miércoles, 22 de mayo de 2013

Ser tolerantes ¿siempre?




Me gustaría, por si sirve para deshacer algún posible malentendido, intentar aclarar aquí qué es lo que se entiende por tolerancia.

Ser tolerante consiste en permitir y respetar las ideas, las creencias y los hechos de los demás, aunque sean diferentes a los que uno mismo tiene. Es lo más alejado a querer imponer a los demás la propia manera de entender la vida. Quien pretende esto último se dice que es un intolerante.

La tolerancia es una virtud democrática de mucho valor humano, pero tiene unos límites claros: no todo debe ser tolerado. Si una persona defiende la conveniencia de matar a los que piensan de otra manera o de tratar a las mujeres como seres inferiores, no se le deben tolerar esas actuaciones. ¿Dónde está el límite de lo que se debe tolerar? En la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Dentro del marco en donde se respeten los Derechos Humanos, todo debe ser tolerado, pero ante todo aquello que viole tales derechos, hay que mostrar la más firme intolerancia o, con denominación más actual, una tolerancia cero.

Los Derechos Humanos marcan, pues, los límites dentro de los cuales es posible una vida humana y éticamente admisible. Hay, sin embargo, en nuestra sociedad una tendencia, cada vez más fuerte, que reclama tolerancia para todo lo que favorezca los intereses de los defensores de esa tendencia. Esa forma de pensar es la que se denomina neoliberalismo, para el que no hay límites en la actuación humana, ni en lo económico ni en lo social. Su lema es el ya sabido 'Todo vale', en nombre del cual prácticamente cualquier actuación está permitida. Se puede explotar salvajemente al obrero, se pueden suprimir derechos, se puede molestar a los ciudadanos, se pueden hacer leyes que vayan en contra de las personas o se pueden hacer guerras al margen de los organismos internacionales.

Este 'Todo vale', este todo debe ser tolerado cala también en los comportamientos habituales de las personas, quienes, a fuerza de no recibir una educación que las convierta en ciudadanos libres y responsables, van perdiendo la noción de respeto, de la vida como el lugar en el que debemos caber todos, de la conveniencia de no molestar. Frente al carácter social de la vida, que se manifiesta desde los primeros hasta los últimos momentos de la existencia, estas personas imponen un individualismo egoísta, sin que importe nada que no sea el hacer en cada momento lo que les apetece.

Si se observa la vida en cualquier lugar de la ciudad, comprobaremos enseguida cómo hay seres humanos que van haciendo ruidos innecesarios y molestos, que tratan a los demás como si fueran basura, que ni se les ocurre pensar que en los lugares públicos todos -no sólo ellos- tienen derecho a hacer lo que quieran, pero sin interferir en la vida de los demás. Es un estilo de vida salvaje, en donde vence el que grita más, el que más tiene o el primero que llega, pero en donde lo humano brilla por su ausencia. El uso de los espacios públicos -o sea, de todos- como si fueran privados es un ejemplo cada vez más abundante de esta mentalidad.

No hace mucho viajaba yo en tren y tuve -tuvimos- que soportar durante todo el viaje a tres individuos que no pararon de hablar a voces, como si el coche fuera el salón de su propia casa. Nadie pudo dormir, ni leer ni estar a gusto porque estos tres seres imponían su capricho a costa de los derechos de los demás. Sólo pudimos estar tranquilos mientras estas tres personas, incumpliendo lo que les decían por el altavoz y yendo en contra de la propia lógica, se bajaban del tren en las cortísimas paradas para fumar. El día anterior tuvimos que irnos de un bar, en donde se había instalado un grupo de personas que gritaban como energúmenos y que se reían haciendo tal ruido que era francamente molesto permanecer allí.

Me llamaron intolerante por decir lo anterior, pero creo que estos comportamientos maleducados, impropios de un mundo humano, no deben ser tolerados. Nada de lo que sirva para que en el mundo sólo quepan unos pocos debe ser tolerado. Todo lo que escape del marco en donde se respeten a todas las personas debe ser objeto de nuestra intolerancia.


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