viernes, 29 de agosto de 2008

París no se acaba nunca. 4

Repasa Vila-Matas en un momento en su libro algunas de las lecturas de sus años de aprendizaje. Habla, sin nombrarlo, de la inspiración, algo tan importante para un escritor, para un creador en general. Dice así:


"Si a este mundo venimos a aprender y, sin embargo, no aprendemos nada -salimos de él sabiendo menos de lo que sabíamos-, menos va a aprender de una conferencia en la que la única certeza que tiene el conferenciante -bueno, quizá ese joven sí aprenda algo, quizá aprenda esto que voy a decirle, lo cual no es poco-, la única certeza que yo tengo es que la constancia del hábito de escribir suele estar en relación con su absurdo, mientras que en cambio las cosas brillantes solemos hacerlas de repente."


Es posible que este planteamiento sea un poco simplista, aunque contenga grandes dosis de realismo. Es muy difícil, aunque se han dado casos, compaginar el hábito de escribir con la brillantez. Lo normal es que cuando se escribe habitualmente, salgan mediocridades. Pero también es cierto que, si no mantienes el hábito de escribir, tampoco te sale el escrito brillante. La inspiración siempre te encuentra trabajando. O, dicho de otra manera, las musas nunca acuden al ocioso.


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