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domingo, 14 de septiembre de 2008

París no se acaba nunca / y 6



Dice Vila-Matas:


"Nunca será una duda la que nos haga enloquecer, sino más bien una certeza, cualquier certeza, aunque ésta sea tan simple como la que tengo ahora."

¿Cómo se atreven entonces a procurar que huyamos de las dudas? ¿Quieren que caigamos en las certezas? ¿Quieren volvernos locos? ¿Por qué asocian la duda con la inmadurez y la certeza con la madurez? Sólo el fuerte es capaz de dudar. El débil necesita la certeza para refugiarse en ella y no tener que pensar, porque o no puede o no sabe. ¿Por qué nos quieren hacer débiles? ¿Cuánto loco sin reconocer hay por aquí y por ahí?


Yo de ti dudaría de todo. Lo primero, de que esto que te pongo tenga sentido. Y, después de dudar, elegiría. Pero elige tú y después de dudar.

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viernes, 12 de septiembre de 2008

París no se acaba nunca. 5

Retomo hoy las referencias al libro París no se acaba nunca, escrito por Enrique Vila-Matas.

El interés por este libro me vino visitando este verano el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León, el MUSAC. Recomiendo vivamente una visita guiada a este Museo porque te aporta una visión de lo que se hace hoy en el campo del arte que difícilmente se puede adquirir de otra manera. Ya el edificio merece la pena de ser contemplado. Fue diseñado por los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla y con él obtuvieron en 2007 el Premio Mies Van del Rohe de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea. Los mismos autores han realizado el Museo de Bellas Artes de Castellón y el Museo de Zamora y están trabajando en la actualidad en el Museo de Cantabria. La fachada del MUSAC está formada por más de 3.300 vidrios tintados con los 37 colores obtenidos mediante la digitalización de una de las vidrieras del siglo XIII de la Catedral de Léon.

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En la exposición que visité aparecía una instalación creada por Dominique González-Foerster y titulada Tapis de lecture. Consistía en una alfombra de gran tamaño rodeada de libros, que invitaba a sentarse o a tumbarse y ponerse a leer. La idea, al parecer, surgió a raiz del libro de Vila-Matas, porque su texto lleva a otros textos y a otros libros y, en cierto modo, te envuelve en su atmósfera.


Pongo hoy aquí una cita de Vila-Matas sobre la desesperación:


“Piensen cuáles pueden ser las razones básicas para la desesperación. Cada uno
de ustedes tendrá las suyas. Les propongo las mías: la volubilidad del amor, la
fragilidad de nuestro cuerpo, la abrumadora mezquindad que domina la vida
social, la trágica soledad en la que en el fondo vivimos todos, los reveses de
la amistad, la monotonía e insensibilidad que trae aparejada la costumbre de
vivir.”


La desesperación. La falta de esperanza. La carencia de fuerzas para llegar a algún lado. El sinsentido. La ausencia de metas accesibles. La caída sin poder levantarse. El dolor por encima de todo lo demás. La desgana. La conciencia de la propia debilidad. El, a lo sumo, limitarse a esperar.





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viernes, 29 de agosto de 2008

París no se acaba nunca. 4

Repasa Vila-Matas en un momento en su libro algunas de las lecturas de sus años de aprendizaje. Habla, sin nombrarlo, de la inspiración, algo tan importante para un escritor, para un creador en general. Dice así:


"Si a este mundo venimos a aprender y, sin embargo, no aprendemos nada -salimos de él sabiendo menos de lo que sabíamos-, menos va a aprender de una conferencia en la que la única certeza que tiene el conferenciante -bueno, quizá ese joven sí aprenda algo, quizá aprenda esto que voy a decirle, lo cual no es poco-, la única certeza que yo tengo es que la constancia del hábito de escribir suele estar en relación con su absurdo, mientras que en cambio las cosas brillantes solemos hacerlas de repente."


Es posible que este planteamiento sea un poco simplista, aunque contenga grandes dosis de realismo. Es muy difícil, aunque se han dado casos, compaginar el hábito de escribir con la brillantez. Lo normal es que cuando se escribe habitualmente, salgan mediocridades. Pero también es cierto que, si no mantienes el hábito de escribir, tampoco te sale el escrito brillante. La inspiración siempre te encuentra trabajando. O, dicho de otra manera, las musas nunca acuden al ocioso.


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jueves, 21 de agosto de 2008

París no se acaba nunca. 3


Cuenta Vila-Matas las relaciones un tanto lamentables entre Ernest Hemingway y el caprichoso y conocido escritor Scott Fitzgerald, cuando éste había sucumbido a los efectos del alcohol. Como conclusión de un viaje que ambos hicieron, relata Vila-Matas:


“Ya de regreso en París, Hemingway confesaría a su mujer que no había aprendido nada del escritor famoso en aquel viaje. En todo caso, si algo había aprendido era que nunca hay que salir de viaje con una persona a la que no amamos.”

Lo cual parece evidente, pero no siempre lo ponemos en práctica. Y lo del viaje, creo que hay que tomárselo en sentido muy amplio.






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lunes, 18 de agosto de 2008

París no se acaba nunca. 2

Cita Vila-Matas en París no se acaba nunca unos párrafos del escritor francés Georges Perec (1936 – 1982) sobre un tema que puede resultar interesante para reflexionar sobre la posición y la actitud que uno adopta en la vida en relación con lo que le rodea. O, con otras palabras, sobre su propia identidad. Dice así:


“O bien arriesgarse, encontrar o dar forma a las raíces de uno, arrancar al espacio el lugar que será el nuestro, construir, plantar, apropiarse milímetro a milímetro de la propia casa; pertenecer por en tero a nuestro pueblo, saber que uno es de la región de Cevennes o de Poitou.

O bien no llevar más que lo puesto, no guardar nada, vivir en un hotel y cambiar a menudo de hotel y de ciudad y de país, hablar, leer indiferentemente cuatro o cinco lenguas; no sentirse en casa en ninguna parte, pero sentirse bien casi en todos los sitios.”


La alternativa la resume el propio Vila-Matas de la siguiente manera:



“En definitiva, ir con los nietos a recoger moras por los angostos caminos nacionalistas o viajar y perder países, perderlos todos viajando en los trenes iluminados del mundo nocturno, ser extranjero siempre.”

Ser extranjero siempre y en todas partes. A veces, hasta en tu propia casa. Este es el precio de la independencia cuando no quieres venderte a ningún localismo ni a ningún provincialismo ni a ningún nacionalismo. Cuando no quieres venderte a nadie, sino regalarte a quien te dé la gana. Es la soledad creativa del eterno extranjero.




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sábado, 16 de agosto de 2008

París no se acaba nunca. 1


Estoy leyendo el libro de Enrique Vila-Matas, París no se acaba nunca. Es un libro irónico, complejo, que habla de lo que pasaba en París en los años 1970 y de la gente que andaba por allí. Se citan muchas obras y muchos autores a lo largo del libro. Una de las citas es de Macedonio Fernández y dice así:


"Varias veces emprendí el estudio de la metafísica, pero me interrumpió la felicidad".

La frase tiene su miga y exigiría aclarar qué es lo que entendía el autor por metafísica, si la rancia que abundaba en tantos lugares o la fresca y problemática que se respiraba en algunas pocas cabezas.

La primera vez que oí hablar de Macedonio Fernández, escritor argentino que vivió durante la primera mitad del siglo XX, fue la única vez que vi a Jorge Luis Borges en persona. Vino a España en cierta ocasión y ofreció una charla en un Colegio Mayor argentino que todavía existe, el de Nuestra Señora de Luján. Andaba por allí también un paisano mío, Fernando Quiñones, escritor gaditano muy amigo del habla tradicional y recopilador de cultismos y de palabras antiguas. Recuerdo que, al pasar por mi lado, me pidió "mixtos", que era un término que yo había oído de pequeño para referirse al fuego para encender un cigarro. Se dice que este hombre tenía tal devoción por Borges que se fue a verlo a Argentina con un cepillo de dientes por todo equipaje.


Yo entonces no había leído prácticamente nada de Borges. Fui a verlo porque la curiosidad juvenil de entonces se dirigía hacia estas personas que aparecían en las secciones de cultura de los periódicos. Y allí descubrí lo que era un gran hombre. Le pusieron una silla en el centro del escenario y lo llevaron hasta ella, porque ya estaba ciego. Se sentó, apoyó su mano derecha en el bastón y su antebrazo izquierdo sobre la mano derecha. Como suelen hacer los ciegos, miraba hacia arriba, no sé si porque ya sabía que aquí abajo no había nada interesante, o porque prefería apuntar al mundo de las Ideas, o porque así se piensa mejor. El caso es que allí, en el escenario, estaba Borges solo. Y solo empezó a hablar. Sin guión. Pensar y hablar, o recordar, o improvisar, o vivir. Borges solo fue capaz de llenar todo el ámbito del Salón de Actos. Habló de Macedonio Fernández y de multitud de escritores más. Sobre todo, habló de literatura y de la vida.


Hay quienes piensan que existe el mundo. Están equivocados. El mundo no existe. Algunos, que se creen más listos, han dicho que, efectivamente, no existe el mundo porque no existe un solo mundo, sino que existen dos: este y el otro, el más acá y el más allá. Es el caso, por ejemplo de Platón y del cristianismo. También se equivocan. Se creen dioses capaces de crear mundos a su antojo. No existen dos mundos. Ni tres, ni cuatro. Existen muchos mundos, muchísimos. Cada cual tiene su mundo. Tú, lector o lectora, tienes tu mundo, con tus personas, tus cosas, tus preocupaciones, tus deseos, tus malas digestiones y tu escasez de dinero. Ese único mundo, el de cada cual, es el que existe.


Un gran hombre es el que es capaz de hacerte olvidar cuál es tu mundo e instalarte en uno nuevo a través de la palabra, del pensamiento, de la poesía, de la vida vivida y contada. Yo he estado en presencia de pocos grandes hombres. Ahora sólo recuerdo a dos: Borges y -homenaje- Ángel Guinda.



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