sábado, 28 de abril de 2012

Contra la fe de las religiones




En la evolución del ser humano concreto, de cada individuo, hay un paso cualitativo importante desde la fe hacia la razón. El niño no sabe casi nada, pero debe creerse lo que le dicen los mayores, porque, si no lo hace, seguramente no sobrevivirá. A medida que va creciendo en él el uso de la razón y va adquiriendo conocimientos, tiene que dejar de creerse lo que le dicen, para ser él mismo, con su saber, el que dirija su propia vida.

Lo mismo ocurre cuando se considera la especie humana. Los primeros seres humanos no estaban en condiciones de usar la razón de la misma manera que la podemos usar ahora. Tenían que echar mano de la fe, de las creencias en lo que algunos grandes hombres les decían, para poder lograr la supervivencia. Posiblemente este sea el origen de algunas normas higiénicas o éticas que se han transmitido a lo largo de la historia. Cuando el ser humano ha ido acumulando conocimientos y ha sido capaz de interpretar el mundo con la razón, ha ido reinterpretando lo que antes creía y ha ido rechazando aquellas normas que le parecían injustas, absurdas o irracionales.

En el momento histórico actual no parece muy justificable que un ser humano desarrollado y consciente de las capacidades humanas siga anteponiendo su fe religiosa-una de las fes posibles- a lo que le dice la razón. No parece concebible que, por ejemplo, se siga discriminando a las mujeres, como hacen prácticamente todas las religiones, cuando la razón te hace comprender que todos los seres humanos somos iguales en derechos, con independencia del sexo que se tenga. Por eso parece una maniobra de escasa calidad humana la de la Iglesia católica británica, que ha pedido ayuda a las comunidades judías y musulmanas para ir en contra del proyecto de legalizar el matrimonio entre personas homosexuales. Si hay un contravalor que detecta enseguida el retraso en el desarrollo humano de una persona, este es el de la intolerancia. Por eso, estos rancios religiosos quedan pronto al descubierto. No me extraña que cada vez haya más personas que se sitúen en contra de las Iglesias y, por extensión, contra todas las religiones: no les dejan vivir.

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