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miércoles, 6 de diciembre de 2023

Día de la Constitución

 



Día de la Constitución. La Constitución es la ley más importante de todas, porque es aquella en la que se basan todas las demás leyes.

Hay que cumplir la Constitución Española si se quiere ser un ciudadano español maduro y cabal, un patriota no de palabra, sino de obra.

Pero creo que más importante aún que cumplir la Constitución es cumplir la ley, cumplir las leyes. Observo una especie de absurda soberbia existencial en muchos ciudadanos, que no solo no cumplen las leyes (véase el tráfico, los impuestos, etc.) sino que tampoco cumplen ciertas normas básicas para la convivencia, como el respeto a los otros, la igualdad de derechos de todos, el mantenimiento de la ciudad limpia, no abusar de los precios, no difundir mentiras que se sabe que lo son y tantas otros aspectos de la vida cotidiana.

Tengo la impresión que se está gestando un ser humano bruto, individualista, ignorante, prepotente, incapaz de racionalizar sus opiniones y sus acciones, que cree que está solo en el mundo y que puede hacer en él lo que le dé la gana.

No se puede hacer nada bien sin seguir unas normas. El afán de no cumplirlas y la terrible ausencia de una educación a los hijos están resquebrajando la humanidad del ser humano y no sé qué va a salir de esa situación creciente.

martes, 14 de junio de 2022

Desprecio



 

No puede haber democracia sin que los ciudadanos cumplan las leyes aprobadas en los diversos Parlamentos. Además, cualquier ciudadano que tenga alguna responsabilidad pública, por pequeña que sea, no solo debe cumplir la ley, sino que debe hacer que las leyes se cumplan.

El desprecio por las leyes y el afán de que cada uno haga lo que le dé la gana -eso que alguna portadora del síndrome de la ignorancia permanente y sus interesados súbditos llaman libertad- es lo que está convirtiendo a España en un país cada día más inculto, y a su sociedad en fascista, aunque parte de sus miembros solo se enterarán cuando les lleguen las consecuencias. Ahora están alegremente tomando cañas y estropeándose la mente con la televisión.

domingo, 12 de junio de 2022

¿Para qué cumplir las leyes?





Permíteme que te pregunte para que te preguntes y te respondas. 

¿Son necesarias las leyes en una sociedad? 

¿Debemos cumplir las leyes? 

¿Para qué?

sábado, 12 de mayo de 2018

Buenos días. Tonterías




Oído en el tren: “No entiendo de leyes ni de tonterías de esas”. 

Buenos días.

viernes, 27 de octubre de 2017

¿Qué hacer ahora?



No deberíamos confundir a los ciudadanos con los políticos, ni al pueblo con sus gobernantes.

No deberíamos odiar.

Deberíamos intentar unir y no separar.

No deberíamos dejarnos llevar sólo por los sentimientos.

Deberíamos todos respetar las leyes.

No deberíamos tomar ejemplo ahora de lo que nos dicen estos gobernantes que es la democracia, ni la política, ni los valores.

Deberíamos renovar nuestro fondo de armario moral.

No deberíamos estar sólo tristes, sino preocupados y reflexivos.

Deberíamos tener, a pesar de todo, esperanza.

Deberíamos esforzarnos por ser prudentes.

Deberíamos huir del cinismo, de la cerrazón y de lo innoble.

Deberíamos dialogar urgentemente.

lunes, 19 de septiembre de 2016

Buenas noches. Leyes



Las leyes están para cumplirlas o para cambiarlas democráticamente, pero no para incumplirlas porque no se ajusten a nuestros intereses. 

Sólo una honesta objeción de conciencia justificaría el incumplimiento de una ley. 

Buenas noches.


miércoles, 21 de mayo de 2014

Buenas noches. El azar





¿Por qué nos conocimos tú y yo? No lo sé. Lo mismo que en la Naturaleza funcionan leyes que hacen, por ejemplo, que los planetas vayan por su órbita y que las plantas echen sus raíces hacia abajo, hay otros aspectos de la vida que están regidos por el azar. No creo que nadie haya buscado a nadie y, sin embargo, nos hemos encontrado sin buscarnos. En cierto sentido, vivir es no cerrarle la puerta a las personas que podamos encontrar y, sobre todo, cuidarlas con mimo, con cariño, con generosidad, como si fueran el mejor hallazgo que vayamos a tener nunca. Buenas noches.  

sábado, 6 de octubre de 2012

Silencio sobre Castelao





El señor José Manuel Castelao Bragaño, actuando como presidente del Consejo General de la Ciudadanía en el Exterior; la señora Fátima Báñez, ministra de Empleo, que lo propuso para el cargo; el Gobierno de España, formado por miembros del PP; los diputados y las diputadas del PP; los votantes del PP y todos los que se han callado y no se han manifestado en contra de las gravísimas declaraciones del primero: “Las leyes son como las mujeres, están para violarlas”, en mi opinión, se autodescalifican.

El silencio y la ausencia de condena de todos estos señores y señoras significa que no se oponen a que en la sociedad haya gente que piense así sobre las leyes y sobre las mujeres. La falta de respeto que supone esta actitud, su brutalidad, su falta de ciudadanía, de sentido humano, de racionalidad, de sensibilidad, junto con la incitación a la delincuencia y a la violencia de género que encierran me parecen unos de los fenómenos más graves ocurridos desde hace tiempo en nuestra sociedad. Echo en falta alguna iniciativa de la Fiscalía del Estado que sanee esta malsana situación.

La falta de ética que encierran todos estos silencios, junto con el estruendoso ruido de esta desgraciada frase, explican también cómo quieren que sea la educación en España. Nada de Ética para que se erradiquen estas actitudes. Nada de Educación para la Ciudadanía para que el respeto, la igualdad y la moral sean los que habiten las mentes de los ciudadanos. Se quieren ciudadanos maleducados y salvajes, que vivan como quieran, pero que, a lo sumo, no digan estas cosas en público. El cinismo por encima de todo.

La crisis económica es dura, pero la crisis moral que el neoliberalismo, encarnado aquí por estos personajes impresentables del PP, está imponiendo en la sociedad va a tener consecuencias aún peores para la sociedad. Sólo una torpeza profunda o una ceguera interesada pueden explicar tanto silencio y tanta complicidad con estas opiniones degeneradas sobre el sentido de las leyes y el respeto a las mujeres.

lunes, 30 de agosto de 2010

Obediencia al derecho: los malos ejemplos


El expresidente del Congreso de los Diputados, Gregorio Peces-Barba, publicó el sábado pasado en el diario El País un artículo lleno de sensatez y de buen sentido, haciendo ver cómo uno de los males de nuestra democracia es el de que se está perdiendo el respeto a la ley y que esa falta de respeto viene muchas veces impulsada por las propias autoridades políticas.

Lo pongo aquí porque estoy seguro de que merece la pena leerlo y meditarlo.


Obediencia al derecho: los malos ejemplos


GREGORIO PECES-BARBA

EL PAÍS  -  Opinión - 28-08-2010

Para el respeto al Derecho corren malos tiempos. Quizás es uno de los peores datos sobre la salud política y para el ejemplo de los ciudadanos. Ejemplos de hipocresía, de descaro y de oportunismo, con mensajes directos de altos dirigentes políticos, proliferan por doquier y marcan con mucha frecuencia comportamientos destacados en el Gobierno, en la oposición y en muchas Comunidades Autónomas, especialmente del PP. Desde nuestra Carta Magna, en su artículo 9, se establece en ese sentido una obligación jurídica general para los ciudadanos y los poderes públicos, que "están sujetos a la Constitución y al resto del Ordenamiento jurídico". Es un deber incondicionado, una exigencia ilimitada para las instituciones y para las autoridades, que solo tiene un resquicio individual muy restrictivo y que necesita refrendo legal o judicial al más alto nivel con la objeción de conciencia. No cabe objeción de conciencia colectiva ni tampoco fomentar esa objeción por las autoridades. Es lamentable tener que recordar lo obvio y mucho más que el mal ejemplo y los mensajes vengan de quienes tienen esa obligación mayor de respeto.


Toda teoría general debe concretarse con ejemplos, para vergüenza de quienes los representan, para sonrojo de los ciudadanos cumplidores, y con daño irreparable para la educación cívica de los más jóvenes. El caso de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña es paradigmático, con la llamada generalizada de muchos políticos catalanes al desconocimiento o a la desobediencia y con la pintoresca toma de posición del presidente del Gobierno y de su vicepresidenta primera de buscar arreglos para burlar la sentencia. Comprendo que la necesidad de conseguir mayorías suficientes exige esfuerzos y sacrificios, pero nunca se debe llegar a proponer la violación de la Constitución. Lamento que esas voces sean del PSOE, porque no es ni normal ni habitual. Por eso debe reprocharse con dureza.


En el PP, la desobediencia tiene forma directa, y supone la suspensión de la obediencia mientras se recurre al TC o se hace resistencia pasiva y "se acata pero no se cumple". Los ejemplos son infinitos y vienen de lejos: ley de dependencia, rechazo a la entrega de ordenadores a los estudiantes de centros públicos a partir de 4º de Primaria; rechazo a la orden del Ministerio de Cultura, en Valencia, que prohibió la demolición de las casas en la zona declarada como "bien de interés cultural" (BIC) del Barrio del Cabanyal; rechazo de la señora Aguirre al cumplimiento de la ley del tabaco, rechazo o tergiversación del sentido de la enseñanza de la Educación para la Ciudadanía y derechos humanos, entre otros. Los recursos al TC solo durante los Gobiernos de Rodríguez Zapatero son ya 35.


En el colmo del descaro, Mariano Rajoy ha afirmado que los nombramientos de los nuevos magistrados del TC se harán cuando convenga al PP. La obligación derivada de un deber general de cumplimiento ineludible se desprecia y se convierte en una razón de oportunidad, que vulgarmente significa: lo haremos cuando nos dé la gana. ¿Es esa la respuesta de un jurista, registrador de la Propiedad, que pretende presidir el Gobierno de España? Como profesor de Teoría del Derecho le habría suspendido sin dudar un instante. Transmite falta de categoría, ignorancia de las consecuencias de esa afirmación, maquiavelismo barato, picaresca y carencia de grandeza. Habla poco y cuando lo hace se retrata.


El presidente de Murcia, que quizás sea jurista aunque no lo parece, responde a la entrada en vigor de la nueva ley del aborto con un sinsentido porque considera que no obliga, puesto que está pendiente de recurso de inconstitucionalidad. Sustituye y enmienda al propio TC al declarar la suspensión de la aplicación de manera unilateral. Al ignorar indebidamente la obligación de cumplimiento, transmite a todos sus subordinados y funcionarios un mensaje de desobediencia generalizada. Entre la ignorancia y la mala fe se producen daños irreparables al imperio del Derecho. Ni Rajoy ni nadie responsable del PP le ha desautorizado. Otra perla que no se sabe si atribuirla a la ignorancia, a la maldad o al todo vale contra el PSOE, es la de Esperanza Aguirre, apoyada por su consejero de Sanidad, Fernández Lasquetty, cuando afirman que van a fomentar la objeción de conciencia de médicos y enfermeras.


La objeción de conciencia es una opción individual y de la misma forma que no se puede dificultar ni impedir por las autoridades, tampoco se puede aconsejar ni impulsar. Es un comportamiento contra legem que solo se ampara por autoridades que hagan dejación de sus funciones y propongan empujar a decisiones que solo pueden tener un origen en la conciencia individual. En ese sentido, conviene subrayar el buen ejemplo que en estos casos ofrece el Gobierno de Castilla y León, una Administración del PP juiciosa y prudente.


Y los apoyos espirituales los ofrece, como siempre, la Iglesia institucional, que olvidando sus propias carencias, jalea estas actitudes y las justifica, santificándolas. Como siempre al rescate de las tesis más ultramontanas, el obispo Martínez Camino ha afirmado que "es una norma incompatible con la recta conciencia moral, en particular la católica". Es como si estuviéramos en la Edad Media y como si la Iglesia tuviera la suprema palabra. Felizmente, hoy la última palabra la tienen los ciudadanos, las instituciones democráticas, los principios, los valores y los derechos. Son los dioses de nuestro tiempo.