lunes, 21 de septiembre de 2009

Contrastes


Nos hemos acostumbrado a prestar atención sólo a lo que nos muestra un contraste. Es la diferencia lo que nos provoca curiosidad. Y también lo nuevo, lo que se aleja de la rutina habitual. Unos reciben lo nuevo con regocijo y otros con franca hostilidad, pero ambos perciben que algo distinto ha aparecido.

Sin embargo, muchos de los males que nos rompen la vida se esconden detrás de lo cotidiano, de lo rutinario, de lo que hacemos todos los días, de lo que no ofrece ningún contraste. Y eso no lo analizamos porque no nos llama la atención. No vemos lo que hay, sino lo que se mueve. Y eso es un carísimo error.

Vivimos con excesiva naturalidad, sin aplicar una crítica racional a lo que hacemos, a lo que somos. No pensamos lo que comemos hasta que no surge una enfermedad. Tampoco somos conscientes de lo poco que nos movemos, ni del tiempo que empleamos en ridiculeces. Lo cotidiano nos esconde la realidad. Hay cosas que están tan extendidas que no las vemos.

Demasiada anestesia.
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