lunes, 21 de enero de 2013

No aprendemos




Cuando la codicia es el criterio, vale todo. Cuando lo mío es lo que importa, es probable que surjan luchas internas, resentimientos, delaciones y venganzas aplazadas y que el colectivo -hoy, el PP, un partido político, una parte de nuestra democracia- se resquebraje y con él se vaya desmoronando la propia democracia.

Una de las maniobras más burdas, pero más frecuentes, de la derecha es inventarse un enemigo enfrente para echarle a él la culpa de lo que le ocurre y así desviar la atención. Es lo que la prensa más bruta, más ultra y más sin escrúpulos está haciendo con Rubalcaba. Parece, según lo que se ve en esta prensa hoy, que el culpable de todo lo que le ocurre al PP y a España es Rubalcaba y que de lo que hay que hablar hoy no es de Bárcenas ni del PP, sino del PSOE y de Rubalcaba. Y algunos se lo creerán, lo cual es uno de los elementos trágicos del asunto.

Y, a la vez, está un tipo de izquierda, exquisita y pura, que parece que añora la crispación -tan criticada entonces- que generaba el PP cuando estaba en la oposición y que, en lugar de apoyar sus propuestas, aunque no le gusten del todo, e intentar que crezcan sus efectos, va contra ella, contra sí misma, y exige lo que no dice ni aclara, pero que, en todo caso, sea duro y ya. Parece que la única estrategia política posible es la del enfrentamiento inmediato y arrasador. De nuevo, esta izquierda le hará el juego a la derecha, se aliará de hecho con sus maniobras, se autodebilitará y ayudará, sabiéndolo o no, a incrementar la desafección y a que la derecha se mantenga. No sé si hará falta que alguien se líe la manta a la cabeza para que aprendamos.

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