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viernes, 12 de diciembre de 2014

Ética para todos 14. Hay que apagar el móvil en los espectáculos



Propusimos para esta semana el análisis de esta norma:
Cuando se va al teatro, al cine o a cualquier espectáculo que tenga lugar en una sala cerrada en la que deba haber silencio, hay que apagar el teléfono móvil.”

Cualquiera puede observar lo frecuente y lo molesto que es estar en uno de estos espectáculos y que suene un teléfono móvil. Yo he visto a personas que no se cortan en absoluto y que se ponen incluso a contestar la llamada sin el menor rubor.

¿Es esta una norma jurídica? ¿La ordena alguien o alguna ley y, en caso de que no la cumplamos, nos pondrán alguna sanción? No. Esto no aparece en ninguna ley. De hecho, en los espectáculos “ruegan” que se apaguen los teléfonos, no lo ordenan. Por tanto, no es una norma jurídica.

Pero sí es una norma moral. Y es una norma que deja en evidencia con toda claridad la baja calidad moral -y, por tanto, humana- de quien no apaga el teléfono antes de que empiece un espectáculo.

¿Qué es lo que hay que pensar en relación con el teléfono móvil y los espectáculos? Pues algo muy sencillo y que sólo exige un poco de sensibilidad y otro poco de sentido común. En un concierto, en una obra de teatro o en una conferencia hay, por una parte, unos profesionales que están haciendo su trabajo y que deben ser respetados escrupulosamente. Si nos ponemos en lugar de los actores o de los músicos -es lo que hay que hacer siempre: ponerse en el lugar de quienes van a sufrir las consecuencias de nuestra acción- y nos imaginamos que en mitad de nuestro trabajo suena un móvil, creo que entenderemos fácilmente la falta de racionalidad y de humanidad que esto supone.

Pero no es sólo esto. Es que el espectador que no ha apagado su móvil no está solo en la sala -ni en el mundo-. Junto a él hay otros muchos espectadores que han pagado la entrada y que tiene derecho a vivir la obra en las mejores condiciones posibles, sin interrupciones evitables y sin ruidos que les desconcentren y les distraigan. Que suene el móvil en mitad de un espectáculo es una desconsideración de muy mal gusto hacia los trabajadores y hacia los espectadores.

Veamos que, pensando de esta manera, esta norma resulta claramente una norma moral.

En efecto, si yo estoy convencido de que hay que respetar a los demás y de que hay que evitar cualquier molestia innecesaria, me sentiré autoobligado no sólo a apagar el móvil, sino también a no hablar, a no hacer ruidos con los papeles de los caramelos y a evitar cualquier acción que interfiera negativamente en lo que se está haciendo allí entre todos.

Es también una acción incondicional, porque la razón por la que se apaga el móvil no nos beneficia a nosotros, sino a los actores y a los espectadores. No deja de ser sintomático de la actitud poco cultivada de quien no lo apaga, que no ponga los medios adecuados para disfrutar él mismo de la función en las mejores condiciones posibles. La acción de apagar el móvil cobra valor humano cuando se hace para no molestar. Entonces es incondicional. Quizá uno de los problemas de nuestra sociedad sea que no es frecuente que hagamos algo para no molestar a los demás, sino porque nos favorece a nosotros. Pero estas actitudes ya caen fuera de la moral y de lo humano y entran dentro de la selva.

Es también una acción claramente universalizable, en el sentido de que sería bueno que todos los espectadores lo hicieran. De hecho, cuando eso ocurre, todos -actores y espectadores- pueden gozar mucho más del espectáculo.

Como vemos, la ética no es más que el resultado de plantearse el hecho de que estamos en el mundo rodeados de personas y de cuál debe ser nuestra relación con ellas. Y esta relación es en algunos casos muy clara: o las respetamos -y actuamos como seres humanos- o no las respetamos -y actuamos como animales.

Te propongo que analices la siguiente norma para la próxima semana:
La mujer debe obedecer siempre a su esposo”

Ya me dirás lo que te parece y por qué.


lunes, 21 de enero de 2013

Alguien deberia... Espectadores




Alguien debería decirle a los espectadores que una persona normal, educada para vivir en sociedad, debe poder estar en silencio el tiempo que dura una representación teatral, una película, un concierto o cualquier otro acto al que asistan más personas. Quien no sea capaz de estar en uno de estos sitios sin molestar a los demás asistentes con sus charlas o con sus ruidos, debería abstenerse de asistir. En casa, con un aparato reproductor, pueden charlar todo lo que quieran. Es una pésima costumbre que va en aumento.