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jueves, 2 de junio de 2016

Buenas noches. La clase bruta




La clase bruta se está haciendo fuerte. Recordaba hoy cómo hace un tiempo un grupo de cretinos entró en un bar. Eran ocho o nueve. Uno, el que parecía más estúpido de todos, se empeñó en repartir las copas llenas de cerveza lanzándolas por el mostrador, como si estuviese en un bar del oeste americano. Una de las copas tropezó, en su necio viaje forzado, con una de las grietas que tenía el mostrador y se cayó, manchando a quienes estábamos allí. El ridículo memo no sólo no pidió disculpas a nadie, sino que siguió con su bobo jueguecito. Le eché un par de miradas asesinas con las que le llamé de todo, pero ni se inmutó. A continuación, con una sonrisa de idiota instalada en su rostro, volvió a lanzar copas, esta vez de vino tinto. Desde el lugar al que habíamos huido vimos cómo la primera de ellas se cayó, se rompió y derramó todo su contenido. Observamos con asombro cómo el grupo de brutos y de brutas reían la supuesta gracia de tan ingeniosa maniobra, sin pedir disculpas a nadie. 

Así se van poblando las ciudades de maleducados y va creciendo sin freno la clase bruta. 

Buenas noches.  

domingo, 16 de febrero de 2014

Lo que veo cuando miro. El desastre





Creo que hay que estar con el pueblo para saber cómo está el pueblo. Acabo de venir de ver un partido de fútbol en un bar, un bar de pueblo en la ciudad, un bar barato, lleno de gente nada exquisita, lleno de gente normal. Estaba deseando de que acabara el partido. Una mujer guapa y muy atractiva ha estado gritando todo el partido. Llamaba 'puto maricón' a todo el jugador que le parecía, fuera de uno u otro equipo. Posiblemente nunca haya pensado que llamar 'maricón' a alguien no puede ser un insulto, pero ella seguramente no ha llegado a eso. Los hombres que le acompañaban le reían sus dichos como si se tratara de la más genial de las ocurrencias. Luego se dedicó a darle golpes en la cabeza a uno al que llamaba 'cuñado' y a quien no dejaba ver el partido. Otro se me ponía delante con mucha naturalidad y no me dejaba ver el partido. Otro gritaba como un energúmeno cuando le parecía, sin pararse a pensar en si molestaba o no. No sé qué tipo de sociedad quiere esta gente. No sé qué es lo que defienden o qué es lo que no les gusta. No sé cuáles son sus criterios para vivir en sociedad. Sólo sé que me he sentido solo en medio de tanta brutalidad. La clase bruta se adueñó del bar en poco tiempo. Al resto de ciudadanos le daba igual todo aquello. Qué buena foto del desastre.

viernes, 13 de diciembre de 2013

Buenas noches. El almacén





Miro el mundo y el panorama que observo suele ser bastante desolador. Estamos en manos de la clase bruta en casi todos los aspectos de la vida. No veo ningún detalle que me haga ser optimista, sino más bien todo lo contrario. Afortunadamente sí tengo a mi alrededor personas -y, seguramente, tú seas una de ellas- con las que se puede hablar y vivir, y eso me da ganas de seguir adelante. Y también siento algo que está en mí, que no sé de dónde sale, pero que sale, y que es una cierta actitud de superación, de esperanza, de ver que la vida a veces es soportable y a veces es francamente ilusionante. Debe de haber en la mente un recóndito almacén de positividad del que se puede echar mano, afortunadamente. Buenas noches.

miércoles, 3 de julio de 2013

Buenas noches. Quítate tú, que me pongo yo





Era de estructura oronda, con la camisa ajustada, luciendo tripa, de estatura media, con el bigote poblado, la calva bien encajada y unos brazos poderosos que separaba del cuerpo al andar, como si la grasa acumulada no le permitiera llevarlos pegados a los costados.

Noté que me tocaron en el hombro y entonces lo vi. Yo estaba en un rincón en el que en las paredes de ambos lados había sendos pequeños cuadros de la preciosa exposición La belleza encerrada, que está ahora mismo en el Museo del Prado. El reducido tamaño de los cuadros hace que si alguien mira uno de los del rincón, no hay espacio para que otra persona mire el de la otra pared.

Me volví hacia quien había puesto su mano en mi hombro y el señor orondo me dijo:

-¿Me permite?- Y señalaba con su dedo índice el rincón en el que yo estaba, como queriendo ocupar mi lugar.

Yo, un tanto perplejo, le dije:

-Oiga, ¿qué quiere, que no los vea yo para que los vea usted?

-Sí -me respondió-, es que me tropiezo con usted por todas partes y ya está bien.

-Pero ¡cooooooooño! -me limité a decir en un tono levemente alto, para que el tipo lo notara.

En medio del escándalo -este es otro asunto- que había en el Prado en esos momentos, yo me quedé sorprendido, a la vez que feliz por tener la oportunidad de vivir una experiencia tan desconcertante. He aprendido a no llevarle la contraria en asuntos como este, en la medida de lo posible, a la clase bruta y, también, a ser elegante con la gente que no lo es. Así que, tras lo dicho, me retiré cortésmente y dejé pasar al individuo impertinente para que aliviara su angustia, si es que podía. Total, yo podía ver otros cuadros y volver allí en cuanto el señor ávido de placeres estéticos terminara de gozar con la contemplación que no le dejaba vivir y en cuya satisfacción tenía la mala fortuna de encontrarse siempre conmigo.

Era curioso el ritmo al que iba este buen hombre. La exposición hay que verla con un pequeño y utilísimo libreto gratuito en el que están los datos de los cuadros y una breve reseña de cada sala, lo cual ralentiza un tanto la visión de las obras. El señor orondo y angustiado iba a pelo, sin libreto ni auriculares ni nada: sólo, al parecer, con mi cogote en la retina. Al poco tiempo lo vi pasar de largo. Iba hacia la salida, pero con cara de evidente alivio. No me explico cómo con ritmos tan diferentes coincidía el señor tanto conmigo.

Es verdad que gente tan bruta como este señor no los he visto, pero sí detecto que cada vez hay más gente que gasta este estilo: yo voy a lo mío, quiero hacer lo que me apetece y ya mismo, sin demora, y el que se interponga, que se quite, que ante todo, estoy yo. Me suena al estilo neoliberal.

Espero que esta noche, cuando te dispongas a entrar en el reino de los sueños y tengas delante de ti el cuadro con tu gente querida, nadie intente ocupar el lugar de otra persona. Por si acaso, tú crea una nube bien grande para que les caiga a todos una buena lluvia de cariño fresquito y reconfortante. No te olvides de dormirte con una sonrisa en los labios. Buenas noches.