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lunes, 19 de julio de 2010

Helado





Hace un calor de justicia, pero yo me he quedado helado.


Compro el diario todos los días, aunque lo leo cuando puedo, a veces con mucho retraso. Hoy me he topado con un análisis que hacía El País del 14 de julio sobre el estado de la nación con ocasión del debate sobre este asunto que se ha realizado en el Congreso de los Diputados.

Me llaman la atención enormemente dos cosas. La primera es que el 34% de la población española está a favor de que haya crucifijos en las aulas. El 34%. Me parece alucinante. En el siglo XXI, después de que haya pasado (de largo, al parecer) la Ilustración, de que, no ya la igualdad, sino la libertad -se supone que de todos-, sea el valor más importante, según dicen, y de que en ningún país moderno se den estos fenómenos, resulta que en España aún andamos así. Parece que quieren que las matemáticas se enseñen bajo el signo de la cruz, y la lengua, y la filosofía, y la religión, aunque cada vez menos niños elijan esta enseñanza, más propia de parroquias que de aulas. No quieren que los musulmanes exhiban sus símbolos religiosos, pero no se les cae la cara de vergüenza cuando quieren imponerles a ellos y a todos los suyos. ¿Cómo podrán hablar luego de justicia, de libertad, de igualdad, de humanidad? ¿Quiénes se creen que son?

Sólo hay un dato peor y más desesperante que el anterior. El segundo. ¿Sabes, amable lectxr, lo que piensa -quiero decir, opina- la mayoría de los españoles -el 36%- sobre este asunto? Pues nada: no sabe o no contesta. Después del asunto del pañuelo, del asunto del aborto, del gasto enorme que supone la enseñanza de la religión en las escuelas, de todos los intentos para que la política se subordine a la religión, resulta que el 36% de la población no se entera de nada. ¿Qué habría que hacer para despertar a esta gente? ¿Qué habría que hacer para que tomaran conciencia de cómo son manejados?

Vivan, de nuevo, las cadenas. Y qué frío en el alma.