domingo, 21 de octubre de 2012

Mirando por la ventana: Las puertas del fascismo



En España hay muchos que en su casa tienen algo que ocultar. El virus de la corrupción ha entrado en muchos lugares, incluidos los partidos políticos, y ninguno de ellos puede decir que esté absolutamente limpio. 

No es mi intención hacer un recuento de quién aporta más a la lamentable lista de la corrupción, aunque, si lo hiciera, estaría seguro de los resultados. Me interesa más resaltar un aspecto de la corrupción que no consiste en llevarse dinero o en favorecer a los amiguetes cuando necesitan algo. Tampoco quiero fijarme en el estilo con el que los gobernantes actuales del Estado tratan a los ciudadanos, estilo igualmente corrupto y maloliente. 

Lo que más me duele y lo que más peligroso me parece, si lo que se quiere es lograr una convivencia democrática de todos, es comprobar que el PP parece ir por la vida avasallando, creyéndose que su ideología es la única posible, provocando a los que no son del PP, intentando, no convivir, sino machacar a los diferentes hasta aniquilarlos, ignorando los disparates que dicen y hacen, confundiendo a los adversarios políticos con enemigos, tratando sin piedad a los ciudadanos como a súbditos, sin la menor noción de lo que son los hombres y las mujeres de Estado, disponiendo de lo público en aras al negocio como si fuera de su propiedad, negándose a cualquier tipo de diálogo porque no está dispuesto a ceder ni un ápice en sus posiciones, mirando para otro lado ante cualquier pacto que le ofrezca la oposición, gobernando con descaro en favor de sus intereses particulares y olvidándose de los intereses generales de los que los han situado -ellos sabrán por qué- en los puestos que ocupan. Es una intransigencia de tal calibre la que profesan estos señores y señoras que a veces hacen dudar de su salud mental. No me imagino un grupo de amigos en los que unos quieren siempre que los demás hagan sólo lo que les da la gana a ellos. Pues así está siendo gobernada España, con una corrupción moral, profesada y consentida, que asusta a quien quiere actuar como un ser humano y que está abriendo las puertas de par en par al fascismo.

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