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lunes, 19 de agosto de 2013

Buenas noches. La nave

Aquel tipo parecía contener en su mente toda la verdad sobre todas las cosas. Hablaba con vehemencia. Pronunciaba las palabras como si hubiesen sido suyas desde siempre. Parecía querer evitar que los demás pensaran, porque él ya traía pensado todo lo que había que saber y se lo ofrecía de manera gratuita. Su elocuencia era aplastante. Su mirada era la propia de quien se consideraba dueño de todo el conocimiento necesario. A su alrededor, un grupo de personas le escuchaba como si estuviera hablando el descubridor del nuevo mundo.

Poco a poco, la nave fue alcanzando altura y allí abajo el grupo escuchante, con el tipo en medio, fue empequeñeciéndose en comparación con todo lo que se divisaba desde arriba. Bajo la nave que ascendía, fueron apareciendo otros grupos, más o menos grandes, también con un tipo elocuente en medio, pero que decía cosas distintas a las que afirmaban los tipos vecinos. Se pudieron ver multitud de grupos, todos ellos con tipos vociferantes en el centro, pero cuando la nave logró estar a una cierta altura, ya no se divisaba ninguno de ellos. Todos habían desaparecido en la distancia. Llegó un momento en el que sólo se podían observar bosques, mares, manchas de realidad incrustadas en una especie de esfera. El olor a soberbia había ya desaparecido. 

Buenas noches.