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jueves, 12 de septiembre de 2013

Juzgadores



Se ha instalado en la sociedad de este país la antidemocrática costumbre de que cualquier ciudadano pueda juzgar a otro por su cuenta, sin esperar a que lo haga un juez. El juez, primero, imputa; luego, juzga; y, por fin, condena o absuelve. Pero los españoles, peligrosamente influidos por algunos medios de comunicación o por su falta de formación, en cuanto aparece, no un imputado, sino un sospechoso, no necesita ni juicio ni nada: enseguida corre a condenarlo y a extender la condena hasta donde sus entrañas le lleven.

Lo digo por el caso de los expresidentes Chaves y Griñán. Yo no tengo ni idea de si son culpables o no, pero lo que es cierto es que ni siquiera han sido imputados. La peculiar jueza Alaya ha emitido un auto, muy controvertido, que está siendo muy estudiado y que hasta es posible que se vuelva en su contra, en donde no imputa a ninguno de estos dos señores -entre otras cosas, porque no puede hacerlo. Es posible que terminen imputados o no, pero, de momento, no hay ni siquiera imputación. Y ya estoy viendo en las redes sociales comentarios que los condenan, que los ponen de vuelta y media y que son la ocasión para meter en el mismo saco a todo el que se le ocurra al juzgador aficionado de turno.

Me parece una actitud muy peligrosa esta de alguien se meta a juez en cuanto se le antoja y como más le interesa. Quien practique esto puede juzgar a cualquiera en cualquier momento y supongo que dejará la puerta abierta a que también él, si se tercia, pueda ser juzgado de la misma manera, sin juicio, sin pruebas y a las primeras de cambio. No son maneras estas. Así vamos también cargándonos la democracia.