jueves, 30 de junio de 2011

Y cerré la puerta.


Vino al día siguiente de haberse entregado los boletines de notas a los alumnos. Su hijo no había recogido el suyo y le había dicho que había suspendido seis asignaturas. Estaba un tanto angustiada. Se le notaba sobre todo en la voz que salía por el hueco que dejaba una chilaba verde claro hasta los pies y un pañuelo de un color muy parecido que le cubría la cabeza y el cuello. Le enseñé el boletín y su hijo había suspendido siete, no seis. Mohamed es un tipo con capacidad, pero que está bloqueado y no estudia prácticamente nada. Fátima, su madre, no sabe qué hacer con él. Quiere que estudie, pero no lo consigue. El marido de Fátima está muy enfermo en el hospital. Si le dan el alta, a los dos días tiene que ser ingresado de nuevo. Está muy mal. A Fátima se le saltaron las lágrimas por primera vez contándome esto. Ella atiende como puede a su marido y a su hijo. A uno lo asiste en el hospital y al otro le hace la comida y le lava la ropa y anda del hospital a su casa y de su casa al hospital un día y otro y ya no puede más. Va por la calle como ida, porque duerme mal y está cansada y no se siente bien, pero no quiere ir al médico por miedo a que no pueda entonces atender a sus hombres. A Fátima le rebosaron de nuevo por los ojos unos gruesos lagrimones y no pude mantenerme ajeno del todo a su vivencia. Le duele la espalda, tiene los tobillos hinchados, le duele la cabeza y está muy cansada, pero teme ir al médico. A su hijo procura comprarle lo que necesita buscando el dinero de donde sea para evitar que haga lo que no debe. Le recomiendo que no lo mime tanto, para que aprenda que la vida no es fácil y que no hay nada que sea gratis. Le pido que le diga a su hijo que venga a verme al día siguiente y le aseguro que intentaré hablar claro con él. Le insisto en que vaya al médico, que se cuide. En la antesala de la despedida, pongo mucho interés en decirle que todos somos iguales y que tanto derecho tiene su marido a curarse como ella a sentirse bien. Me mira con una sonrisa tierna que quiere decir que está de acuerdo, pero que en su caso eso no es así y que le ha tocado una vida dura y difícil. Estoy seguro de que lo interpretó así porque de su sonrisa salieron nuevas lágrimas, mezcla de pena y de cansancio, de un cansancio que me pareció brutal. No sé si me salté el protocolo que le impone su cultura, pero le di la mano como despidiéndome y se la apreté todo lo que me pareció y todo el tiempo que me sugirió el alma. Le di una sonrisa y se fue al hospital a ver al marido.

Desde entonces estuve esperando al hijo. Hoy, mi último día en el Instituto, lo esperé hasta última hora. No vino. Así que baje la persiana. La habitación que había sido mi refugio creativo, mi lugar de trabajo durante más de veinte años, quedó a oscuras, inundada por la penumbra. Ya no había nada que explicar, los recuerdos serían ahora estériles, así que no miré atrás. Giré el pestillo que impediría que luego se pudiera abrir la puerta y la cerré. Saqué las gafas de sol y me las puse. Respiré hondo. Bajé las escaleras. Dejé las llaves en la conserjería y me despedí de los que estaban allí. No tenía nada que decir. No eran momentos para las palabras. Se trataba de mirar al frente, de seguir adelante, de no fijarse en las estelas en el mar.

Salí de allí y desde ese mismo instante entré aquí.


miércoles, 29 de junio de 2011

Palabras




Su acción acababa cuando terminaban sus palabras.  La pequeña vela que iluminaba su mundo se apagaba cuando dejaba de hablar. La esperanza se desvanecía y las sombras se alargaban bruscamente cuesta abajo y se convertían irremisiblemente en oscuridad.

Wayne Shorter


martes, 28 de junio de 2011

Democracia irreal



Creo que en este país habría que dejar bien clara una cuestión, no sólo de límites, sino también de procedimientos. Parece ser que unos señores, que son obispos de la Iglesia católica, cada vez que les conviene, se autorizan a sí mismos, con argumentos que les convencen también a ellos mismos, a inmiscuirse en las leyes que democráticamente se dan todos los españoles, a opinar sobre la misma y, sobre todo, a generar una campaña episcopal en contra de ella. Véase, por ejemplo, el caso de la ley de muerte digna. La Iglesia, al parecer de estos señores, puede opinar sobre la sociedad civil cuando le venga en gana. Y, de hecho, lo hacen siempre de arriba abajo, confundiendo su verdad con la verdad y usándola para juzgar con ella lo que la sociedad decide democráticamente.

Sin embargo, cuando el procedimiento tiene lugar en dirección contraria, parece que la facilidad, la libertad, la igualdad y la tolerancia no funcionan de la misma manera. No hay más que ver el caso de la profesora de un Instituto que fue enviada a un colegio privado, concertado –o sea, financiado con fondos públicos- y regido por monjas, a hacer unas lamentables pruebas que organiza la Comunidad de Madrid. La profesora vestía una camiseta en la que no estaban dibujadas las siglas del grupo AC DC ni la lengua alargada de Mick Jagger, sino que contenía la expresión “Escuela pública de tod@s para tod@s”. Pues bien, como la profesora en cuestión no es obispa –no podría serlo, dado el machismo imperante en la Iglesia católica- y su opinión no era bien vista por los rectores o rectoras del colegio, fue denunciada a la DAT de Madrid-Capital, esto es, al organismo público del que depende la enseñanza en esa zona de la capital. Un inspector, que pertenece también a ese mismo organismo, al que está adscrito como funcionario, le abrió el correspondiente expediente y propuso una sanción que el Director de la DAT asumió y comunicó a la profesora.

De manera que los curas pueden opinar, criticar, oprimir e incluso decir barbaridades sin que nadie les diga nada ni les sancionen. Pero un ciudadano que tenga su propia opinión, si ésta no gusta a la Iglesia o a alguno de sus miembros, se organiza enseguida una minicruzada de defensa/ataque para que la crítica no se tolere y para que los organismos públicos no ejecuten las normas civiles, sino los caprichos religiosos de unos señores que se sitúan siempre por encima de las normas de la sociedad.

Desgraciadamente, esta es la irreal democracia que realmente tenemos y a la que se apuntan con entusiasmo grandes masas de individuos del país. Y la gente cada vez más dormida y el hedor creciendo.


Lisa Gerrard

lunes, 27 de junio de 2011

Infierno



Debería haber una especie de infierno razonable en el que cada cierto tiempo nos hicieran comprender, no simplemente ver, sino comprender nuestros propios errores. Y que luego nos devolvieran de nuevo al mundo. Sería mucho más justo y más eficaz que esa bastedad del castigo final y eterno.

Belle and Sebastian

viernes, 24 de junio de 2011

En la curva / 3



 PALABRAS PARA JULIA



Tú no puedes volver atrás 

porque la vida ya te empuja 
como un aullido interminable.



Hija mía es mejor vivir 

con la alegría de los hombres 
que llorar ante el muro ciego.



Te sentirás acorralada 

te sentirás perdida o sola 
tal vez querrás no haber nacido.



Yo sé muy bien que te dirán 

que la vida no tiene objeto 
que es un asunto desgraciado.



Entonces siempre acuérdate 

de lo que un día yo escribí 
pensando en ti como ahora pienso.



La vida es bella, ya verás 

como a pesar de los pesares 
tendrás amigos, tendrás amor.



Un hombre solo, una mujer 

así tomados, de uno en uno 
son como polvo, no son nada.



Pero yo cuando te hablo a ti 

cuando te escribo estas palabras 
pienso también en otra gente.



Tu destino está en los demás 

tu futuro es tu propia vida 
tu dignidad es la de todos.



Otros esperan que resistas 

que les ayude tu alegría 
tu canción entre sus canciones.



Entonces siempre acuérdate 

de lo que un día yo escribí 
pensando en ti como ahora pienso.



Nunca te entregues ni te apartes 

junto al camino, nunca digas 
no puedo más y aquí me quedo.



La vida es bella, tú verás 

como a pesar de los pesares 
tendrás amor, tendrás amigos.



Por lo demás no hay elección 

y este mundo tal como es 
será todo tu patrimonio.



Perdóname no sé decirte 

nada más pero tú comprende 
que yo aún estoy en el camino.



Y siempre siempre acuérdate 

de lo que un día yo escribí 
pensando en ti como ahora pienso.



                                                                  José Agustín Goytisolo

jueves, 23 de junio de 2011

En la curva / 2




VIAJE A ÍTACA

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo,
lleno de peripecias, lleno de experiencias.


No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes,
ni la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita
emoción penetra en tu alma y en tu cuerpo.


Los lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tú no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.


Debes rogar que el viaje sea largo,
que sean muchos los días de verano;
que te vean arribar con gozo, alegremente,
a puertos que tú antes ignorabas.


Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia,
y comprar unas bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano, y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.


Acude a muchas ciudades del Egipto
para aprender, y aprender de quienes saben.


Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino;
mejor será que dure muchos años,
y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.


No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.


Sin ella, jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.


Y si la encuentras pobre, Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya qué significan las Ítacas.

Kavafis

miércoles, 22 de junio de 2011

Expo sobre Antonio López

En el Museo Thyssen, en Madrid, hay actualmente una espléndida exposición de buena parte de la obra del gran pintor español Antonio López. Antes de ir a verla puedes ver este vídeo.

En la curva / 1

Te dejo este poema de Walt Whitman, por si te ayuda a ser.


CANTO DE MÍ MISMO

46


Sé que poseo lo mejor del tiempo y del espacio;
nunca he sido medido, y no seré medido jamás.

Viajo eternamente (¡venid todos a escucharme!),
mis señas son un capote de invierno, zapatos recios y un báculo cortado en el bosque,
ningún amigo mío se sentará en mi silla a descansar.
No tengo cátedra, ni iglesia, ni filosofía.
No llevo a ningún hombre a la mesa puesta, ni a la biblioteca, ni a la bolsa,
pero a vosotros, hombres y mujeres, os llevo a la cumbre.
Con mi brazo izquierdo os rodeo la cintura,
con mi mano derecha os señalo los pasajes de los continentes y el camino real.

Ni yo, ni nadie, pueden recorrer ese camino por ti.
Tú mismo tienes que recorrerlo.

No queda lejos, es fácil llegar a él,
acaso has estado recorriéndolo desde que naciste, sin saberlo,
acaso está en todas partes, en la tierra y en el mar.

Échate tus trapos al hombro, hijo mío, yo tomaré los míos y pongámonos en camino sin demora.
Maravillosas ciudades y naciones libres encontraremos a nuestro paso.

Si te cansas, me darás las dos cargas y apoyarás tu mano en mi cadera.
Y, cuando yo te lo pida, me recompensarás con el mismo servicio,
pues, habiéndonos puesto en marcha, ya no podremos descansar. 

Esta mañana, antes del amanecer, subí a una colina a contemplar el firmamento poblado de estrellas,
y le dije a mi alma:

Cuando poseamos aquellos mundos y el
placer y la sabiduría de todo cuanto hay en ellos,
¿estaremos por fin llenos y satisfechos?

Y mi alma dijo:

No, no habremos hecho otra cosa que
 alcanzar esos mundos para ir más allá.

También tú me haces preguntas y yo te escucho.
Y te digo que no puedo contestarte, y que la respuesta has de encontrarla por ti mismo.
Siéntate un momento, hijo mío.
Aquí tienes pan para comer y leche para beber,
mas tan pronto como hayas dormido y te hayas puesto ropa fresca,
te daré un beso de adiós y te abriré la puerta para que salgas.

Largo tiempo has soñado sueños despreciables,
mas ahora te quito la venda de los ojos,
para que te acostumbres al resplandor de la luz
y de cada uno de los instantes de tu vida.

Largo tiempo has vadeado, asido de una tabla, cerca de la playa.
Ahora quiero que seas un nadador intrépido,
que saltes en medio del mar, que te levantes, que me hagas señales,
que grites, que agites el agua con tus cabellos.

Hojas de hierba. Organización Editorial Novaro. Barcelona,1977.

martes, 21 de junio de 2011

Violencia



Al principio fue la violencia. Había muy poca humanidad todavía en los hombres primitivos y la violencia era la única forma heredada de resolver los problemas, los grandes y los pequeños. Poco a poco, siglo a siglo, la humanidad se fue desarrollando y apareció la razón y el pensamiento y, con ellos, el diálogo, la posibilidad de llegar a acuerdos, la necesidad de ceder por todas las partes, la empatía, la generosidad, la libertad, la igualdad, la justicia y la democracia.

Pero, quizás para recordarnos nuestros orígenes o porque todos no evolucionaron en la misma dirección, la violencia se mantuvo y adquirió hasta nuestros días nuevas formas más sutiles, más alejadas de la paliza física. Así alumbraron su camino la mentira, el grito amenazante, el mantenimiento del otro en la ignorancia, el miedo como arma paralizante, el negocio descarado, el individualismo que fuerza y degrada nuestra naturaleza social, la descalificación excluyente, el mantenimiento de grandes masas en la pobreza, en la ausencia de futuro, el cinismo en las excusas, la desvergüenza sin límites, la traición descarada, el desbaratamiento de la educación, de la sanidad y de la cultura y tantas otras formas tan usuales y abundantes que muchos las vieron como normales.

Estos mecanismos de la violencia y otros similares lo que hacen, en definitiva, es procurar que unos no tengan condiciones idóneas para llegar a ser seres humanos, y que otros, que tienen mejores condiciones materiales, dejen de ser humanos porque caen en una violencia que les acercan a la primitiva. La violencia deshumaniza por todas partes.


Za! Megaflow

lunes, 20 de junio de 2011

Ruido




Sólo hay algo más molesto que un pobre cateto que no para de hablar: cuatro juntos. Si la vida, en un arranque de mala sombra, te pone cerca de un grupo de cuatro catetos habladores sin pausa y que no paran de echar bobadas y tonterías, una tras otra, por sus bocas, lo mejor es que cambies de lugar. Lo malo es que tan funesta aparición tenga lugar en el tren, en las cuatro plazas que, cara a cara, están situadas delante de la tuya. El odioso cuarteto estaba formado por cuatro señoras incapaces de callar o de bajar la voz o de darse cuenta de que no están solas en el coche a las cinco de la tarde. Estás encerrado. No te puedes mover del sitio, so pena de hacer el viaje de pie. Con semejante verbosidad no se puede dormir, no se puede leer, no se puede uno concentrar en nada. En realidad no se puede estar con estas cuatro señoras de almas vacías y buche rebosante de palabras.

Nada más llegar se zamparon unas madalenas y ni por eso dejaron de hablar. Una ingenua pasajera cercana se trajo una almohada cervical y un antifaz, pero no cayó en la cuenta de cargar con lo fundamental: unos buenos tapones para los oídos que la aislara del mundo sonoro que engendraban estos cuatro seres hablantes. Aparecieron con unas enormes maletas que, por lo que se oye, es posible que vinieran cargadas de palabras. A un señor que amablemente y sin saber lo que hacía les ayudó a subir las maletas a la repisa le endosaron un trozo de bizcocho, al parecer artesano, con el que viajaban para recobrar energías, a pesar de que el buen hombre les manifestó repetidas veces que no quería bizcocho. Lógicamente, se lo dejaron encima de la mesita como consecuencia de que les dio la gana a sus reales voluntades.

No pararon de hablar en todo el viaje. Ni un momento. Y dale, y dale, y dale. Hicieron el tiempo enormemente lento y largo, y el viaje, eterno, interminable. El ruido no es que acabe con todo, es que no deja empezar nada.

domingo, 19 de junio de 2011

¿Es suficiente la indignación?

Esta es la opinión de Daniel Innerarity.

El himno a la libertad en el 19 J

El cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven se conoce como Himno a la alegría. En realidad, se trata de un texto del poeta Schiller, que había escrito para ser cantado en las logias masónicas, y que tenía el título de Himno a la libertad. Tuvieron que cambiarle el nombre para huir de la reacción antimasónica.

Emociona oírlo ahora en la calle, en una manifestación del pueblo.


Miles Davis


sábado, 18 de junio de 2011

Miles Davis & John Coltrane



Le quitaron su hija a Habiba




Palo fue alumna antes que amiga. Cuando fue alumna yo le pedía que brillara, porque podía hacerlo. Es ahora cuando, en mi opinión, está brillando. Me acaba de enviar el escrito que pongo a continuación. Te pido a ti, lector, lectora, que difundas el problema y que sugieras lo que se te ocurra para que ayudemos a resolver este absurdo asunto. En pocas palabras, se trata de que Habiba se negaba a cesar de darle el pecho a su hija, como le ordenaban en la casa de acogida en la que vivía, y, como consecuencia, le han arrebatado a su hija. Todo depende del Instituto Madrileño del Menor y de la Familia, que debe de ser un organismo de aúpa.


Manuel, estoy muy triste por todo el tema de Habiba...  Esta noche he estado en la vigilia que han organizado, en las puertas de la residencia donde estuvo Habiba con su hija, donde las separaron. Estaba ella y alrededor de 100 madres y padres con bebés y niños. Hemos gritado mucho, cantado y llorado. Habiba está muy dolida y muy cabreada, pero sobre todo estamos preocupados por la niña. Después de 15 meses sin separarse de su madre para nada, de repente le han arrebatado todo su mundo conocido, con las secuelas emocionales y psicológicas tan graves que eso puede ocasionar. Y sobre todo de forma tan injusta, desproporcionada y sin ninguna razón coherente. No es una mala madre, no es una maltratadora, adora a su hija, sabe qué es lo mejor para ella y se lo da.  No tiene recursos y será una tía con carácter y quizás hasta mal encarada, pero no es una mala madre, quiere a su hija y la ha protegido durante toda su vida dándole lo mejor de sí.
Las personas que están organizando toda la ayuda son de total confianza para mí. De hecho ambas (Ibone Olza y Claudia Pariente) llevan a sus hijas al mismo cole que nosotros. Son dos mujeres enormes, dedicadas a defender a las mujeres y a los niños, y a nuestra forma de criar a los hijos con apego. La credibilidad de este caso es absoluta, pero la impotencia también. Ya no se sabe qué hacer, a quién acudir, cómo hacer más ruido para reparar lo antes posible esta injusticia. El tiempo corre en contra de ellas, sobre todo de la niña, es tan injusto haberle provocado estos días de sufrimiento, sin comerlo ni beberlo, sin merecerlo...
Si puedes ayudar algo más a difundir este tema, estaría genial. Y si se te ocurre cualquier cosa que pueda ser de ayuda, me lo dices, ok?
Un beso muy fuerte, Palo.


Eso es todo



Dije “Pues eso es todo”. Terminaron a la vez la clase, el documental sobre la situación de la mujer en el mundo que les estaba poniendo a los alumnos de 1º de Bachillerato y mi actividad como profesor. Había unos quince alumnos porque el resto estaban haciendo un examen de otra cosa. Dije eso, pero nadie captó la intención. Era viernes, a las 13:15, y esas no son buenas horas para la lírica. Yo comprobé una vez más que la vida no se encuentra en los sitios oficiales, en los lugares convencionales, sino en las distancias cortas, en el trato personal, en la cercanía. Así que se fueron, apagué el ordenador y me fui al departamento. No sentía nada. Posiblemente prefería no sentir nada.

A media mañana había ido a ver los horarios de los otros profes que se jubilaban. Bueno, de todos menos uno, al que sólo le tendría que decir que me alegro mucho de que se vaya, pero no me entendería y, además, no tengo ganas de hablar con él. Quería, a ser posible, esperarlos a la puerta del aula tras su última clase y decirle a cada uno que había sido un buen profesor. Lo hice con una profesora, con la que me fundí en un largo abrazo, en medio del cual casi no pude terminar la frase, porque ni me salía ni me dejó ella hablar, ya que me hizo una larga alabanza de mi vida profesional que me dejó bloqueado.

Antes de entrar a mi última clase, fui a ver a otro de los que se van. Permíteme, JB. que lo cuente, porque creo que lo tuyo tenía una fuerte carga simbólica. Me lo encontré en el pasillo, en la puerta de un aula en donde tenía que dar Medidas de atención al estudio, esa estupidez que se ven obligados a dar en los Institutos mientras otros alumnos dan clase de religión, en lugar de hacerlo en las parroquias. Me dijo que se negaba a entrar en el aula, que estaba dando un testimonio de rebeldía en la última clase de su vida, que les había pedido desde el principio del curso un poco de respeto hacia los demás, para que aprovecharan el tiempo y pudieran hacer algo útil. Se lo habían negado a lo largo de todo el curso y en el último día quería dejar bien claro que él no participaba de esa manera de ser y de estar. Los alumnos, por su parte, miraban por la ventana, charlaban y vivían ajenos a los valores que estaban siendo destrozados allí. Le apreté con fuerza el hombro y me fui a mi clase con una extrañísima sensación dentro de mí. Allí se pasó toda la hora, de pie, diciéndole al mundo que los alumnos deberían venir de casa educados y no asilvestrados y dando testimonio de eso tan raro que es la dignidad profesional.

Luego, tras mi clase, en donde me quedó muy claro a mí y a nadie más que eso era todo, me fui a buscar al último de los elegidos. Lo encontré, como siempre, ocupadísimo, con mil cosas en la cabeza y probablemente sin que se hubiera dado cuenta de que era su último día en este oficio. No le dije nada por miedo a producirle un cortocircuito. Le regalé una sonrisa y lo dejé ir.

Unas antiguas alumnas estaban por allí organizando una cena y me fui con ellas a la calle. Estuve paseando un rato sin pensar, pero con un cierto nudo en la garganta que tardó en abandonarme. En casa hice unos macarrones con unas hierbas italianas “Rosso Sicilia” que no quedaron mal y que me ayudaron a despejar la cabeza. Después celebré la efeméride con una pequeña siestecita, me fui a hacer deporte y ahora estoy aquí cansado, como ausente, dispuesto a ocuparme en lo que decida hacer.

He leído todo lo que con tanto cariño me habéis dicho hoy. Me decía Raquel que hoy es un día de cambio para empezar un mañana diferente. El cambio es la gracia de la vida, lo que hace interesante y llamativa y sugerente y apasionante la vida. La rutina y la monotonía son la no vida, pero hay veces que el cansancio nos hace cambiar de punto de vista y lo que es positivo para crecer, lo vemos como un inconveniente, como un obstáculo, como un peso difícil de sobrellevar. Creo que eso es lo que me ha pasado a mí, que he visto el cambio como un castigo divino, como una separación de un mundo habitual, y no lo he visto como la gran oportunidad de que aparezca la savia de lo nuevo, el mañana diferente, seguramente más libre y más mío. Y las estelas en la mar que me recordaba mi amiga P. vienen hoy cargadas de redes sociales a través de las cuales puede haber mucha comunicación. No se puede poner fecha de caducidad a lo que uno es, me dijo Auro y le doy la razón. Sea lo que sea lo que uno es, lo es mientras puede. A lo mejor cambia el modo o el estilo, pero uno no deja de ser lo que es por un detalle administrativo. A lo sumo, puede adaptarse a las circunstancias, pero sin renunciar a ser. Echaré mano de lo que me ha dicho Laura: Tú siempre sabes lo que hay que hacer. Ojalá sea así, Laura.

viernes, 17 de junio de 2011

José Luis Sampedro en POR / 2



José Luis Sampedro en POR / 1


¿Un día más?




Hoy viernes 18 de de junio de 2011 daré mis últimas clases. Mañana dejaré de ser profesor. Seguiré siendo yo, pero ¿quién sabe eso qué será? Pido que me disculpen todos los que hayan podido ser víctimas de mis errores. Doy las gracias a todos los que han estado a mi lado para llegar hasta aquí. A algunos no sé ni cómo localizarlos, pero mi agradecimiento es sincero. Recuerdo algunos nombres: Beatriz, Teresa, Martín, Juanjo, José Antonio, Pedro, Mari Carmen, Ángel ... y otros nombres más cercanos, Alipio, Emma, Lucía, Mamen y hasta Juanjo, que me dió el otro día un ejemplo de nobleza.  Recuerdo muestras de afecto de profesores, de alumnos, de padres, de conserjes, de bibliotecarias, como Nuria, Gloria o Patricia. No quiero acordarme de lo que no quiero acordarme ni de quienes no quiero acordarme. Me acuerdo también de compañeros de otros institutos que me han dado ejemplo de lo que hay que hacer: Lola, Patricia, y de lo que no hay que hacer (ni lo nombro, por el interés). Me acuerdo de tantos alumnos y alumnas que me han tratado como un ser humano, no sólo como un profesor: Aurora, Ana Belén, Floren, Laura, Palo, Iago, David,  Marcelo y tantos otros, de los que tengo caras, pero no nombres. Patricia, mi amiga P., siempre estuvo aquí, no ahí ni allí. Los amigos de FB,. siempre atentos: Charo, Raquel, Olvido, Anchonia, Carmen, Ana María. No quiero ni puedo dejar de citar a Yolanda, mi compañera de todo, el alma para mi cuerpo y el cuerpo para mi alma.

Perdóname, compañero de viaje, si te llevo en mi mente y no te cito. La memoria, atacada por la emoción, es especialmemnte débil.

Mañana seré yo, pero seré otro. El mismo para quien quiera. Otro para quien lo desee así. Una incógnita para mí.

Este es un oficio duro. La ventaja es que tratas con personas y eso hace que puedas encontrarle un sentido a lo que haces. Todo ha sido por los alumnos. Todo ha sido por ayudar a crear seres humanos, ciudadanos, gente de bien. Espero que haya merecido la pena.

Yo seguiré siendo yo, pero mi mundo cambiará.

Espero que sigas ahí, cerca, al menos, como hasta ahora.

Noble




Sólo el que es noble es capaz de reconocer el valor de pedir disculpas por los posibles errores cometidos.

jueves, 16 de junio de 2011

Quizás nadie las quiere




Hoy vi por los pasillos a una alumna de cursos pasados que difundía una intensa luz por los ojos. Me dijo:
"Profe, he sacado un siete y medio en -no sé en qué me dijo".
Era tal la alegría que irradiaba que me salió de dentro abrazarla y darle un beso, a lo que ella correspondió entusiasmada. A su lado, una compañera de curso, poco dada al estudio y, por tanto, a las buenas notas, me dijo con mucho interés en que yo me enterara.
"Profe, yo también he aprobado".
Le di también a ella un beso y un abrazo y aproveché para decirles que eso es lo que les pasa a los buenos, que cuando estudian, sacan buenas notas.

Me quedé, después de esto, con una sensación que me resultó algo trágica, porque quiero a estas alumnas, a estas personas. Me pareció que, salvo los tonteos que puedan tener con sus amiguetes, nadie abraza, nadie besa, a estas alumnas. Que quizás nadie, en su vida normal, las quiere.

miércoles, 15 de junio de 2011

¿Dónde se esconde el veneno?




El veneno, además de letal, es innoble, porque le gusta siempre esconderse. Unas veces lo hace detrás de la belleza de unas flores o de una hojas. Otras, detrás de la formas sorprendentes de un insecto, de un reptil. Otras, detrás de las palabras de un político que vive lejos del pueblo.

Nos preocupamos poco por saber dónde está escondido el veneno.

martes, 14 de junio de 2011

Sería fantástico

Homenaje a Joan Manuel Serrat, doctor honoris causa por la Universitat Pompeu Fabra.


Cuando te hablo, te invento




Estoy seguro de que tienes muchos amigos en Internet que te han agregado y que te comunicas con ellos y con otras personas de forma virtual. Es posible que a muchos de ellos no los hayas visto nunca en persona, que no sepas cómo son sus sonrisas, ni la textura de sus voces, ni sus estaturas, ni el aire de sus miradas, ni la gracia que expresan al andar ni el mundo que crean sus manos. Probablemente sepas más de sus ideas que de sus aspectos físicos. Y, sin embargo, hablas siempre con un que tiene ojos, manos, cara, boca y un cuerpo con el que se comunica, además de hacerlo con las ideas de su mente.

Cuando un yo habla con un en el mundo real, el es un conjunto complejo de elementos, todos los cuales intervienen en la comunicación que tiene lugar contigo. "Por qué me miras así?" "¿Qué quiere decir esa sonrisa?" "¿Estás nervioso?" "No paras de mover las piernas" "Se te han saltado las lágrimas" ... Nada de esto tiene por qué aparecer en la comunicación virtual.

¿Qué edad tiene el ? ¿Es simpático el ? ¿Tiene alguna manía? ¿Es sensible a algunos temas, a algunas actitudes? ¿Le parecerá bien que le mande un beso o un abrazo? A veces le mando un beso con cariño o, incluso, le digo que lo/la quiero, pero ¿cómo le sentará?

¿Quién eres , que eres mi interlocutor/a virtual?. Creo que en realidad eres un invento mío. , realmente, eres , pero yo, cuando te considero como un virtual, sé más bien poco de ti. Ignoro tu físico, pero yo no puedo hablarle a un ángel, ese invento medieval que era un ser con forma, pero sin materia (!!?? Aaahhh) Necesito imaginarme cómo eres para no hablarle a la nada. Las fotos dicen algo, pero reconocerás que dicen bien poco.

Es más. En la imagen que yo tengo de ti, además de los datos de los que yo haya podido tener noticia, como tu cara, parte de tu aspecto, quizás tu profesión o puede que tus aficiones, además de eso interviene otro asunto importante. Y es que, como sé poco de ti, entonces te imagino, no tanto como eres, sino como me gustaría a mí que fueras en el momento en el que me pongo en comunicación contigo. Así, si estoy triste, te imagino receptivo/a, escuchante, con una disposición para echarme una mano. Y, sin embargo, es posible que tú estés en realidad más triste que yo. Y si, por el contrario, estoy alegre, cuento con que tú lo estés también, cosa que será cierta o no.

Lo cual me dice que es una aventura sentarse delante del teclado y hablar contigo, porque lo mismo conecto con quien eres, que lo hago con quien me gustaría que fueras, o con quien necesitaría que fueras, o con quien creo que eres, o con quien has procurado que crea yo que eres, o con ninguno de estos.

Estoy convencido de que cada vez que hablo contigo, te invento. Pero también lo estoy de algo que me dijo hace tiempo una amiga muy practicante de la comunicación virtual: Internet puede sacar de nosotros lo mejor que llevamos dentro. Esto no es ningún dogma, porque siempre hay gente para todo, pero, por lo que he observado en los otros y en mí, suele ser así.

Y otra cosa. Lo que me pasa a mí contigo, también te pasa a ti conmigo. Por consiguiente, debe de haber un montón de yos por ahí, uno en cada una de las mentes de mis amigos y amigas virtuales, y todos ellos inventados por cada uno de mis interlocutores. O sea, muchos yos y muchos tús , como para ponerse a simplificar y a juzgar a la ligera.

Ah, no te lo he dicho antes. En la vida real pasa también algo parecido, no creas que esto sólo pasa en Internet.  

lunes, 13 de junio de 2011

Periódicos / 3



Lo sepamos o no, todos somos consecuentes con nuestros valores. Según sean nuestros valores, así pensaremos, así escribiremos, así actuaremos, así viviremos. Un buen ejercicio es tomar unos cuantos periódicos y descubrir los valores que se encuentran en su base ideológica.

viernes, 10 de junio de 2011

Periódicos / 2





Un periódico es bueno cuando no se sabe lo que va a decir antes de leerlo.

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Hay lectores que se acercan a los periódicos buscando la novedad, la idea interesante, el punto de vista que aclare, el análisis crítico de lo que ocurre. Otros lectores se acercan para encontrar más de lo mismo y dar así alimento a sus pasiones.

jueves, 9 de junio de 2011

Periódicos / 1


Hay periódicos que atentan contra la salud mental de sus lectores.

Algunos escribidores en periódicos creen firmemente que los culpables de lo que ocurre son siempre los débiles, los pobres, los necesitados. Su forma de decirlo, lógicamente, no es nunca directa, sino que insisten en alabar a los poderosos, a los ricos, a los que no necesitan nada, dejando así en evidencia a los otros. Los más incautos no se enteran de este rodeo y por eso los leen, los aplauden y los votan.

miércoles, 8 de junio de 2011

Soluciones únicas




Los más ignorantes suelen ser los más ineptos. Los más ineptos suelen ser los que proponen sus soluciones como las únicas posibles. Suele ser gente peligrosa.

martes, 7 de junio de 2011

lunes, 6 de junio de 2011

Pensar o no pensar



Decía Sastre que lo peor es haber pensado, porque con el pensamiento descubres el horror del mundo, la maldad humana, el infierno terrenal, lo poco que eres y lo problemática que es la vida.

Sin embargo, es peor aún no pensar. Si no piensas, estás muerto en vida.

¿Quién creyó con tanta ingenuidad que vivir era fácil?

viernes, 3 de junio de 2011

Lo duro que es irse



Por muy largo que les ponga el examen, siempre acaban antes de lo previsto. La ley del mínimo esfuerzo les domina. Para llenar el tiempo de los que ya habían acabado y mientras lo terminaban de hacer los tres que aún estaban escribiendo, se me ocurrió pedirles que me escribieran algo que hubiesen aprendido a lo largo del curso, en la asignatura de Educación para la Ciudadanía, de 2º de ESO, y que consideraran importante. Es un curso difícil, alborotador, hormonal, inquieto, en el que hay que pegar un grito intimidatorio en cada una de las sesiones, si es que se quiere tener veinte minutos de calma. Es un curso agotador. Una hora con ellos la cambiaría sin pensarlo por cuatro o cinco clases de 2º de bachillerato. Y, sin embargo, ...

Estas fueron sus respuestas, esto es lo que han aprendido:

“Que todos somos iguales y que nadie es superior a nadie”
“A ponerme en el lugar de la otra persona, para tratarla mejor”
“Que es bueno tratar con personas de otros países para aprender sus gustos y sus cualidades”
“Qué es un valor y qué son las normas”
“Los diferentes tipos de familia que hay”
“El respeto entre iguales”
“Métodos anticonceptivos eficientes”
“Que todos somos diferentes, pero iguales”
“El respeto a los demás, sean como sean”
“Lo que significa el racismo”
“A ser buena persona en la ciudad”
“Lo de los sexos”
“A respetar a los demás y a hacerles la vida más agradable”
“A respetar a los que no piensan lo mismo que yo”
“A respetarnos”
“El principio de igualdad y a respetar”

No sé qué te parecerá a ti, pero a mí estas situaciones son las que me hacen ver que la enseñanza tiene sentido, que tienen un sentido muy fuerte. ¿Comprendes por qué me cuesta tanto trabajo irme?

jueves, 2 de junio de 2011

Ya pasó..., creo.


Hay veces en las que la realidad se vuelve simbólica y se carga de una fuerza inusitada. Es como cuando un simple trapo se convierte en una bandera,  que afecta a los ánimos y puede generar conductas insospechadas. Esto me ha pasado hoy en la comida con la que algunos compañeros del Instituto han querido generosa y cariñosamente despedirnos a los 5 profesores que habíamos optado voluntariamente por dejar la enseñanza.
Ya he explicado lo poco dado que soy yo a estos fastos, sobre todo cuando me afectan directamente a mí. Estuve toda la mañana raro, con la cara que vete a saber qué quería decir y con el ánimo preocupado. ¿Estás nervioso? me preguntó Emma, buena amiga y buena profesora, buenísima, y le dije que me sentía raro. Es que no acabo de hacerme a la idea de la nueva casa en la que voy a vivir, de la nueva ocupación –que ni yo mismo conozco- con la que voy a llenar mi vida. Sólo sé que estamos yo y el tiempo, que es la base de la vida, y que mi problema es transformar el tiempo en vida. De alguna forma se hará y ya veremos cómo.


El caso es que nos encaminamos al lugar de autos, un restaurante grande, en donde se come bien, sin que se encuentre uno sustos al final en la factura. Fueron apareciendo los compañeros, los actuales y muchos de los antiguos, algunos de ellos ya jubilados.  Saludos más o menos efusivos, comentarios para ponerse al día, sorpresas en muchos, que no esperaban mi jubilación, y ambiente, en general, cordial.


La presidencia. Aquí empezó el símbolo a crecer como esos monstruos que aparecen en las películas y que parece que se abalanzan sobre uno desde la pantalla. No se podía elegir el sitio en el que sentarse. El destino me había situado allí, en la presidencia. Cuatro personas felices y yo, estúpidamente dubitativo, problematizado, ni triste ni feliz, sino todo lo contrario.
Comimos, bebimos, hablamos, reímos, qué bien, hasta que llegaron algunos compañeros con unas bolsas con unos regalos, que eran también símbolos de que todo estaba ya hecho. Un e-book  y una botella de ribera del Duero. Un buen detalle, un buen recuerdo, un espléndido gesto cariñoso que agradecí y agradezco de manera muy sentida.


En previsión de posibles situaciones difíciles, le había dicho yo al director, días atrás, que hablara él, que es de mucho hablar, en nombre de los cinco, cosa con la que estuvo de acuerdo. Pero las emociones fuertes creo que afectan a la memoria y, aunque se levantó enseguida a hablar, dijo lo que le pareció, pero en su nombre y sin ninguna referencia a los demás. Habló de su abuela –me parece- y de su pueblo y de no sé qué más, le aplaudieron y se sentó. Se le notó que estaba a gusto de jubilado y todos quedaron conformes. Luego tomó la palabra Bautista, grandísimo profesor de Griego y de Latín. Fue breve como un tropezón. Dijo que se sentía muy querido, le aplaudieron y se sentó. También parecía muy contento, con serenidad, pero contento. Luego fue el profe de Matemáticas. Se sacó del bolso un papel, un folio escrito por las dos caras, lo leyó, le aplaudieron y se sentó. No sé lo que dijo porque, aunque lo tenía a dos plazas de mi sitio, hablaba muy bajo y no me enteré. Me imagino que estaría bien. También quedó con cara de satisfacción. Quedábamos Cristina, la profesora de Francés, y yo. Con toda la intención le dejé que empezara ella. Le dijeron que podía hablar en francés y creo que eso le vino muy bien porque lanzó una parrafada en ese idioma, con gestos muy convincentes y dicción muy serena, que produjo grandes aplausos en la concurrencia. No puedo decir de qué habló porque no sé francés y, sobre todo, porque ya sólo quedaba yo. Sólo quedaba yo solo, teniendo que sellar en público mi jubilación. Como en las bodas, que tienes que decir públicamente que quieres a tu pareja. No me podía escapar.
Me levanté. Creo que fui yo el que me levanté. Una vez de pie intenté convertirme en actor, como en clase, como cuando hay que dar un espectáculo ante la clientela haciendo que Kant hable por mi boca, y luego Nietzsche, y luego el que toque. Sólo que aquello era más difícil, mucho más difícil, porque, junto a unas ideas que había pensado por la mañana, por si acaso, habían aparecido en el estómago, o en el corazón, o en algún lugar de por ahí dentro unas emociones paralizantes, incontroladas, bombeantes que no me hacían ninguna gracia.  Puse las manos en sendas botellas que había por allí, dando una imagen seguramente grotesca y mostrando sin ningún disimulo que en algún lugar había que apoyarse. Y hablé.


Hablé con la voz fuerte, como habitualmente lo hago. Callaron enseguida. Los muy malvados tenían ganas de espectáculo y querían ver por dónde salía. Salí por donde no tenía pensado hacerlo: “Cuánto tiempo ha pasado ¿eh?”. Y empecé por pedir disculpas por las consecuencias de todos los posibles errores que hubiese podido cometer en toda mi vida profesional. Estoy seguro de que alguno cometí, pero más seguro aún estoy de que hay quien cree que lo hice. Me pareció elegante comenzar así y lo hice porque quería decir eso. Luego, me pareció justo agradecer a todos los que me habían  ayudado a llegar hasta allí, a los que me habían enseñado algo útil para las clases, a los que me habían dado su tiempo, incluso su sonrisa por un pasillo. La cosa iba bien o, al menos, así me iba yo animando para seguir. Abrí, a continuación, la puerta del futuro comparando lo que me había encontrado yo al llegar a la enseñanza con lo que veía ahora. Mi conclusión fue que todo seguía estando por hacer: había que buscar una administración a la que le importara de verdad la enseñanza, había que modernizar los métodos, había que dejarse de aulas de informática para introducir la informática en las aulas y había que eliminar la práctica individualista para adoptar estrategias comunes que mejoraran no sólo la disciplina, sino también la comprensión lectora, la ortografía, etc. Todo esto lo dije con ánimo. Me descubrí gesticulando, lo cual era señal de que había dejado de apoyarme en las botellas. Me quedaba poco que decir. Estaba llegando a la cumbre y este happening obligado y no querido estaba saliendo decentemente. Dije:
“Este oficio es duro, muy duro, pero tiene una ventaja: que se le puede encontrar sentido. Son los alumnos”.


Y ahí me rompí. Todas las tensiones del cuerpo, todas las emociones del alma, todas las contradicciones vividas en los últimos meses se concentraron en la Puerta del Sol de la garganta y me impidieron seguir. Una terrible amenaza de lluvia me llegó a los ojos y me senté. Estaba casi paralizado. No pude decir que si algo había aprendido a lo largo de mi vida en la enseñanza es que lo más importante son los alumnos, que lo que haces lo haces por ellos y para ellos y que nunca había que cambiar esa intención si no queríamos desvirtuar la enseñanza, que los alumnos son los que convierten el acto educativo en un acto humano. No dije nada de esto porque no pude, pero mi subidón emocional posiblemente hizo algo de efecto, lo cual, luego, me tranquilizó un poco.
Noté que al final algunos de los asistentes estuvieron más cariñosos conmigo que al principio, lo cual me gustó. Estuve hablando con un antiguo compañero de departamento. Noté que tenía la necesidad de saber cómo se sentía una persona que se jubilaba y me preguntó muchas cosas. Yo notaba que hurgaba en mi herida, pero no me importó, porque si algo he echado en falta han sido las experiencias de otros que ya vivieron lo que me tocaba vivir a mí. Casi todo me lo he tenido que inventar yo y eso es muy duro. De manera que en un par de ocasiones se me volvió a cerrar la garganta y el surtidor de los ojos funcionó levemente más de una vez. El muy cachondo me dijo que nunca había visto a un jubilado así, tan carente de entusiasmo por su nueva situación, y que se veía él con más actitud de jubilado que yo. El problema estaba y está no en que yo no tenga entusiasmo, sino en que lo tengo partido por la mitad. Una parte me acerca a los alumnos y la otra me aleja de ellos. Ese es mi problema.



Índices del estilo de vida



Hay algunos detalles muy significativos del estilo de vida que llevamos. Por ejemplo, si solemos estar alegres o no, si nuestra sensibilidad aumenta o disminuye, si tenemos ganas de mostrarnos cariñosos o no con la gente, si preferimos hacer algo o no hacer nada, si el tiempo nos pasa muy deprisa o muy despacio o si tenemos unas ganas tremendas de vivir o no.

miércoles, 1 de junio de 2011

Grandes personas


Las buenas personas están cerca de la gente cuando se las necesita. Las grandes personas saben estar cerca de las personas, de las necesidades concretas de cada persona.