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martes, 20 de abril de 2010

Incompetencia / 2

Foto tomada del diario El País

Pero la favorita de la condesa lideresa y anglófila confesa ha organizado en su departamento otra manifestación de manifiesta incompetencia. Quieren promocionar los colegios e institutos bilingües. Basta con que en ellos se den dos asignaturas en inglés, pero a eso lo llaman bilingües. Cuesta el proyecto unos 13 millones de euros, pero en propaganda, en época de restricciones de todo tipo en educación, se han gastado casi 2 millones de euros. Aún no he oído a nadie de la oposición que haya puesto el grito en el cielo ni en la mesa protestando por tal disparate.

El caso es que el eslogan que usan en la propaganda es una parodia del Yes, we can, de Obama. En este caso es Yes, we want. El caso es que esta es una frase mal construida en inglés, puesto que el verbo exige la compañía de un complemento directo para que la sintaxis funcione. De manera que para fomentar el estudio del inglés, tampoco tienen inconveniente en emplear una frase mal construida, incorrecta. También da igual. Lo importante es el fin que se pretende conseguir. Los medios empleados no importan. Neoliberalismo por todas partes. Gente tragando disparates por doquier. La incompetencia sentada en el sillón del poder. La mediocridad dirigiendo los destinos de los ciudadanos. La anestesia contaminando el aire que respiramos y las ideas que consumimos. Nadie ha pedido disculpas por el uso del dinero público para estos disparates. Seguimos tragando.

lunes, 19 de abril de 2010

Incompetencia / 1


La condesa, esa que va de lideresa y que se pone tan tiesa para gobernar la res publica de Madrid, no está teniendo últimamente mucha suerte con la corte de yernos y nueras de la que se rodea para ejercer lamentablemente su oficio de regir los destinos de los que ella trata como a sus súbditos. Entre espías, gürtelistas, dimisiones y disparates surtidos, la cosa está como está desde hace tiempo, sin que la clientela se dé cuenta de cómo le viene la tormenta.

Una de sus nueras, quizás su favorita, encargada de los asuntos de la Educación, tiene el reciente honor de haber generado en su Departamento dos sucesos dignos de mención y de los que queremos dejar aquí constancia.

El primero se refiere al invento de la Prueba de Conocimientos y Destrezas Indispensables, un examen voluntario para los alumnos de 3º de ESO, sin validez académica, pero que quieren que se incluya en sus respectivos expedientes y con el que generan luego una clasificación de los Centros, que terminan publicando. Si un año vienen alumnos más aptos, el Centro sube. Si al año siguiente vienen menos aptos, el Centro baja.

Es como si no se fiaran de las calificaciones que ponen los profesores en el desarrollo normal del curso y tuvieran que diseñar una prueba mucho mejor, más objetiva y más reveladora de los conocimientos de los alumnos. Debe ser por eso que este año han propuesto en la parte de matemáticas el siguiente problema:

“Andrea abre un libro y observa que la suma de los números de
las dos páginas que tiene delante es 99. ¿Cuáles son esos números?”

Cualquiera puede comprobar que este es un problema perfecto para ver si un alumno es espabilado o no y mucho más idóneo que los que ponen en clase los profes habituales. Por lo demás, es sencillo de resolver. Si sumamos el número de la página x más el de la siguiente, que será x+1, tiene que salir 99. Por tanto, una página será la 49 y la otra la 50, que son los números que dice el enunciado que ve Andrea cuando abre su libro.

Pues si tomas cualquier libro, amigo lector, e intentas abrirlo de forma que, como Andrea, observes esas páginas, comprobarás que no, que es imposible. Cualquiera que tenga contacto frecuente con los libros sabe que, en uno abierto, las páginas de la izquierda son siempre pares, mientras que las de la derecha son impares. Bueno, cualquiera, menos los sesudos y desconocidos profesores de la Comunidad de Madrid que se prestan a elaborar estos magníficos exámenes, que no se fijan en esas cosas, quizás por una deficiente formación en lectura comprensiva, o por poco celo en el ejercicio de su misión o, no quiero ni pensarlo, por haber extendido su neoliberal lema de “Todo vale” al campo de la enseñanza. No deseo imaginar que hayan considerado que qué más da lo que vea Andrea, que lo importante es el fin -o sea, llegar a “49 y 50”- y que los medios o las circunstancias son lo de menos. Y no han pedido disculpas. Les da igual. No tienen sentido del ridículo. Toman a los ciudadanos por tontos sin darse cuenta de que son ellos los que hacen las tonterías. Si no fuera porque me dan temas para escribir estas notas, deberían dimitir.

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