió a lo suyo y ni se inmutó.
- Oye, ¿te quieres callar?, insistí.
Parecía como si fuera sordo o como si no quisiera oírme.
- Pero ¿te quieres callar?, le dije en un tono serio y a un volumen como para que me oyera toda la clase.
Volvió la cara hacia mí. Con una expresión de naturalidad, de evidencia teñida de una cierta sensación de molestia, me contestó:
- Es que no quiero callarme.
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martes, 16 de junio de 2009

Jubilación. ¿Júbilo?


Se están yendo.
En cuanto pueden, se van.
Los profesores se están jubilando antes de lo que preveían hace años.
No están cansados. Están hartos.
No es que hayan perdido la ilusión, es que se la han quitado.
Los han dejado solos. Nos están dejando solos.
Los padres, en general, no ejercen de padres. Están perdidos. Se pusieron a procrear, quizás por rutina, quizás porque se lo mandaba el cura, pero sin tener ni idea de en dónde se metían.
La legislación hay veces que parece que la ha hecho el enemigo un sábado por la noche.
Los políticos van arrastrando por la vida sus traumas, sus prejuicios, sus rencores, sus ignorancias o sus intereses.
Y nos estamos quedando solos.
Ayer fue José Antonio. El otro día, Ramón. Antes, muchos más. Y el comentario más oído es: “Yo, en cuanto pueda”.
Me da miedo el futuro del país. Y me da pena el futuro de tantos alumnos, a los que se diría que los han invitado a una fiesta en la que casi no hay ni comida, ni bebida. Ni siquiera música.
La mierda avanza.

viernes, 1 de mayo de 2009

El otro trabajo



Alguien inventó una vez una sustancia milagrosa que, al añadírsela a la mierda, la convertía en incolora, inodora, insípida e inmaterial. No dejaba de ser mierda, pero era más difícil de detectar.

A aquel niño le habían echado encima paletadas y paletadas de esa mierda misteriosa, hasta dejarlo prácticamente sepultado. Toda la cultura del momento estaba entonces impregnada de esta mierda y se transmitía a través de la educación, de los medios de comunicación, de las familias, de los vecinos y hasta de la comida. La mente del niño había quedado encurtida y narcotizada por los efluvios invisibles, pero efectivos, de aquella mierda transformada.

La realidad, a pesar de estar regida por las decisiones racionales, por la legislación científica y, según afirman algunos con vehemencia, por algún dios, tiene atravesado en su interior un canal indispensable por el que discurre el azar. Fue el azar precisamente el responsable de que un día ese niño, ya mayorcito, se diera cuenta de que era portador de una cantidad considerable de mierda. Entendió entonces lo que era la vergüenza, nada comparable con los pudores hacia la desnudez física o hacia el vestido fuera de la moda que le habían contado hasta entonces. Lo que había descubierto era la vergüenza que producía la conciencia de no pensar ni actuar como un ser humano.

Comenzó entonces el arduo y pundonoroso trabajo de quitarse toda aquella mierda de encima, de darse martillazos contra su propia coraza hasta destrozar su lamentable envoltura y poder volver de nuevo a ser niño, al punto de partida desde el que intentar conquistar su propia humanidad.


Le quedan todavía restos de mierda, porque desprenderse de tan pegajoso acompañante no es ni fácil ni cómodo, pero confía en poder ser cada vez más él mismo. Aún sigue trabajando.

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viernes, 11 de julio de 2008

Ya se acerca el triunfo final (y II)

En cuanto a la mierda humana, es conveniente analizarla en sus dos presentaciones: la mierda interior y la mierda exterior. Aunque ambas están también interrelacionadas, la mierda interior es distinta de la exterior. La exterior se ve y se puede eliminar por frotamiento con el estropajo. (El lector desocupado que tenga interés por este asunto de la mierda exterior puede consultar el luminoso libro de Dominique Laporte, Historia de la mierda, publicado en la editorial Pretextos) La mierda interior, en cambio, es metafísica, pero posee una enorme facilidad para transformarse en física, y, a pesar de que no se ve, se sufre, no tanto por quien la posee, sino por los demás. No hay en el mercado productos que la eliminen, y, lo que es peor, no se investiga demasiado en ello. Algunos parecen intuir que un posible remedio podría venir por la vía de algún tipo de intervención quirúrgica del estilo de las conversiones paulinas. Pero éstas son hoy raras y difíciles porque ni hay buenos cirujanos ni los pacientes están dispuestos a cambiar voluntariamente otra cosa que no sea su funda corporal aparente. El lugar que en la antigüedad tenía la Gracia, esa intervención divina que ayudaba al ser humano a cambiar para mejor, lo ocupan hoy la silicona y el lifting, éste usado en lugar del arrepentimiento en el caso de alteraciones veniales.




La mierda exterior, por otra parte, huele y su hedor es captado por el olfato a través de su función sensible. En cambio, la interior no huele, pero se capta también mediante otra función del mismo órgano: el olfato intelectual. Esta es una de las capacidades más importantes con que la Naturaleza ha dotado al organismo humano, pero lamentablemente es también la menos desarrollada y la más anestesiada en la actualidad. La industria de los anestesiantes, junto con la de los aislantes, es hoy una de las más florecientes, dado el incremento observado en el consumo de estos productos. Es una pena. La pena es asimismo un recurso que utiliza la mierda interior para aceptarse como tal y para no hacer nada por asearse. Algunos la designan con el rimbombante nombre de resignación.

Todos tenemos ambos tipos de mierda y quien diga lo contrario posiblemente es que esté ya inundado de mierda hasta las trancas. Las diferencias entre unos seres humanos y otros dependen de la cantidad de mierda que posean, de su calidad, de la capacidad que posean para autoanalizarse y del control que cada cual establezca sobre su propia mierda.



El que posee niveles significativos de mierda interior, o la tiene de óptima calidad, o el control que ejerce sobre ella es prácticamente despreciable, en general, no es consciente de ello. El problema de la inconsciencia es un fenómeno actual que debería ser estudiado con seriedad. No deja de ser curioso que mientras que la tecnología permite que descienda cada vez más el número de sordos, aumente, sin embargo, hasta cotas alarmantes el de los que no se enteran de nada, especialmente de lo que les ocurre a sí mismos. En el caso que nos ocupa de la mierda interior, este fenómeno es de mucha relevancia.

No obstante, puede darse el caso de alguien que sea consciente o que, al menos, vislumbre su podrido interior, pero que no desee, bajo ningún concepto, que los demás se den cuenta de lo que esconde en sus entrañas. Este individuo hablará mucho de purezas y de limpiezas, de otros mundos cristalinos, tan transparentes que resultarán imposibles de ver, a menos que se utilice para ello la imaginación, en lugar de los ojos. Creará así a su alrededor una burbuja despistante construida con palabras. La palabra puede usarse para intentar conocer limpiamente la realidad, hasta donde se pueda, pero también para encubrir interesadamente la mierda con colorines adecuados, para intentar extender la mancha de mierda hasta el horizonte, de forma que no se advierta contraste alguno con algo que no sea mierda, o para repetir machaconamente que lo que se ve no es mierda, a pesar de su aspecto y de su hedor, hasta lograr que el oyente baje las defensas y admita sin reparos que la mierda que ve, en realidad, no es mierda. De la misma manera que la imagen puede servir para crear una realidad interesada distinta de la real, la palabra puede tener los mismos despistantes efectos creativos. De hecho, salvo muy raras excepciones, no se usa hoy para otra cosa más que para ésta.

La mierda interior es llena y compacta. Es homogénea en su composición, pero infinitamente heterogénea en sus manifestaciones. Es finita, pero con una irresistible tendencia hacia el infinito. Es divisible, pero también multiplicable, sumable y restable. Incluso es derivable e integrable. Es, por fin, ingrávida y tiende a ocupar los lugares altos, por lo que suele subirse a la cabeza. Sus vicios esenciales son el exhibicionismo y la extroversión. Su origen tiene mucho que ver con el resentimiento, con la frustración, con la debilidad, con la ingesta frecuente de alimentos de difícil digestión y con los afanes económicos neoliberales.

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Hace ya algún tiempo, Su Santidad el Papa Juan Pablo II declaró al pueblo fiel que el infierno no existía. Más tarde, su sucesor, el Papa Benedicto XVI, aseguró públicamente lo contrario. Semejante contradicción en asunto de tanta importancia lo que hace es mostrar que la mierda ha llegado también al terreno de las teorías y de las ideologías. Y habría que avisar caritativamente a la parte del pueblo poco dada a pensar sus propias ideas y más bien proclive a reproducir consignas que le llegan del exterior, para que no lograra hacerse un buen lío con estos temas de tanta trascendencia y cayera sin querer en la desesperanza.

Parece claro, pues, que las autoridades en la materia no tienen claro si existe o no el infierno. Pero tampoco está claro a lo que se refieren cuando usan semejante término. Como no hay aquí opiniones unánimes, cabe pensar en la posibilidad de que quieran significar algo parecido a una situación futura en la que se sumergirían gentes de distinta condición, con la característica común de no haber pasado por el aro, y que dirigieran sus pasos hacia una especie de fracaso brutal, definitivo, transcendente y fatal.

De todas formas, si fuera así, sería un planteamiento demasiado antiguo. Los indicios que encontramos hoy muestran la grandísima posibilidad de que el infierno realmente exista, pero no de la manera clásica, en un más allá tórrido, sino en este mundo. En este sentido, los anuncios de Sus Santidades podrían ser ambos acertados, con tal de matizarlos un poco: el infierno no existe todavía, al menos de forma generalizada, aunque sí esté bastante extendido, pero todo hace pensar que su llegada total está ya pronta. Salvo que tenga lugar algún tipo de giro copernicano de magnitud impensable, ya se intuye que dentro de poco la mierda interior comenzará a rebosar por el borde de las almas en las que se aloja y saldrá al exterior por todos los agujeros de los cuerpos, especialmente por las bocas y por las antenas. Los seres humanos empezarán a huir de sí mismos y lucharán por instalarse en cualquier colina llena de mierda que encuentren, a ser posible, con una buena cobertura. Se convertirán así en monumentales gárgolas, que proliferarán por todas partes y por las que caerán gruesos, apestosos y sonoros chorros de mierda. Se consumirán grandes dosis de anestesiantes para no ver ni oír ni oler la mierda, pero la mierda interior irá cayendo sobre la mierda exterior y ambas se irán convirtiendo en mierda social, y todo irá siendo ya una misma y definitiva mierda universal. El mundo se transformará en un infierno pompeyano de mierda y en él no estarán sólo los malos, sino que estaremos todos.

Es muy importante darse cuenta de que la gran amenaza en la que vivimos hoy no consiste en que alguien se pueda ir a la mierda, voluntariamente o porque lo manden allí, como tan artística y genialmente hacia el añorado Fernando Fernán Gómez. No es eso. El peligro existencial de hoy está en que, queramos o no, la mierda está viniendo a nosotros inexorablemente, nos está envolviendo con la suavidad del que está convencido de su triunfo final y no tiene prisa, y terminaremos cumpliendo el objetivo cósmico de que todo y todos nos convirtamos en una misma cosa: en mierda.





Manuel Casal

jueves, 3 de julio de 2008

Ya se acerca el triunfo final (I)

Un componente del universo, presente en él desde sus orígenes y cuyo nombre está maldito para algunos, que no aceptan ni pronunciarlo ni oírlo, viene incrementando su influencia y su poderío en nuestros días. Es la mierda.

Antiguamente a la mierda se la denominaba el mal, pero esto no era más que una estrategia propia de gente leída para huir hacia la estratosfera metafísica, tratar allí muy inteligentemente el problema y dejar mientras tanto aquí abajo la verdadera mierda pudriéndolo todo. No vamos a hablar, por tanto, del problema del mal, sino de la existencia real de la mierda.

Los desastres que produce la mierda no parece que tengan, ni mucho menos, solución. No obstante, de la misma manera que se hace con cualquier otra realidad, se debe tomar conciencia de la existencia de la mierda, analizarla y tratar de prever sus calamitosos efectos. Tras lo cual, seguramente no quede otro recurso que el de una huida condenada al fracaso.

Una primera aproximación al análisis de la mierda nos llevaría a distinguir entre la mierda social y la mierda humana. Ambas están profundamente relacionadas entre sí, no en vano la primera es hija predilecta de la segunda, de la cual emana.

Si desplegamos el catálogo de presentaciones de la mierda social, nos encontramos en primer lugar con la mierda comunicativa, en donde la televisión ocupa el lugar del producto estrella. Desde este punto de vista, la televisión puede ser considerada como un fractal, ya que tanto en su totalidad como en sus partes tiene la misma estructura: es mierda de altísima calidad.

Luego, nos topamos enseguida con la mierda medioambiental, con una amplia gama de precios y modelos. Algunos de estos tienen la sorprendente cualidad de ser invisibles a distancias cortas, detectándose muy bien, en cambio, desde lejos. Hay modelos que incluso, aunque no los veas, te afectan a los ojos y te hacen llorar. La mayoría de ellos te enferman y, aunque no siempre lleguen a matarte, se vuelven contra ti e incrementan tu dotación de mierda humana.

En las páginas centrales del catálogo hallamos la mierda política, con una enorme panoplia de variantes, enmascaradas todas ellas con llamativos e ingeniosos eufemismos: así, a los contratos de mierda para trabajar de mala manera y cobrar poco se los llama contratos basura; a los dormideros de mierda se los califica de infraviviendas; a la mierda de vida hipotecada hasta la muerte de tus herederos que producen los precios de mierda de las viviendas, en donde un ladrillo de mierda cuesta igual que un lingote de oro, se la denomina especulación o, más dulcemente, liberalización del suelo; a la mierda de trato que se le da a los enfermos en ambulatorios y hospitales se le designa como listas de espera o también saturación; a la mierda de educación, cuya responsabilidad se quiere endosar en exclusividad a los profesores, pero en la que colaboran con igual intensidad, por acción u omisión, los padres, la televisión, los dirigentes, los votantes, la legislación y los propios alumnos, se la califica de fracaso escolar; a la mierda de condiciones de inseguridad en las que trabajan los obreros se le endosa el tétrico apelativo de siniestralidad laboral; a la manera de resolver los problemas tarde y mal, dejando todo el tiempo posible para que la mierda haga un poco más de efecto, se le atribuye el término técnico de burocracia; a la creación de mierda bajo la forma de una estructura económica mundial, que permite que se incrementen los beneficios de unos pocos a costa del empobrecimiento cada vez mayor de todos los demás, se le llama globalización; a algunos de los seres que se dedican a la cosa pública y que se caracterizan por su incapacidad, su inmoralidad, su afición por la mentira, su torpeza, su afán por sobrevalorar, sin importarles que se note demasiado, el interés propio por encima de cualquier otro y por la concentración que muestran de múltiples variantes de la mierda, se les llama neoliberales.

La segunda parte del catálogo de la mierda social la ocupa la mierda ociosa, formada por todo un conjunto de artefactos tecnológicos destinados a matar el tiempo, es decir, a matar la vida. Nos encontramos aquí con la mierda de las consolas, la mierda de los reproductores de música con auriculares, la mierda de los juegos electrónicos, la mierda de los teléfonos móviles y, en fin, toda la serie de cacharros de mierda que, a través de pantallas y de teclas, sirven para fomentar el aislamiento estéril, el ensimismamiento empobrecedor y el individualismo deshumanizante. El sentido de los productos de la mierda ociosa no es otro que el de que los consumas y los uses hasta el abuso, cuantas más horas mejor, hasta que adquieras el hábito de olvidarte de que existen los demás y, sobre todo, de que tú mismo existes y de que tienes que vivir. La mierda ociosa es capaz de entronizar cualquiera de sus aparatos y de convertirte a ti en un súbdito inconsciente. Esto explica situaciones tan estúpidas como la del que se pone a hablar por el teléfono móvil en mitad de la calzada, sin la menor conciencia de que por allí pasan coches, o lo usa conduciendo, o la del que se va a un concierto, o al teatro o a clase con el mismo artefacto conectado, o la del que se pasa horas y horas de chateo, contándole sinsustancias a un desconocido, o la de esos aprendices de cretinos que emplean desconsoladamente su tiempo en luchar contra una consola.




La contraportada del catálogo la ocupa la mierda alimentaria. Se incluye aquí la mierda que los panaderos, carniceros, camareros y demás expendedores de alimentos tienen en sus atuendos y en sus manos, con las que tocan la mierda del dinero y con las que luego te dan el pan, te cortan el filete o te ponen un cubito de hielo en el vaso. También pertenecen a este apartado las altas concentraciones de colesterol disimuladas bajo las variadas formas de la mierda de la pastelería industrial. Y no se pueden omitir la mierda de las bebidas de garrafón, misericordioso procedimiento por el que se intenta evitar que los pobres y los jóvenes sufran mucho tiempo, procurando que lleguen cuanto antes a su meta final. Por último, para no confundir el catálogo con un inventario, se reseña la mierda de la comida rápida, peste en la que la hamburguesa sirve bien de ejemplo ilustrativo, ya que se ha convertido en el producto cuya sola mención se ha asociado estadísticamente más veces con la mierda.