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jueves, 12 de febrero de 2015

Lo que veo. Podemos



No tengo una opinión formada sobre Podemos, porque no conozco su programa ni sus estrategias concretas, sino sus declaraciones de intenciones, que me parecen, más o menos, como las de todos: intenciones.

Me gustaría que explicaran no qué quieren hacer, sino cómo van a hacer lo que dicen que hay que hacer. Creo que en la situación actual esta es la clave para tomar una decisión sensata.

Me gustaría también que no cayeran tan fácilmente en lo mismo que critican. El tratamiento del caso Monedero ha sido, dicho con sus mismas palabras, propio de lo que llaman la casta. Para reaccionar así no hay que hacer ningún montaje como el que están haciendo.

Temo mucho el entusiasmo que, sin tener claro su programa, están provocando en tantas personas. Muchas veces las emociones no dejan pensar fríamente. Ya han tenido que cambiar las propuestas económicas que tanto fervor produjeron en las Elecciones Europeas, y el estilo de comunicación con los ciudadanos que muestran no me parece distinto del de otros partidos. Conozco a muchos fans de Podemos que no tuvieron ningún inconveniente en abstenerse en las elecciones anteriores, sin tener en cuenta que eso podía dar lugar a la mayoría absoluta del PP que padecemos todos, especialmente los más pobres.


No me pronuncio del todo sobre Podemos, pero aún no me han dado ningún indicio esperanzador de que la vida puede ir mejor con ellos. Y espero del buen sentido democrático de los defensores de Podemos para que no me condenen por pensar así.

Buenas tardes.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Lo que veo. Mediocridad




Tengo un desagradabilísimo olor a mediocridad metido en la mente. Miro por la ventana y veo la cosa política hecha un desastre. 

Que la izquierda luche contra la derecha me parece muy importante, pero sólo veo batallitas internas mientras la gente sufre por ahí fuera. 

Veo una víctima débil, necesitada de apoyos fuertes y robustos, mucho más importantes que los de la lucha de partidos. Es la democracia, tan frecuentemente atropellada casi por cualquiera. 

No veo argumentos claros, ni racionalidad sana, ni reflexión que enamore, ni estrategia útil, ni grandeza humana, ni espíritu constructivo, ni visión de Estado. Sólo veo intereses, rencillas, despistes, empujones, contradicciones, negocios, egos, mediocridades. 

El pueblo, abandonado. El poder, vendido. La oposición, despistada. Los salvadores, metidos en la Thermomix sin que tengan clara la receta. Este jodido invierno me huele muy mal a mediocridad.

Buenas tardes.

martes, 10 de febrero de 2015

Lo que veo. La Cadena SER



Conecto y desconecto intermitentemente la Cadena SER. Como cada vez soporto menos a una locutora que no deja hablar a casi nadie, sobre todo, cuando alguien va a decir algo interesante, a las diez de la mañana desconecto y pongo música. Ya hice lo mismo con el del Larguero, que también interrumpe cuando le apetece. ¡Vaya ejemplos que dan! En los informativos de Madrid había un señor que no sabía hablar, ni puntuar, ni se le entendía, pero que debía de ser barato. Ahora se dedica a hacer reportajes de más enjundia con la misma escasa calidad. En cuanto sale, apago la radio. Ni lo entiendo ni lo aguanto y el daño que está haciendo con su absurda dicción es tremendo: se para en donde no hay ni comas y se salta los puntos con una facilidad pasmosa. 

Ahora se han decantado por los despidos de profesionales valiosos, muchos de ellos en el área de cultura. Si hay algo que está siendo maltratado y desvalorizado en España, eso es la cultura. La mejor decisión para conseguir esto ha sido poner al frente del correspondiente ministerio a un señor nada relevante en este ámbito y que, al parecer, no tiene ningún inconveniente en destrozar todo lo que afecte a su ministerio.


Lo de la SER duele, como dolió lo de El País. Hay diarios en la red con menos predicamento, pero con más credibilidad y algo de información fiable se puede sacar de ellos. Lo malo es lo de la radio. Esperemos que lo bueno que le queda a la SER le dure, pero con estas salidas se resentirá su calidad. Menos mal que la Cadena no tiene pérdidas, que si no... Por cierto, el jefe de toda esta casa es Juan Luis Cebrián ¿no? ¿Sabes cuánto gana? 

Buenas tardes.

martes, 11 de febrero de 2014

Lo que veo cuando miro. Entender o creer




Entender es explicarse algo con argumentos racionales, coherentes, sin que contengan contradicciones con lo que ya se entiende y que puedan ser comprobables o aceptables, mientras no se demuestre que no se pueden aceptar. Que la lluvia, tomémosla como ejemplo, aparece cuando se dan determinadas condiciones de humedad, presión y temperatura lo puede entender cualquiera que esté convenientemente informado.

Creer algo es aceptarlo sin argumentos racionales, basándose en la supuesta autoridad de quien lo dice o en el interés que pueda tener el creyente en aceptar eso que considera una verdad. Consideremos como ejemplo de esta actitud aceptar que las mujeres no pueden ser sacerdotisas en la Iglesia Católica porque lo dice la jerarquía -y quienes aceptan esto le atribuyen autoridad suficiente a esa jerarquía- o porque le viene bien aceptar que las mujeres no tengan funciones en la sociedad en igualdad de condiciones que los hombres.

Estas dos actitudes se dan con mucha frecuencia en nuestra sociedad. Los ciudadanos, lamentablemente, tendemos cada vez más a no involucrarnos en cuestiones que requieran buena o mucha información, a simplificar los asuntos y a optar siempre por lo más fácil. Por eso en muchas ocasiones creemos lo que dicen, sin preocuparnos de entender, de buscar las razones de por qué dicen lo que dicen. Si a una persona sin criterio bien fundado le repiten machaconamente lo mismo una y otra vez, puede que acabe por creerlo, aunque el mensaje no tenga ninguna relación con la realidad.

Pongo un ejemplo de lo que quiero decir. Desde el primer día que Zapatero ejerció de presidente del Gobierno de España, Rajoy, muy dolido por su derrota electoral, comenzó una campaña muy atentamente diseñada de desprestigio del presidente, que aún hoy continúa. Un día y otro y otro se sucedían las críticas descalificantes hacia la figura de Zapatero. En las dos legislaturas en las que estuvo al frente del Gobierno se tomaron medidas muy importantes para el bienestar de los ciudadanos, pero a Rajoy y a los suyos les daba igual, porque su interés era descalificar al personaje y crear la idea de que no valía para el puesto que ocupaba. 

El segundo mensaje puesto en circulación era que el propio Rajoy era mejor que Zapatero y que en cuanto llegara al poder las cosas irían mucho mejor. No había momento parlamentario o mediático en el que Rajoy perdiera la oportunidad de postularse como el salvador de la situación. Esto fue calando en la población gracias a la insistencia en la medida y a la facilidad de muchos ciudadanos para creerse lo que le gritan o lo que le repiten hasta el cansancio. Se aprobaban leyes, como la del matrimonio entre personas homosexuales o la del aborto, pero Zapatero era muy malo, según el mensaje que repetía Rajoy, y éste, en cambio, era el bueno. Luego vinieron los errores de Zapatero, que pocos se tomaron la molestia de intentar entender o, al menos, de situar en un contexto europeo, y a partir de ahí aparecieron las consecuencias del mantra que Rajoy llevaba practicando desde hacía ocho años. Muchos de los que se habían creído sus mentiras entonces aún se las siguen creyendo. Otros parece que se han dado cuenta de todo lo que se habían venido tragando a lo largo de estos años.

No sé si habremos aprendido algo de toda esta aventura política y social. No sé si estamos deseando creernos 'otras' cosas o nos habremos dado cuenta de que lo conveniente es informarnos y procurar entender, antes de aceptar sin más las consignas del momento, sean del tipo 'Vamos a ahorrar con las privatizaciones', 'Todos los políticos son iguales', 'Hay que hacer un estado federal' o 'La monarquía no tiene sentido'. Me gustaría que nos pusiéramos de una vez a entender. Buenas tardes.