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domingo, 10 de junio de 2018

Feria del Libro de Madrid 2018




Por fin pude ir un rato a la Feria del Libro de Madrid. Debo de llevar una vida muy mala para no poder sacar tiempo para algo tan interesante como ir a esta fiesta de los libros.

El paseo estaba abarrotado. Había personas que se acercaban a las casetas a ver lo que se exponía, otras que simplemente paseaban por allí con el carrito del niño, algunos que iban con sus perros, arriesgándose a que los pisaran y sobrellevando como podían la ansiedad de los animales allí abajo, entre un bosque de piernas. Mucha gente y muchas colas bordeando las casetas en las que firmaban los famosos. Tuve una extraña sensación de rechazo y de pena cuando observé a algunos escritores, tocados con gorras y sombreros dentro de las casetas, sin nada que firmar. Incluso había uno disfrazado de pirata o algo así. Un escritora lucía un enorme sombrero negro, ancho y alto, que, sin duda, tendría algún significado desconocido para mí. Tampoco tenía clientes. Más allá, Antonio Muñoz Molina iba vestido con una sencilla pelliza y firmaba con un bolígrafo BIC a una legión de lectores que guardaba una larga cola. Y Javier Marías, en otra caseta, iba vestido como siempre. Por cierto, es zurdo. No sé si serán estrategias de venta.

Fui a buscar a Paco Ramos, paisano mío, y me traje firmado su prometedor libro de poemas 'Breves apuntes sobre el arte de mantener el equilibrio', editado por Huerga & Fierro.

Por el camino me encontré un libro que iba buscando, el de Meena Kandasamy, 'Cuando te golpeo o Retrato de la escritora como joven esposa', preciosamente editado por Malpaso. En él la protagonista cuenta el proceso de maltrato físico y psicológico que sufrió por parte de su marido.

De la editorial Acantilado me traje los dos libros que tiene editados de Nuccio Ordine, un profesor de literatura italiana de la Universidad de Calabria y un intelectual crítico que deberíamos leer todos. Su 'Clásicos para la vida. Una pequeña biblioteca ideal' es una joya; y 'La utilidad de lo inútil. Manifiesto' está traducido en veinte lenguas.

Ya casi de vuelta me encontré a Luis Antonio de Villena, vestido de dandi. Me dio la impresión de que este hombre tiene su mundo, pequeño e intenso, en el que hace lo que le da la gana. Tenía las uñas de la mano izquierda pintadas de blanco y la derecha llena de anillos. Me firmó su estudio sobre 'Caravaggio', que me pareció interesante.

Y cuando ya creí que no la iba a encontrar, apareció Ana Blandiana, la enorme novelista, poeta y ensayista rumana, ampliamente premiada en todo el mundo. Me traje 'El sol del más allá y El reflujo de los sentidos', estupendamente editado por Pre-Textos. Me lo dedicó en inglés, aunque yo creo que algo de español habla.

Y me volví sin que me lloviera, sin pisar ningún perro y pensando en lo grande que es que los libros reúnan a tanta gente.




domingo, 20 de septiembre de 2015

Vaya birria de mundo



Vaya birria de mundo estamos construyendo. Menos mal que yo intento montármelo como mejor me parece, porque si cayera en la mediocridad que observo -y no creo que me libre de que algo se me pegue- estoy seguro de que no sería ni medianamente feliz.

Como todos los días, he ido a andar. Hoy han sido casi dos horas. 8 km. y medio. Cuando venía de vuelta, un niño y una niña de unos 5 o 6 años jugaban a la pelota con un balón como los de fútbol en plena acera. No les importó lo más mínimo que estuviera pasando yo: ellos seguían. Como por poco no me dieron un balonazo, les dije que aquél no era sitio para jugar, sino para andar, para pasear. El niño puso cara de no entender que lo que le decía fuese razonable y casi se ofendió. Yo seguí mi camino pensando en dónde estarían sus padres. Enseguida oí que los niños corrían calle abajo. Miré por si había pasado algo y vi un coche parado, el balón en medio de la calzada, el niño ya había cruzado la calle y estaba al otro lado de la acera y la niña intentaba dirigir el tráfico diciéndole al coche parado que siguiera adelante. De los padres o de las madres no tuve noticia en todo el episodio. Supongo que, al igual que sus hijos, estaban salvajes y, además, idiotas. No creo que tuvieran la menor noción de que existen normas que hay que cumplir, que hay que ir enseñando a los niños a ser prudentes y que no pueden hacer en cada momento lo que les dé la gana, lo que les pida el cuerpo. Esto no es más que una fábrica de salvajes y de inútiles. Los mandé a todos a hacer puñetas y seguí mi camino disfrutando del maravilloso Sol que la Naturaleza nos ha regalado hoy.


Cuando, ya en casa, he enchufado el ordenador, he tomado el suplemento de hoy de El País. Como siempre, he empezado a leerlo por el final. En este caso, por el artículo deJavier Marías. Me ha confirmado que este mundo es una birria. Y estoy convencido de que las birrias se transforman con mucha facilidad en mierdas.