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lunes, 4 de julio de 2011

Cuatro años




Político: Después de cada elección tienes cuatro años para trabajar en lo que quieres hacer por la sociedad, para pensarlo y para hacerlo bien. Y para explicarlo de manera que todos nos enteremos. No lo dejes todo para la siguiente campaña electoral porque te vas a llevar otro disgusto.

Y tú, ciudadano, tienes los mismos cuatro años para protestar y para denunciar aquello que no te gusta, para hacer propuestas al partido que más te guste, para usar las redes sociales, para enterarte bien de lo que hay, para estudiar a fondo cómo es uno y cómo es otro. No lo dejes todo sin hacer, porque vendrá la campaña electoral y el día de reflexión y aún no te habrás enterado y seguirás diciendo que eres de izquierdas, pero le darás el poder a la derecha, que se reirá de ti y ni siquiera te dará las gracias.

sábado, 14 de mayo de 2011

La mentira es la verdad


Su mentira quiere que sea siempre la verdad. Sus ojos son mentira. Su rostro es mentira. Su ordinariez pretende que pase por elegancia. Como los niños, quizás ni se plantee que su actuación puede ser un modelo para todos. Sus caprichos brillan siempre por encima de la justicia, de la equidad o de cualquier otra virtud. Su liberalismo tiene forma de apisonadora. Debería llevar siempre una camiseta con una calavera y unos huesos cruzados, no sé si en señal de peligro, como símbolo de su piratería o por ambas cosas. Me produce un cúmulo impensado y enorme de reacciones negativas.

Ella dice lo que le parece y yo, también. Pero es distinto.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Orgasmos


Nunca he tenido un orgasmo en un colegio electoral. Lo siento. Mi proceso de apertura de mente no ha llegado a las cotas necesarias para poder ponerme a echar resoplidos placenteros delante de la gente, especialmente de esos que en los días de elecciones van armados de papel y bolígrafo y van apuntando todo lo que pasa por la mesa, y de esos otros que no dejan pasar una y que intervienen en todo lo que ocurre ante la posibilidad de que alguien quiera variar la voz del destino. El caso es que como no soy catalán –parece que los catalanes son más sensibles a tales prácticas- ni me sale en las citadas circunstancias, me voy a quedar sin experimentar el correspondiente orgasmo democrático cuando me toque hacer el acto de penetración de la papeleta en la urna.

Sin embargo, algo de emoción profunda sí que me produce a mí el hecho de ir a votar. Es la vivencia de la igualdad. Puede haber allí una señora vestida de Arquitectura Humana, de Carolina Herrera o de Carrefour, o un señor con una camisa con un cocodrilo en el pecho o con una camiseta adornada con dibujos estridentes. Da igual. Cada uno de ellos vale un voto y, en principio, todos los votos son iguales. Es como cuando vas a una playa nudista en la que te das cuenta de que no somos más que seres humanos a los que nos gusta escondernos detrás de disfraces habituales. La igualdad me parece a mí más profunda y más emocionante que la libertad.

Me gusta la igualdad que se puede vivir en unas votaciones, aunque enseguida el optimismo se suele torcer, en cuando te das cuenta de que muchos de los que están allí votarán a los que luego nos van a desigualar y van a terminar perjudicando al propio votante, que seguramente andará pensando en otros orgasmos mucho menos trascendentes y más fáciles de obtener.