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viernes, 31 de mayo de 2013

Los exorcistas y el culo




Hoy les daré las buenas noches a mis amigos y amigas y a quien quiera leer mis palabras hablando de la belleza del culo.

El tema me ha hecho recordar lo que el antropólogo Desmond Morris escribiera en su magnífico libro La mujer desnuda, en donde hace un estudio antropológico y cultural de cada una de las partes de anatomía de la mujer, de la misma manera que lo hizo con el del hombre en otro de sus libros, El hombre desnudo. La cita que pongo a continuación creo que les podría venir muy bien a los exorcistas convocados por el emimentísimo Rouco, en su cruzada por efectuar escraches sanadores ante los lugares en los que habita el demonio, posiblemente con el fin de sacarlo de su escondite elegido y liberarlo en la sociedad, aunque con el subsiguiente riesgo, quizás impensado, de que en lugar de hacer un daño individual, lo haga colectivo. Es algo que les sugiero, por si puede serles útil en su dificultosa y trascendental actividad.

Habla Morris del carácter exclusivamente humano de las nalgas, tan diferentes de las que pueden encontrarse en cualquier otro animal. En la página 261 de su libro, añade:

“Esta visión primitiva de las nalgas como exquisitamente humanas dio origen a una noción posterior. Se alegaba que si las nalgas redondeadas eran lo que distinguía a los seres humanos de las bestias, los monstruos de la oscuridad debían de carecer de este rango anatómico particular. Así fue como el Diablo obtuvo la duradera reputación de que no tiene nalgas. Los primeros europeos estaban completamente convencidos de que el Diablo, aunque podía asumir forma humana, nunca podía completar su transformación porque, por más que lo intentase, nunca conseguiría que le crecieran las redondeadas nalgas humanas. Esta, la característica más exclusiva y gloriosamente humana, estaba más allá incluso de sus poderes diabólicos.

Se creía que esta debilidad era una fuente de gran angustia para el Diablo y proporcionaba una oportunidad de oro para atormentarle. Para exacerbar su envidia, bastaba con enseñarle las nalgas desnudas. Como eso le recordaba su deficiencia, la súbita exhibición lo obligaría a mirar hacia otro lado, apartando así su funesta mirada. Esto protegía al humano que exhibía las nalgas del tan temido “mal de ojo” y llegó a utilizarse ampliamente como un valioso recurso para repeler las fuerzas del mal.

Esta forma tan especial de exhibir las nalgas no se consideraba vulgar ni depravada. Las primeras fortificaciones e iglesias a menudo mostraban esculturas de mujeres haciendo alarde de sus redondeadas nalgas para ahuyentar a los espíritus malignos, con los traseros descubiertos mirando hacia fuera desde las entradas principales. En la Alemania de aquella época, si había una tormenta especialmente terrible por la noche, las mujeres mostraban sus nalgas por la puerta delantera con la esperanza de protegerse de los poderes del mal y evitar una muerte turbulenta.”

Espero que estas sabias palabras sirvan a la noble cruzada exorcista y también para que no nos sorprendamos si en alguna ocasión observamos a algún ciudadano o ciudadana enseñando sus nalgas de manera ostentosa. Seguramente estará actuando en legítima defensa.