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domingo, 24 de abril de 2011

Toros



La clase bruta saca pecho, incluso en Francia, el país que considerábamos como el lugar del refinamiento, de la exquisitez, de la elegancia. Ahora resulta que han inscrito las corridas de toros como Patrimonio Cultural Inmaterial. Patrimonio, aparte de su etimología machista, se entiende como equivalente a algún objeto de valor que se posee, lo que en el caso de los toros está por ver. Aclarar lo que es la cultura es una tarea difícil y larga, pero, desde luego, hay que tener la manga muy ancha y la mente muy corta para meter en ella los toros. Habrá quien quiera meter también en el Patrimonio la matanza del cerdo. Lo más incomprensible es lo de inmaterial. No sé en qué conceptos de materia y de forma estaría pensando el intelectual que diseñó el título de este disparate, pero que le pregunten a los toros si lo que hacen con ellos es inmaterial o no.

Detrás de todo esto me parece que hay una mentalidad vieja y antigua, aquella que se inspira en un antropocentrismo cruel que sitúa al hombre por encima del resto de los seres de la Naturaleza y los pone a todos a su servicio. Puede justificarse que se mate un animal o una planta para que el hombre se alimente, pero ¿cómo justificar que se sacrifiquen cruelmente animales para hacer abrigos o para que unos desocupados se distraigan viendo el sufrimiento de unos toros? Cualquier historia que se esgrima para intentar hacer ver que esto no es una barbaridad termina, según lo veo yo, en una idea del hombre como el gran ser situado en el centro del mundo y con todo lo que existe a su servicio. Algunos, incluso, para hacer ver que las cosas son así, se ponen también a sí mismos al servicio de un ser superior, un dios de turno, y se quedan tan tranquilos.  Los conceptos de igualdad en el derecho a la vida, de respeto, de evitar el sufrimiento y la tortura les caen muy lejos aún.

Cuando Copérnico comenzó a defender el heliocentrismo, no sólo fue perseguido por ir en contra de lo que decían que decíala Biblia y contra lo que manifestaban los pensadores antiguos, sino porque quitaba al hombre del centro del mundo, al quitar la Tierra, su trono, del lugar privilegiado del Universo. Los defensores de los toros aún siguen profesando esta vacía soberbia humana, tantos siglos después. En realidad, vamos caminando a marchas forzadas hacia la Edad Media.