miércoles, 30 de octubre de 2013

Buenas noches. Sobre el ojo del culo





Puse aquí días pasados una noticia sobre una exposición que se había celebrado en la Fundación Serralves, de Oporto, en 2006, en la que se mostraban varias fotografías de anos, con el título de 'El ojo del culo'.

Se generó enseguida una breve discusión sobre si la muestra, por su contenido, podía considerarse como arte o no. En mi opinión, creo que no se puede mantener hoy esa visión del arte como algo asociado exclusivamente a la belleza, sea esta lo que sea, sino como un vehículo de expresión y de comunicación en el que cabe cualquier tema que el artista quiera presentar, sea bello o no.

Pero me gustaría fijarme en que algunas personas rechazaban el carácter artístico de las obras porque lo que aparecía en ellas era una parte del cuerpo humano que consideraban poco presentable, en este caso, el ojo del culo. A mí, por el contrario, me gusta defender una idea más natural y más integral del cuerpo humano. Todo el cuerpo me parece que es bueno. Todo él es presentable y no debemos condenarlo ni a él ni a ninguna de sus partes.

¿Por qué se nos inculca, en general, la idea de pudor o de que hay partes del cuerpo que tienen menos categoría que otras o que no se deben mostrar? Observo que hay ciertas concepciones del poder, poco dadas a promover las libertades de los ciudadanos, que saben bien que la mejor manera de crear seres sumisos y obedientes es inculcarles normas y prohibiciones que impidan el gozo y el placer de vivir con naturalidad. Es como si tuvieran mucho interés en acostumbrarnos a que no seamos libres y la mejor manera de hacerlo es comenzar por nuestro propio cuerpo. Todo lo que somos como personas tiene su asentamiento en nuestro cuerpo, pero si en el cuerpo instalamos zonas negativas, prohibiciones, vergüenzas y ocultamientos, nuestra vida se resentirá. Si no podemos ser dueños de todo nuestro cuerpo, tampoco lo seremos de nuestra vida, que se la entregaremos, en proporción a nuestras renuncias, a quienes generan esas normas y esas prohibiciones. A través del miedo y de ese invento tan curioso que es el pudor, que se instalan en nuestras mentes mediante la educación y las prácticas sociales, vamos entregando el dominio de nuestros cuerpos a quienes son capaces de presentarse como sus hipotéticos dueños, sin que reaccionemos a tiempo ni reivindiquemos nuestra propiedad sobre él.

Es así como las religiones se han ido adueñando del cuerpo y del sexo. Nuestras zonas sexuales parece que hay que ocultarlas, sin que se sepa muy bien cuál es la razón concreta que lo justifique. Los pechos femeninos -no los masculinos- tampoco quieren que se muestren. Determinados poderes patriarcales se consideran dueños del cuerpo de las mujeres y prohiben o controlan el aborto hasta los límites que el pueblo les deja. El pelo de las mujeres es también frecuentemente objeto de atención religiosa y obliga en ciertas ocasiones a que sea cubierto con velos. Los fundamentalismos más machistas intentan prohibir que se muestre cualquier parte del cuerpo de la mujer, llegando, por ejemplo en Afganistan, a condenar a recibir azotes las mujeres que enseñen los tobillos.

En esta dinámica, el ojo del culo sufre también su opresión prohibitiva porque a través de él los malolientes excrementos salen al mundo. No deja de ser curioso que, por ejemplo, por la boca de un ministro puedan salir las mayores maldades imaginables y, sin embargo, nadie prohibe su exhibición, pero el ojo del culo, aunque esté limpio y reluciente, está condenado a permanecer oculto. ¿Por qué?

Me parece muy importante revisar nuestra noción de pudor e intentar justificarla racionalmente. Yo no alcanzo a ver ninguna justificación admisible y creo que habría que acostumbrarse a renunciar a esta noción de pudor, pero cada cual tiene sus propias vivencias e ideas. Y también creo que sería bueno tener una concepción más natural, fresca y generosa de nuestro propio cuerpo, sin admitir ninguna prohibición injustificable sobre él. Todo el cuerpo es bueno. Es la mirada sobre él la que puede que haya que limpiar. Buenas noches.

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