sábado, 26 de abril de 2014

Lo que veo cuando miro. El gilipollas del día




Llevaba andados 4 km y 850 metros de los 8 km y 180 metros que me he hecho hasta ahora, sin que estuviera pensado hacer ninguno, cuando de forma imprevista apareció el gilipollas del día. El fenómeno adoptó la forma de niñato montado en una bicicleta mirando para atrás y sin estar dispuesto a frenar en el paso de cebra por el que yo estaba cruzando. El niñato tenía cara de bobo adocenado, expresión de estúpido sin remedio y una mochila en la espalda, como si viniera de sufrir de algún instituto.

-Pero cooooño, mira para adelante y para en los pasos de cebra. ¿No ves que esto es un paso de cebra y que tienes que parar? -le dije.

-¿No ves que estoy mirando p'alante? -me dijo el niñato, como si me conociera de toda la vida y sin la menor intención visible de pedirme disculpas, en el momento en el que abandonaba la calzada y se subía en la acera para seguir pedaleando en ella.

A los pocos metros, volvió a mirar para atrás y me volvió a decir, confirmando la previsión inicial de gilipollez:

-¿No ves que estoy mirando p'alante?

Del paso de cebra no dijo nada, porque posiblemente nunca había llegado a sus neuronas la información de que tenía que parar en ellos para que pasaran los peatones.

Lo dejé ir hacia su destino, que posiblemente fuera la nada, sin ni siquiera mandarlo a ningún sitio infame. ¿Para qué? Esa terrible manía inhumana de que vale todo y de que cada uno hace lo que le da la real gana, pase lo que pase y pese a quien pese, que este neoliberalismo de mierda nos ha metido en la sociedad, no se va a arreglar mientras haya descerebrados con forma humana por el mundo. Cada vez es más normal que la gente vaya a lo suyo, que te atropelle de mil formas y que ni siquiera te pidan disculpas.

Tanta caminata era para ir al supermercado más lejano y así aprovechar para andar y ponerme cachas, que ya hay que ir preparando el verano y hay que impresionar en la playa. Busqué, siguiendo la consigna, algo agradable en él que compensara la visión del gilipollas y encontré una chica en la pescadería que fue amabilísima ante una pregunta mía y una cajera que sonreía y todo. Yo llevaba aún metido en el cuerpo el ritmo alegre y optimista de las músicas que me habíais recomendado por la mañana y pensé en pedirle a la cajera que se echara un baile conmigo, pero la verdad es que no me atreví, no fueran a llamarle la atención. Y, además, yo tengo todavía grandes restos de timidez. Esta tarde seguiré andando. Hoy hay mucho que hacer. Buenas tardes.


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