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jueves, 27 de agosto de 2020

Tribus



Unos pocos intentan enterarse de cómo funciona en realidad este mundo y del criterio que es mejor emplear para crear una sociedad humana que sea buena y en la que quepamos todos. Leen, escuchan, estudian, cuidan su mente, refinan sus modales, perfeccionan los valores que han aprendido y desean convertirse en seres a los que se les pueda llamar verdaderamente humanos.

Otros muchos aspiran a la uniformidad de la masa. Visten todos con un estilo parecido, cuidando que por sus apariencias no les asocien con un mundo antiguo. Su lenguaje está formado por un número reducido de palabras, más allá de las cuales no entienden nada. Hablan a gritos, ríen de manera estentórea, su gran preocupación es divertirse a toca costa, llevan el móvil como una extensión de su organismo y no soportan una vida sin ruidos, porque el vacío les causa horror. Cuando a alguno se le desinfla el alma durante un rato, resucita con algún rito primitivo y se reintegra de nuevo a la tribu.

Siguen un patrón adolescente que les dura, al parecer, toda la vida, y que todos aspiran a integrar en su existencia. Es un modelo básico de uniformidad del que no salen porque no sabrían cómo hacerlo. Tienen clara la idea de individuo, pero no la de ser humano. Como individuos, quieren destacar en el grupo, pero sin salirse de él. No lo hacen con el pensamiento, porque no han sido entrenados para esa labor.

Ellas lo suelen hacer con el cuerpo, al que consideran como su arma más eficaz para significarse a través del concepto machista de belleza, del que no saben que participan. Muestran el cuerpo sin ese pudor ñoño de generaciones anteriores, se lo tatúan siguiendo una estética simple, de la que posiblemente sus hijos se avergüencen, y sin pensar que toda la vida no es lo que dura el negocio de la moda de turno. Usan cada vez más el descaro y una cierta agresividad en sus reacciones, y quieren hacer lo que les da la gana como si el mundo se fuera a acabar.

Ellos optan por la fuerza, por la potencia, por la chulería, por lo que consideran más llamativo. Intentan que la vida sea una continua risotada, beben de manera chulesca, fuman lo que les place y en donde les peta, y han logrado separar sin traumas el sexo del amor, para quedarse con el placer como valor supremo.

El único criterio que parece que entienden todos es que tienen que hacer siempre lo que les apetece. Los demás existen, pero como si no existieran. Conceptos como el respeto, no molestar, cumplir las normas, ver las consecuencias para los demás de lo que uno hace o no tratar a gritos a quien intenta defenderse de los efectos de sus actos no tienen gran importancia en sus vidas. El deber no tiene cabida en sus mentes, solo los apetitos. El pensamiento ha caído ante el impulso de los sentidos.

Vinieron a este mundo sin ser llamados y fueron abandonados pronto sin el alimento necesario de la educación. Vagan por el mundo como si estuvieran solos. Hacen lo que les pide el cuerpo, pero sin saber lo que hacen. No quieren caer en las redes del esfuerzo, pero tampoco en las de la explotación, en la que terminan cayendo. La diversión es la forma primordial de huida, porque la integración en esta sociedad les resulta difícil. Exigen a quienes los han traído a este mundo que los mantengan y alargan su etapa de dependencia todo lo que pueden.

Cuando las cosas se ponen difíciles y se les pide una respuesta exigente no siempre están dispuestos a ofrecerla. Algunos incluso se niegan, porque para ellos los demás no representan nada y cualquier salida que signifique un endurecimiento de la vida no están dispuestos a tomarla. Lo que no les apetece es como si no existiera. La razón, la moral, el sacrifico, la comunidad, el bien común, la democracia y el respeto no son más que chorradas.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Osadía 124. Móvil



Atrévete a usar menos el móvil. 

No puedes estar todo el día dependiendo de él. 

Buenos días.


lunes, 21 de septiembre de 2015

Buenas noches. Felicidad 2




La felicidad tiene algo que ver con la liberación de las preocupaciones que nos atan al disgusto, a la vida inquieta, a los miedos, a la desolación, a la dependencia, a no ser nosotros mismos.

Buenas noches.

martes, 4 de enero de 2011

Ley antitabaco


"A ver si esto es verdad y podemos respirar a gusto. A veces me duele el pecho y tengo miedo de ir al médico. Todo el día respirando humo yo, que no fumo, es demasiado. Muere un camarero al día por el humo del tabaco y yo no puedo hacer nada. Tengo que trabajar, pero en estas condiciones era muy duro."

Esto me comentaba el 30 de diciembre pasado un camarero que se sentía protegido y esperanzado con la nueva ley del tabaco. Comprendo que los fumadores estén molestos porque tienen encima un problema. Pero comprendo menos que reaccionen con un estilo parecido al de Rajoy o al del alcalde de Valladolid contra la ministra Leire Pajín y contra la ley votada democráticamente. No comprendo tampoco que echen mano de otras cosas que no se han hecho y que se podían hacer en lugar de prohibir el tabaco. Me parece que son excusas poco finas que revelan que no saben del todo bien lo que dicen. Algunos de ellos, muy dados a defender lo común sobre lo particular, me parece que caen en un individualismo que no tiene en cuenta más que su propio deseo y su propia dependencia. Sé que un fumador no puede pensar en su adicción de manera objetiva y neutra, pero en las circunstancias actuales debería esforzarse en hacerlo, si no quiere ser calificado por la historia con tintes reaccionarios.