viernes, 31 de octubre de 2008

Almas de destrucción masiva / y 3.2.





Es curioso que, cuando tiene lugar alguna de estas crisis, Esperanza Thatcher no es muy dada a aparecer o, al menos, la que aparece no parece ella. Luce más entonces la parte de su personalidad que le viene de su segundo apellido, Palin. Esperanza Thatcher Palin es muy fotogénica, muy resultona dentro de un orden clasicón, claro. Proviene de un grupo de mujeres de derechas que irrumpió en la política hace veinte o treinta años y que llamó la atención por su desparpajo femenino y por su agradable presencia. A Esperanza se le nota que es una mujer de cuidado diario y de vestir elegante y variado, muy variado.

Hay quien la ve y se la imagina como una suegra conservadora, de las de antes, rodeada de una corte de yernos obedientes y de alguna que otra nuera. Cuando las cosas vienen mal, Esperanza retira discretamente de la circulación a la parte Thatcher y entonces la parte Palin envía a los yernos a que llenen el espacio mediático, entreteniendo al personal con asuntos de hospitales, carreteras y demás fruslerías sin demasiado relumbrón. O se dedica a inaugurar teatros, gastándose una millonada que luego oculta, divide, disuelve o aminora. O habla de los grandes temas del momento, de los cuales tampoco sabe nada. Recientemente, por meterse a dulcificar el disparate emitido por un prohombre de bigote impresentable que se empeña en dudar de que el hombre intervenga en el cambio climático o de que éste exista, ha soltado una perla que no ha tenido el eco que se merecía. Ni más ni menos ha dicho que son más importantes los individuos, los seres humanos, que el planeta. Que primero están las personas y luego el planeta. ¿Dónde vivirá esta mujer? ¿Cómo es posible que una persona así esté al mando de ninguna nave? ¿Cómo soportar tal gordura intelectual?

Seguramente la figura que más nos muestra la personalidad de Esperanza Thatcher Palin sea esta de una suegra antigua. En efecto, quiere meterse en todo, ordenarlo todo y gobernarlo todo, pero como suele estar muy atrasada y no sabe demasiado de la idea del Bien (“en su infinita ignorancia”, que diría el ínclito Jesús Ruiz Mantilla), no sabe lo que hace, no hace nada bien y termina destrozándolo todo. Bueno, todo, no. Sólo lo público. Porque también está en la esencia del neoliberalismo el hacerse con el poder sobre lo público para cargárselo, privatizarlo y así darle la oportunidad a los de su cuerda para que contribuyan al Negocio. En la Finca que gobierna Esperanza ya ha ocurrido esto con la educación y con la vivienda pública, y ahora se está intentando con la sanidad.

Lo importante para ella es seguir ejerciendo el papel de suegra antigua, ser la número uno, mandar y aparecer en el lugar en el que se manda. Siempre habrá gente que no trague a los adversarios, a los otros, que sea capaz de no enterarse de que la educación, la sanidad o la vivienda se pueden gestionar mejor, y que la mantendrá en la cumbre en nombre de la conservación de la antigüedad, aunque esa misma gente esté mal, quizás sin saberlo. La cosa acabará mal, como siempre ha sucedido, aunque para entonces ya habrá hecho mucho daño. Esperanza Thatcher Palin cae en el mismo error en el que caen todas las suegras antiguas: no saben que la suegra ideal es la que no ejerce de tal, la que está sin ser notada y deja las almas sosegadas, no destrozadas.




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3 comentarios:

  1. Ay! te perdidste un cuplé que le dedicó una chirigota callejera hace un par de años, y que se la cantaron a su colega gaditana en plena calle...
    Fue cuando dijo aquello de que no llegaba a fin de mes; son insultos a mileuristas...

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  2. Como diría Juan Cruz y como os gusta tanto decir a vosotros: ¡Uff! Yo no tengo palabras con las que intentar definir, criticar o descalificar a esta señorona. Creo que todas se quedan cortas.
    Por eso te leo con tantas ganas, Manuel, porque tú lo haces muy bien, y muy razonadamente. A mí me cegaría el odio.

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  3. Lo mismo pienso, P.

    Yo para hablar de esta mujer solo podria emplear un sintagma que comienza por 'hija de', y como soy un germen de periodista, no me lo puedo permitir...

    Gracias a Manuel por esa sutileza, esos paralelismos, ese acierto y esa pizca de ironía para desarrollar en un texto todo lo que reune mi sintagma.

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