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lunes, 23 de junio de 2014

Buenas noches. De paseo



Como siempre que puedo y no hay ninguna obra que me lo impida, hoy he salido a andar, a poner el cuerpo en ejercicio para que no se aburra de estar siempre en la misma postura y para que gaste energía.

Primero, me llamaron la atención dos mujeres que vi casi seguidas, una a pocos metros de la otra. La primera de ellas era alta, delgada, vestida con una camiseta de tirantes y unos pantalones negros, de mediana edad. Me fijé en ella desde lejos, porque había algo en sus movimientos que no me resultaba habitual. Noté que eran sus brazos, concretamente el movimiento de sus brazos. Era como si le pesaran y mostraban una cadencia y una sensación de relajación que chocó un poco con el estado en el que yo iba mientras andaba. Me dio que pensar y me di cuenta de lo conveniente que es intentar controlar nuestra reacción ante lo que pueda ocurrir. No ganamos nada adelantando posibles acontecimientos, estando tensos o pensando en lo peor. Vale más procurar relajarse, respirar hondo y vivir el presente de la forma menos enervada posible. Creo que es muy importante no perder el control sobre nosotros mismos. La relajación que mostraban los brazos de aquella mujer deberían ser un símbolo del estado de nuestro ánimo.

Casi a continuación, en una mañana calurosa que invitaba a quitarse de encima la mayor cantidad de ropa posible -o toda-, me crucé con una mujer de apariencia musulmana, cubierta con un pañuelo que le dejaba ver sólo la cara, y vestida con unos pantalones y una especie de abrigo que le llegaba hasta los pies. Era como las vírgenes de las iglesias católicas, a las que sólo se les ve la cara y las manos, aunque sin corona. Pensé que, en su situación cultural, Alá -un hombre-, a través del profeta Mahoma -otro hombre- y por medio de su imam -otro hombre- o de su esposo -otro hombre- le habían hecho sentirse obligada a ir vestida de esa manera tan poco higiénica y tan poco racional. No hubiese sido raro verla acompañada de un hombre con un atuendo mucho más fresco. Mientras las mujeres, por ser mujeres, tengan que cumplir órdenes masculinas, poca justicia habrá en el mundo. Me dio pena aquel ser humano en el que se detectaban tan pocos detalles racionales.

Luego, ya de vuelta, pasé junto a un carril bici que ocupaba casi toda la acera. Una señal indicaba que la velocidad máxima debía ser de 20 km/h. Sin embargo, dos ciclistas me adelantaron circulando por él con una rapidez endiablada. Iban echando una carrera entre ellos, sin importarles demasiado, al parecer, las personas que andábamos por allí. Esta mentalidad neoliberal, que la derecha nos está metiendo en las costumbres y que fomenta que cada cual haga lo que le dé la gana sin tener en cuenta a nadie, va a costar mucho erradicarla. A ver quién convence a estos alcaldes, que sólo miran a los ricos, de que a la población hay que cuidarla y educarla y que no se pueden permitir caprichitos de descerebrados por las calles.

Diez kilómetros, con la excusa de ir a comprar fruta a un sitio que estaba más allá de la gran puñeta. Buenas noches.