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martes, 22 de octubre de 2013

Buenas noches. El eterno retorno





Aquel mundo era demasiado cerrado, no tenía salidas visibles y ofrecía pocas posibilidades para llegar a ser uno mismo. Cuando yo tenía 20 años, había bastantes salidas laborales, tanto para quien quería estudiar y prepararse, como para quien prefería aceptar cualquier trabajo, aunque estuviese peor remunerado. Lo que no había eran muchas salidas humanas. La sociedad estaba dominada en buena medida por las normas franquistas y por la ideología religiosa católica. Ninguna de las dos daba más opción que la chata manera de entender la vida que, de manera uniforme, dominaba las mentes y la realidad de los jóvenes de entonces.

La vida en la familias era asfixiante. Todo era igual, siempre igual. Vivir consistía en repetir y repetir y nunca en crear. Lo nuevo estaba prohibido. Lo fresco estaba condenado. El placer, si no entraba dentro de unos márgenes muy estrechos, era denostado y perseguido. Se trataba de aguantar callado, en la medida de lo posible, y de sufrir en silencio la repetición siempre idéntica de lo mismo.

La única salida viable era escapar, huir de casa en cuanto hubiera una oportunidad. Algunos, quizá privilegiados, la tuvimos yéndonos a estudiar fuera, en donde conocimos otros mundos, aunque con una dependencia económica de la familia que a veces se hacía algo cuesta arriba. Otros, puede que con menos oportunidades, intentaron formar cuanto antes su propia familia para poder así escapar de los negros lazos de la rutina sin fin. Muchas parejas jóvenes se formaron entonces y se emanciparon en cuanto sus economías se lo permitieron, pero casi todas ellas reprodujeron más o menos el esquema que habían vivido hasta entonces. La herencia recibida adoptó una cierta apariencia de juventud y acabó siendo tan parecida a la anterior que nadie diría que se había evolucionado mucho. En cuanto se formaban, las nuevas parejas cerraban la puerta y ponían entre paréntesis cualquier relación previa que tuvieran con el exterior, cortaban los lazos de la vida con amigos y diversiones y se enclaustraban otra vez en sus nuevos hogares a revivir lo que habían vivido antes, sólo que ahora con un decorado distinto, aunque muy parecido al anterior. Fue, una vez más, el eterno retorno. Buenas noches.