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lunes, 25 de junio de 2012

Una tarde en PhotoEspaña 2. Eurico Lino do Vale




Hay realidades que viven plácidamente su transcurso temporal sin que nadie lo advierta, hasta que aparece la luz. La luz convierte todo aquello sobre lo que indice en fenómeno, en apariencia, y nos permite descubrir lo que antes estaba oculto, con sus dosis de belleza y de decrepitud, con su pasado evolucionado hacia un presente y anunciando siempre un futuro incierto. La luz nos hace ver el mundo con una buena dosis de realismo, pero también con un toque de calidez que ningún otro elemento puede suministrar. Eurico Lino Do Vale abre las puertas del Palacio da Rosa, en Lisboa, del siglo XVIII, hoy propiedad del Ayuntamiento de Lisboa, para que entre la luz y capta con su cámara la visión que la luz nos regala: un edificio lujoso tal como se encuentra tres siglos después de su reconstrucción tras el terremoto de Lisboa y cinco desde que fuera diseñado.

Con las puertas abiertas a la luz aparece la belleza. Claro que hay bellezas primaverales, dotadas de formas tersas, frescas, lozanas y con toda la vida por construir. Y hay también bellezas otoñales, bien distintas de las anteriores. Aquí las formas han pasado ya por los designios irremediables e inevitables del tiempo y han dejado de ser lo que antes eran, pero, sin embargo, han adquirido con su transcurrir un poso de elegancia, un añadido sentimental y una cadencia propia del que sabe que cada momento es único y que hay que vivirlo con la calma y el sosiego que exige todo lo efímero. Lo que nos muestra el fotógrafo en la exposición es un ejemplo de belleza otoñal, del lujo, el diseño, la pintura y la arquitectura que han sido tamizados todos ellos por tres siglos de existencia.

Dice Kandinsky que la alegría de la vida reside en el triunfo irresistible y constante de lo nuevo. Ciertamente las ruinas de un palacio tienen poco que ver con lo nuevo y por eso la atmósfera que se respira en estas piezas es triste. Pero el arte de la fotografía está, entre otras cosas, en que puede dignificar la realidad captada, dotándola de nuevos valores que antes, en la visión directa, no aparecían. Es posible que el espectador obtenga de la contemplación de estas fotografías una mezcla de sosiego, de nostalgia del esplendor que se adivina, pero también del mantenimiento de lo bello. Es verdad que el tiempo triunfa siempre, pero hasta que logre su victoria final hay todavía mucho que ver.

La exposición, titulada Levantamiento Fotográfico do Palacio da Rosa, Lisboa, puede verse en la galería Oliva Arauna, en la calle Barquillo, 29, en Madrid, hasta el 21 de julio de 2012.


sábado, 9 de junio de 2012

Una tarde en PhotoEspaña 1


Tras asistir el martes a la inauguración de Preludios, la serie que Yolanda Domínguez presenta para el Festival Off de PhotoEspaña en la Galería Rafael Pérez Hernando, decidimos dedicarle una primera tarde a contemplar algunas de las exposiciones que el llamado XV Festival Internacional de Fotografía y Artes Visuales presenta en Madrid del 6 de junio al 27 de julio de 2012.




Comenzamos por visitar la muestra que se exhibe en Loewe, en la magnífica tienda situada en la Gran Vía, número 8, que diseñara en 1939 Ferrer Bartolomé. Se muestran aquí, por primera vez en España, fotografías de Scott Schuman, uno de los fotógrafos más de moda en la actualidad. En su blog The Sartorialist incluye fotografías de gente con estilo, con una peculiaridad individual que la distingue del resto de los de su entorno, algunas de las cuales forman el conjunto que podemos observar en Loewe. Su estética es muy colorista, sus modelos muestran una gran elegancia y suelen ser personas de la calle. La obra de Schuman se encuentra, entre otros lugares, en el Victoria & Albert Museum y en el Tokyo Metropolitan Museum of Photography.


La segunda parada fue en la galería de Oliva Arauna. La exposición correspondiente a PhotoEspaña no se inaugurará hasta el 16 de junio y será una muestra del artista portugués Eurico Lino do Vale. Mientras tanto y hasta el sábado 9 hay una preciosa exposición de Concha Prada titulada El cuento de la lechera. La autora ha desarrollado un trabajo ímprobo a lo largo de dos años para lograr una instantaneidad que muchas veces parece atentar contra las leyes de la física y de la lógica. La pregunta que surge ante la visión de estas fotografías es siempre ¿pero cómo es posible? Es la primera vez que la fotógrafa incluye cuerpos humanos en sus obras y lo hace como un elemento más de la propuesta dinámica que nos ofrece, relacionada con un mundo de ensueños y de frustraciones que nos impiden ver la realidad. Siempre sobre fondos negros, Concha Prada sitúa los movimientos de un ser humano en posturas acrobáticas y de un cubo lleno de leche que se desparrama y que genera escenas de una belleza plástica indudable.



Los fondos negros sobre los que Concha Prada sitúa su obra podrían servir de nexo de unión con la tercera visita de la tarde, esta vez a la muestra de Pierre Gonnord en la galería Juana de Aizpuru, en la calle Barquillo, 44 titulada Territoires. Gonnord es Gonnord y sus retratos alcanzan unas cotas de belleza difícilmente igualables. Con un esquema de iluminación siempre muy similar y con unos modelos muy preparados para el acto fotográfico, Gonnord nos deleita con unos retratos de señores, señoras, niños y niñas, a los que eleva a la condición de personajes eternos con una estética cercana a la pintura barroca. Pierre Gonnord, fotógrafo francés afincado en España, provoca la admiración del espectador que difícilmente quedará indiferente ante su obra.


La última etapa fue en la galería Elvira González, en donde la fotógrafa alemana Uta Barth, usando el color blanco como base de su obra, muestra las atmósferas posibles en un ámbito doméstico en donde la luz es la protagonista. La calidez y la calidad de su obra están muy bien contextualizadas en la galería, que aparece como el lugar idóneo para la contemplación de esta exposición.

No es conveniente abrumar la sensibilidad con excesivas experiencias similares, por lo que decidimos terminar la tarde cambiando un poco de registro. Fuimos a ver La loba, la obra de Lillian Helmman que pone magistralmente en escena Nuria Espert al frente de un estupendo grupo de actores. Tuve la suerte de contemplar a la actriz desde la primera fila: su mirada penetrante, su boca que hablaba incluso sin pronunciar palabra alguna, su dicción perfecta y su desenvolvimiento por el escenario para llenar completamente la escena con su presencia. Una gozada de mucho altura.