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domingo, 25 de mayo de 2014

Hoy también hay fiesta



Ayer fue un día que empezó mal para mí y que terminó bien. Final de la Champions. El fútbol es un espectáculo enorme, aunque tenga enchochada a media humanidad, a la que hace confundir el vivir con ganar los partidos. Muchas veces el árbol del fútbol no nos deja ver el bosque de lo que realmente ocurre, a pesar de lo cual es un gran espectáculo. El de ayer fue un día de fiesta deportiva.

Vi el partido en un bar repleto de gente. Cuando llegamos, a eso de las ocho, ya no había sitio, pero, sorprendentemente, un poco antes de empezar se fueron varios asistentes, porque preferían verlo en la paz de su casa, decían. Pudimos tomar asiento y todo. Sin el menor asomo de misericordia y sin que se les pasase por la mente que además de ellos había más gente allí, se nos pusieron delante dos individuos, uno de ellos con melena, que no paraban quietos y que nos obligaban a hacer ejercicios de gimnasia sueca con el cuello. Cada gol del Madrid lo celebraba el más alto de los dos subiéndose a la banqueta y agitándose todo él hasta que la fiebre sobrevenida se le pasaba. A la derecha se colocaron dos chicas, una de cada equipo, que no paraban de hablar. Y si digo que no paraban es que no hacían ni pausas para los puntos o las comas.

Desde donde estaba no se podía ver el partido de manera que se distinguieran las tácticas que usaban, ni siquiera muchas veces quién tenía la pelota, pero había un ambiente colectivo de día de fiesta, de alborozos alternativos. Cuando al final ganó el Madrid, pusieron el himno del Atlético, el que canta Sabina, y todo el mundo se lo tomó bien, porque me pareció que nadie se molestaba demasiado por que ganase uno u otro equipo. Me dio pena la cara de los jugadores y de los seguidores del Atlético al final. Quizás no se merecieron una derrota tan abultada. Yo los llamé obreros durante el partido, porque me pareció que trabajaron mucho más que los señoritos tan bien pagados del Madrid, pero el gol de Ramos hizo mucho daño, como lo había hecho antes el de Godín. Ahí me pareció que se desfondaron y fue cuando la calidad se impuso al esfuerzo.

Al son del Viva España, la gente comenzó a bailar cuando terminó el partido y las camisetas rojiblancas empezaron a desaparecer. Nos despedimos de las chicas charlatanas y de un simpático asistente al que se le había subido a la cabeza el triunfo y la cerveza y nos fuimos yendo poco a poco.


No sé si hoy habrá personas que, llevados por la emoción de ayer, se olvidarán de que es día de votaciones y de que nos conviene votar. No hace mucho, un mal voto y una abstención extraña generaron mucho daño en la sociedad. A ver si hoy se puede remediar algo la situación y la calle se convierte en otra fiesta en la que podamos ganar todos. Porque hoy es también día de fiesta, de fiesta democrática.