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sábado, 25 de enero de 2014

Buenas noches. Mediterráneo rojo





El Mediterráneo se vistió de rojo escarlata ayer en Madrid. De sus aguas salían suaves olas que sonaban a quinteto de cuerda. De sus profundidades llegaba a la orilla, pobladísima de gentes ávidas de belleza, una brisa gloriosa que llenaba el espacio y de la que manaba el gozo que sólo las grandes obras de la vida son capaces de generar. La brisa mediterránea tenía la calidad de lo bien hecho y los tonos variados, serenos, sencillos y brillantes de las cosas importantes. Sonaba la brisa a talento, a sensibilidad finísima, a vida interiorizada, a creación sabia, a voz sentida, a expresión sencilla y profunda, a armonía fácil, a caricia estética, a belleza distinta.

La mar mediterránea es la madre de casi todas las culturas que nos afectan. Ayer la brisa del mar traía ecos de Cataluña, de Grecia, de Galicia, de Andalucía, de Perú, de Brasil, del mundo. La mar mediterránea no le pregunta a nadie ni de dónde viene ni cuál es su identidad, como no lo hizo nunca ningún ser culto. La brisa del Mediterráneo llega a otros mares y de otras aguas acuden a él gentes en busca de belleza, de talento, de buen vivir, de vida sana y compartida y también a dar lo mejor de ellas mismas.

Ayer todos nos entregamos al Mediterráneo. Todos nos bañamos en él hasta ahogarnos de placer y de emoción. Todos nos rompimos la camisa y nos dejamos abrazar por la brisa que salía alegre y eufórica del Mediterráneo que ayer, más que un mar, parecía una fuente de agua sonora, limpia, cadenciosa, de amplios colores, de vibraciones impensadas, de expresividad delicada, de voz, ritmo y cuerpo animados por un mismo impulso sobrenatural.

Ayer el Mediterráneo lució en todo su esplendor en Madrid. Nos enamoró. Nos emocionó. Nos hizo saltar en aplausos. Ayer el Mediterráneo convirtió la noche en una gran noche. Ayer, en el Auditorio Nacional, en Madrid, estuve escuchando a Silvia Pérez Cruz con un magnífico quinteto de cuerda. Venía vestida de rojo escarlata. Buenas noches.